lunes, 14 de noviembre de 2016

“Black Mirror” temporada 3: otro abrumador embate

Su mordaz visión de las redes sociales, la ingeniería militar, los avances médicos y los videojuegos completaron el nuevo panorama que "Black Mirror" hace del futuro tecnológico que, seguramente, nos aguarda. En esta tercera sesión vimos una imagen menos sombría con respecto a las anteriores, pero igualmente perturbadora. Con el apoyo de Netflix, se instaló como una de las series del año.


"Black Mirror" se presentó en sociedad en 2012 con una primera temporada, de tres capítulos, que llamaron poderosamente la atención y fueron éxito de crítica. Un año después llegaba la segunda temporada, igualmente genial. Y en 2014, mucho antes de la tercera temporada, la serie nos sorprendió con un episodio especial de Navidad titulado “White Christmas”, el que nos presentaba a Rafe Spall y Jon Hamm cohabitando un refugio azotado por una ventisca de nieve. Dos personajes que apenas se habían dirigido la palabra durante los cinco años que llevan viviendo en el lugar y que, con la excusa de la Navidad, iniciaban una conversación. “White Christmas” fue tan sobresaliente e imaginativo que sobrepasó a la crítica y produjo tal revuelo que catapultó la expectativa para la tercera temporada, la que venía, esta vez, de la mano de Netflix.

Fueron seis capítulos que mantuvieron la línea crítica o filosófica de las nuevas tecnologías, pero todos mostrando una estética diferente y una dirección y ritmo individual, lo que hizo de cada uno una experiencia única en sí misma.

En “Nosedive” nos deleitó esa estética naif, la que escondía un mensaje aterrador en su interior. Pura sátira de una sociedad en la que lo único que importa es la puntuación de una aplicación muy parecida a Instagram. La fantástica Bryce Dallas Howard brilla con luz propia en una interpretación estudiadamente paródica, en el episodio más alto a nivel estético pues la magnífica fotografía y su paleta cromática otorgaron una irrealidad que ambientó a la perfección una estupenda sátira sobre la dictadura de las apariencias. “Playtest” es el capítulo más oscuro, una auténtica pesadilla de estructura clásica que apela a nuestros miedos más primarios y consigue hacernos pasar un verdadero mal rato (todavía no me saco de la cabeza esa horrible araña con rostro humano). “Shut up and Dance” es otro de los que recuerda a los inicios de la serie, pues con una premisa muy simple consigue mantener en vilo al espectador. 



“San Junipero” es el capítulo más emocional y esperanzador; la premisa de usar la tecnología para alargar una historia de amor le dio una fuerza sin igual al guion, lleno de mensajes, de sentido humano, sin dejar de mencionar que pasearse por distintas épocas, anunciadas por la música que estaba de moda en ese momento, fue otro punto a favor de los guionistas; Booker jugueteó con nuestro cerebro mientras que, con la otra mano y sin percatarnos, se abrió camino hasta nuestro corazón. El capítulo está dirigido por Owen Wilson, director que ya estuvo al frente de “Be Right Back”.
“Men against Fire” nos sitúa en un mundo postapocalíptico donde la tecnología es utilizada como arma de guerra. Este capítulo está dirigido por Jakob Verbruggen, quien ha participado en capítulos de “House of Cards” y evoluciona hasta convertirse en una seria advertencia sobre la deshumanización del soldado. Se separa un poco de los demás episodios al dar un mensaje mucho más actual (me recordó a  “Gattaca”). “Hated in the Nation” es extraordinario. Un capitulo perfecto para cerrar por su categoría de thriller policial filmado con un pulso que ya quisieran muchas producciones del género y que combina, perfectamente, el suspenso y la acción con la denuncia a los desproporcionados “linchamientos” a través de herramientas como Twitter. Recuerda mucho a la primera película de “Los Archivos Secretos X”. Este es el episodio más largo de la temporada y está dirigido por James Hawes, muy conocido por estar al frente de "Penny Dreadful”.



Esta tercera temporada es mejor que la segunda y, en algunos capítulos, llega a la brillantez de “White Christmas” o del tercer episodio de la primera. Pero sí es claro que hubo una evolución atreviéndose con nuevos enfoques y formatos e, incluso, a renunciar a la desesperanza que la ha hecho famosa (“San Junipero” es un ejemplo). Pero más allá de eso, Black Mirror sigue descuerando, con un salvajismo cuidado, a la raza humana, mostrándose ahora más sutil y ligeramente más inspirada. El nivel de producción continúa alto o incluso un punto arriba con un estupendo trabajo de fotografía y el habitual acierto de la música. Lo mismo puede decirse del nivel actoral de su acertadísimo casting.


El duplicar el número de episodios también permitió tener terreno suficiente para introducirse en géneros cinematográficos no transitados hasta el momento, como el policiaco o el bélico, contando con una amplia variedad de estilos de dirección. ¿Expectativas cumplidas? Claro que sí. La serie, ante todo, sigue siendo extraordinariamente fiel a sí misma y no ha perdido ni una pizca de lo que la hace tan especial y diferente.

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