Todos recordamos la génesis de lo
que pasó, sabemos los nombres de los responsables, las penas de cárcel que
nunca llegaron, lo débil de nuestra legislación laboral, los móviles de
televisoras de todo el mundo trabajando en la cobertura noticiosa, el rescate mismo
transmitido en directo por CNN y la BBC para el mundo. La tragedia de esos 33
hombres, cuya vida se detuvo bajo tierra, fue noticia mundial en 2011.
El guion estaba escrito, no había
que darle ninguna forma. Había protagonistas, líderes, antagonistas, trama,
locación, mezcla de sentimientos, hilo conductor. El guion era carne, sólo
faltaba el dinero para la producción y un director que tomara las riendas del
proyecto. Muchos pensamos que lo más lógico es que esta tragedia fuera contada
por chilenos pero el entusiasmo llegó antes, y desde la meca del cine.
Fue difícil ver la película con
ojo crítico porque había que dejar fuera todos los detalles que, como chilena,
conocía y que sabía que no estarían incluidos en la película porque ésta es una
visión hollywoodense sobre una historia chilena, protagonizada por actores
extranjeros y, más extraño aún, en idioma inglés. Había que ser cauta y no
dejarse impactar por la impresión de que el discurso podía sonar totalmente
falso, pero sacándonos todo tipo de teñido previo debo decir que “Los 33” es
una buena película.
La mexicana Patricia Riggen fue la
encargada de construir el relato de este drama basado en el rescate de nuestros
mineros hace ya un par de años. La película recrea con buenas escenas y tomas
todos los aspectos relevantes de la cadena de sucesos: el desplome de la mina, la
convivencia, las dudas, la fragilidad y el rescate. Riggen sorprende por su
meticulosidad a la hora de los encuadres, apoyándose en los ambientes y sus
actores como pilares para lograr un buen resultado. Quizás algunas escenas
salen algo más forzadas por este rasgo obsesivo, pero finalmente se logran. Si hay
que decir un punto negativo sobre esto, es que la directora pone énfasis en los
cuadros, en las tomas y pierde el protagonismo de las historias, las que,
sabemos, tienen raíces profundamente sociales de desesperanza, de falta de oportunidades,
de sacrificio, de lucha, y que podrían haber sido mejor explotados.
En rescate de la dirección se erige poderosa
la figura del minero Mario Sepúlveda, interpretado por Antonio Banderas, quien
toma en sus manos el liderazgo de este grupo de hombres sometido a una crueldad
del destino bastante impensada; Alex Vega, interpretado por Mario Casas y Luis Urzúa,
interpretado por Lou Diamond Phillips, son los escogidos para llevar el núcleo
de la historia bajo tierra, en ellos se centra todo lo que la directora nos
quiso mostrar desde el punto de vista humano.
Y en tierra firme los que generan
la acción del drama son el ministro de Minería Laurence Golborne, interpretado
por Rodrigo Santoro, y el ingeniero André Sougarret interpretado por Gabriel
Byrne. Ellos toman la misión titánica de estructurar un rescate que a todas
luces podía resultar tan épico como desastroso. Los familiares de los mineros
atrapados también colaboran con la trama aferrándose a la esperanza, pero
mostrando sentimientos de duda y aflicción por sus padres y hermanos atrapados
en la profundidad de la mina. Las historias del campamento levantado por ellos
mismos se notan reales y bien trabajadas, especialmente por una Juliette
Binoche impresionante, fantástica, llenando la pantalla con su presencia.
La producción podría haber sido
mejor pero se rescata el montaje y los efectos especiales y de sonido. Mérito aparte
es la buenísima BSO a cargo del fallecido James Horner (ganador del Óscar por la
banda de “Titanic”) quien estructura piezas estudiadas y llenas de música nortina,
las que sirven como apoyo perfecto para la mayoría de las tomas abiertas y
ambientan el paisaje como un elemento a favor.
En síntesis, buena película desde
el punto de vista técnico, tiene altas dosis de emotividad, de fragilidad pero
se nota que no hubo intención de ahondar en lo que llevó a esta tragedia: la
precariedad del trabajo.
Es obvio que la agonía de esos hombres
no fue un "accidente" sino una tragedia que se sobrevino por una
serie de elementos legales, laborales, sociales etc. Quizás estas aristas
quedaron fuera porque, tal vez, deban ser contadas por chilenos en la dirección
y actuación, porque al final era curioso darse cuenta que dentro de las casi 2
horas de película no hubo ningún garabato chileno. Eso sí que da para decir que
esta historia la contaron extranjeros.
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