domingo, 18 de febrero de 2018

Altered Carbon: cuando te lo tomas demasiado en serio

Este es el bombazo con el cual Netflix quería partir brillando el 2018. Con una carísima producción y millonaria campaña de marketing, “Altered Carbon” bebe de “Blade Runner”, “Ghost in the Shell”, a veces de “Batman” y muestra toques del gore de Tarantino para atrapar al espectador, sin embargo, con tanta visualidad, la historia termina perdiéndose entre los neones del futuro.

¿La trama?. Los humanos pueden cambiar de cuerpo cuando mueren, gracias a que sus conciencias quedan almacenadas en un disco duro que llevan implantado en la nuca. De esta manera, pueden vivir por muchos muchos años en “fundas” diferentes. Basada en la novela homónima de Richard K. Morgan (2002), la serie de Netflix se planteó el reto de establecer las bases de un universo muy complejo, el que varias veces terminaba perdiéndose en explicaciones y diálogos en off  redundantes, queriendo abarcar demasiado y empujando torpemente la acción. Con el paso de los episodios, el relato no se volvió más ágil, algo que ya habían tenido que sortear otras producciones caras y que refieren a una temática similar, como “Westworld”.
Su ambientación nos lleva irremediablemente a “Blade Runner” con aires de “Ghost in the Shell”, “Dollhouse”, “Inception” “Batman” y mucho de Tarantino, sobre todo en la escena del hotel y los duelos con espadas. Todo este coctel es agitado con una factura técnica notable.

El discurso que propone es sumamente actual y ahí está el error de no haberlo reforzado adecuadamente. Takeshi Kovacs es un hombre que en su pasado había luchado para que los multimillonarios fueran los dueños del planeta, mientras el pueblo clamaba por mejores sueldos, sin embargo, la guionista, teniendo este material para trabajar, conduce la historia de manera desordenada,  no centrándose lo suficiente en el crimen que da origen a la historia y  presentando demasiados elementos distractores que corren paralelos a la acción central. Esto provoca desconcentración e imposibilidad de seguir el hilo de asuntos clave, como el por qué la policía Kristin Ortega estaba tan obsesionada con el protagonista (detalle que se demora demasiado en quedar expuesto).

Los personajes tampoco presentan nada novedoso: el ángel caído, el millonario manipulador, la policía idealista y un buen grupo de atractivas mujeres sexualizadas en trajes diminutos o, derechamente, desnudas. No obstante, Joel Kinnaman consigue darle una dimensión adecuada a su personaje y tiene cierta química con Martha Higareda, la que igualmente quedó al debe, mientras que el personaje de Poe termina siendo la mejor propuesta de la trama y se transformó en un buen conductor para el espectador, cuando éste andaba perdido entre tantos universos.
La dirección artística es lo mejor que tiene. Se recrea con lujo de detalles este futuro marcado por las luces de neón, con edificaciones monumentales y que lucen como si fueran reales; los hologramas están bien hechos. Miguel Sapochnik, el director de la famosa “Batalla de los Bastardos” de Game of Thrones, es el artífice del piloto y se notó que no tuvo restricciones presupuestarias para presentar este mundo distópico. Por lo menos te deja enganchado para seguir, con ánimo, un par de episodios más, los que llegan a cansar por su larga duración.



Como espectador, dudas sobre si fascinarte por la carísima puesta en escena o saturarte con los flashbacks que intentan dar profundidad al personaje de Kovacs, pero que terminan alejándolo del dramatismo que quiere imponerle la creadora de la serie. Los diálogos tan excesivamente expositivos y la crítica inofensiva al capitalismo, la dejan como una propuesta sin carne, con más brillos externos que corazón. Pero si fuera por lujo, sangre, presupuesto y universo, tienen  por dónde tirar para una segunda temporada, la que aún no tiene luces de ser anunciada. En definitiva “Altered Carbon” funciona en esos instantes en que se toma menos en serio a sí misma y cuando es capaz de abrazar su lado  psicodélico.

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