lunes, 10 de julio de 2017

“THE HANDMAID'S TALE”: delicia y pesadilla

La adaptación televisiva de la obra de Margareth Atwood cumple con creces, al punto que debería ser lo más “importante” que veremos este año en el formato series. Creada por Bruce Miller, dirigida con gran estilo por Reed Morano y actuada de manera magistral por Elisabeth Moss, nos deja el sabor de boca de haber percibido un relato ficticio, pero perturbadoramente cercano.

“El cuento de la criada” es un clásico y, como todas las novelas de calidad, necesita su tiempo de desarrollo, espacio que, hoy por hoy, sólo lo pueden ofrecer las series.

En la ficticia Gilead, dictadura teocrática situada en lo que hoy es Estados Unidos, las mujeres han sido reducidas a un espacio meramente decorativo, de aderezo para perpetuar la raza. Visual y líricamente extremo. Lo complejo es que, a medida que se suceden los capítulos, el país inventado por Margareth Antwood se va mostrando como asombrosamente cercano a la realidad actual, incluso a la realidad de los años ’80, cuando la autora dio fruto al libro. “The Handmaid's Tale” se oye y se ve apocalíptica. Todo lo que pasa ahí nos parece inaudito, pero no podemos negar ciertas atrocidades que allí se cuentan.

Elisabeth Moss interpreta magistralmente a su personaje, aguantando primerísimos primeros planos donde sus ojos, siempre al borde de la desesperación junto con sus labios secos, nos transmiten el inmenso dolor de Defred. Ella, como el resto de mujeres fértiles, tiene el estatus de criada y es utilizada como vientre de alquiler. A través de su historia personal se explican la estructura, los ritos y los objetivos de esta sociedad fanática que desprecia a la mujer,  mercantiliza su cuerpo, junto con mostrar claras alusiones a la trata, a la persecución de la homosexualidad o a la ablación del clítoris. ¿Nos parece conocido? Sí, pues son vicios de nuestras actuales y supuestamente modernas sociedades, pero cuyo reflejo vemos en la serie.

 El fundamentalismo religioso que propone es 100% occidental.



La serie es de alta factura, con un tono muy poético y una exquisita selección musical (recomendamos “You don't own me” de Lesley Gore), pasando por un elenco de interpretaciones donde no solamente Moss brilla: Yvonne Strahovski (Dexter, 24) es la mujer del comandante Waterford, la que con su mezcla de celos y fascinación por el poder, es una auténtica bestia verdadera eminencia gris del régimen político de Gilead. También está el liviando Josep Fiennes, quien sorprende con una acabada interpretación (podría ser el papel de su vida),  mientras que Max Minghella, como Nick, el chófer de los Waterford, podría ofrecer muchas capas de cara a la segunda temporada. El trabajo de Ann Dowd también es destacado. 
Reed Morano le da ese tono grisáceo, colonial, mientras que la destacada fotografía sintoniza con el desamparo, con la desesperanza que nos transmite cada cuadro.

Los diez episodios de la primera temporada de la serie consumieron todo el material de la novela, por lo que la segunda sesión seguirá su camino independiente, dando más libertad al guion pero ciñéndose  a la obra original. 
Queda mucha historia por contar y mucho dolor por denunciar en esta propuesta ácida, visceral, lejana y abrumadoramente real.
El libro fue una denuncia de los sucios caminos que se avisoraban en 1985 y, 32 años después, ese mundo sigue existiendo en algunas partes y a muchos les encanta que eso ocurra.

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