Este es el bombazo con el cual
Netflix quería partir brillando el 2018. Con una carísima producción y
millonaria campaña de marketing, “Altered Carbon” bebe de “Blade Runner”, “Ghost
in the Shell”, a veces de “Batman” y muestra toques del gore de Tarantino para
atrapar al espectador, sin embargo, con tanta visualidad, la historia termina
perdiéndose entre los neones del futuro.
¿La trama?. Los humanos pueden cambiar
de cuerpo cuando mueren, gracias a que sus conciencias quedan almacenadas en un
disco duro que llevan implantado en la nuca. De esta manera, pueden vivir por
muchos muchos años en “fundas” diferentes. Basada en la novela homónima de Richard
K. Morgan (2002), la serie de Netflix se planteó el reto de establecer las
bases de un universo muy complejo, el que varias veces terminaba perdiéndose en
explicaciones y diálogos en off redundantes,
queriendo abarcar demasiado y empujando torpemente la acción. Con el paso de
los episodios, el relato no se volvió más ágil, algo que ya habían tenido que
sortear otras producciones caras y que refieren a una temática similar, como “Westworld”.
Su ambientación nos lleva
irremediablemente a “Blade Runner” con aires de “Ghost in the Shell”, “Dollhouse”,
“Inception” “Batman” y mucho de Tarantino, sobre todo en la escena del hotel y
los duelos con espadas. Todo este coctel es agitado con una factura técnica
notable.
El discurso que propone es
sumamente actual y ahí está el error de no haberlo reforzado adecuadamente.
Takeshi Kovacs es un hombre que en su pasado había luchado para que los
multimillonarios fueran los dueños del planeta, mientras el pueblo clamaba por
mejores sueldos, sin embargo, la guionista, teniendo este material para
trabajar, conduce la historia de manera desordenada, no centrándose lo suficiente en el crimen que da
origen a la historia y presentando
demasiados elementos distractores que corren paralelos a la acción central. Esto
provoca desconcentración e imposibilidad de seguir el hilo de asuntos clave,
como el por qué la policía Kristin Ortega estaba tan obsesionada con el
protagonista (detalle que se demora demasiado en quedar expuesto).
Los personajes tampoco presentan
nada novedoso: el ángel caído, el millonario manipulador, la policía idealista
y un buen grupo de atractivas mujeres sexualizadas en trajes diminutos o,
derechamente, desnudas. No obstante, Joel Kinnaman consigue darle una dimensión
adecuada a su personaje y tiene cierta química con Martha Higareda, la que
igualmente quedó al debe, mientras que el personaje de Poe termina siendo la
mejor propuesta de la trama y se transformó en un buen conductor para el
espectador, cuando éste andaba perdido entre tantos universos.
La dirección artística es lo
mejor que tiene. Se recrea con lujo de detalles este futuro marcado por las luces
de neón, con edificaciones monumentales y que lucen como si fueran reales; los
hologramas están bien hechos. Miguel Sapochnik, el director de la famosa “Batalla
de los Bastardos” de Game of Thrones, es el artífice del piloto y se notó que
no tuvo restricciones presupuestarias para presentar este mundo distópico. Por lo
menos te deja enganchado para seguir, con ánimo, un par de episodios más, los
que llegan a cansar por su larga duración.
Como espectador, dudas sobre si
fascinarte por la carísima puesta en escena o saturarte con los flashbacks que intentan
dar profundidad al personaje de Kovacs, pero que terminan alejándolo del
dramatismo que quiere imponerle la creadora de la serie. Los diálogos tan excesivamente
expositivos y la crítica inofensiva al capitalismo, la dejan como una propuesta
sin carne, con más brillos externos que corazón. Pero si fuera por lujo,
sangre, presupuesto y universo, tienen
por dónde tirar para una segunda temporada, la que aún no tiene luces de ser anunciada. En definitiva “Altered Carbon” funciona en esos instantes en que se
toma menos en serio a sí misma y cuando es capaz de abrazar su lado psicodélico.
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