Actores nuevos en roles que
pasaron a otra etapa de sus vidas, una monarquía que se estabiliza mientras el
país deja de ser el oasis de los años ’50. Pero en esta temporada de “The Crown”, es la inteligencia emocional (o falta
de ella) de los personajes masculinos lo que se explora con más matices,
llegando a ser conmovedor el retrato que
hace el guion de los hombres de la
reina: Felipe y Carlos.
“Heavy is the head that wears the
crown” o “pesada es la cabeza que lleva la corona”. Si lo aplicamos a “The
Crown”, la explicación sería que Isabel es la Reina, sin que esto signifique
que su vida sea envidiable. Peter Morgan sigue basando la serie en su deslumbramiento
por Isabel II, y nos presenta a una Reina más cercana al rol que vimos en la
película “The Queen”, donde la familia era sumamente importante, pero no tanto
como el deber. La 3a temporada resuelve
el cambio de actores con mucha
naturalidad y expone que, en un principio, Isabel tenía ganas de cambiar
algunas cosas, pero en esta etapa ya se observa
totalmente integrada a la maquinaria.
Los hombres que forman su vida
tomaron protagonismo y se les dio más de 15 minutos de fama. En el excelente
episodio “Tywysog Cymru”, que abordó la conexión entre el Príncipe Carlos y el profesor que lo introdujo en la cultura galesa (muy a lo “Discurso del Rey”, con
esa amistad improbable), nos ayudó a entender la relación del heredero con sus
padres en esta etapa de adultez; esto ya había comenzado en “Paterfamilias”, cuando
Felipe obligó a su hijo, aún niño, a seguir la educación que él mismo
sufrió. En la escena final de “Tywysog Cymru”, Isabel le dice a Carlos (interpretado de manera fantástica y memorable por Josh O’Connor, a punto de quebrarse
en todo momento), que sus sentimientos, su personalidad y su voz no importan,
porque él, al igual que ella misma, es solo un símbolo; allí es cuando Isabel
pone la verdadera corona en la cabeza de su hijo.
El cuestionamiento de esa
masculinidad tóxica en el personaje del Duque, avanzó un paso más para profundizar en la pasiva
madurez de Felipe, quien ya se acostumbró a su puesto en las
sombras y a quien da vida un melancólico Tobías Menzies. “Bubbikins” y "Polvo Lunar" son capítulos donde reflexiona sobre su falta de fe, su posición en la vida y el cómo va dejando atrás esa masculinidad del tipo “Mad Men”. También hubo lugar para la insinuación del supuesto flechazo entre la Reina y el entrenador de
sus caballos, y el adiós sentido a la relación que tuvo con Winston Churchill. “Olding”,
el primer episodio, nos permitió asistir al reconocimiento que hace la Reina de
que sin él no habría podido asumir tantas responsabilidades.
A los Príncipes se sumaron otras
figuras masculinas interesantes, como Tony Armstrong-Jones (marido de la
princesa Margarita) y Harold Wilson, con quien la Reina estableció una complicidad que se fue construyendo en el tiempo. También aparecieron dos hombres viejos estandartes, y que
fueron parte de la vida joven de Isabel; el encuentro con su moribundo
tío David cierra el círculo con quién dibujó su destino, mientras que se deja notar
el evidente respeto que siente hacia Lord Mountbatten, sin que esto fuera
suficiente motivo para que la Reina sucumbiera a su idea de dar un golpe de estado.
Aparte de afianzar el peso de los
hombres de Buckingham, el guion fue más allá en la tensión entre las hermanas
Windsor. Helena Bonham Carter da vida a la fiestera princesa
Margarita, quien vive desenfrenada tratando de no envidiar a quien lleva la
corona, mientras que Carlos y su hermana Ana juegan a posturas contrapuestas:
ella, moderna y desafiante, y él, más tímido y con dudas sobre su papel en
la realeza; el aura emocional que le otorgó Josh O’Connor es de un alto nivel,
traspasando la pantalla con su fragilidad.
La interpretación de Olivia
Colman era gancho inmediato. La actriz viene de ganar el Oscar y atraviesa
el mejor momento de su carrera, dando la talla con su retrato frío, asumiendo la posición de
una mujer ya indivisible del deber con la nación. Muy
gráfico de esto es el episodio dedicado a la tragedia de Aberfan, en el que
Morgan declaró la incapacidad de la monarca para conectar con el sufrimiento
del pueblo.
Episodios brillantemente filmados,
con planos medios, planos cenitales, y donde se trabajaron las
perspectivas para dar amplitud al Palacio y a los espacios opulentos donde se desarrolla la historia. Hermosos vestuarios, libreto milimétrico, paisajes de
ensueño, la temporada 3 de “The Crown” atraviesa trece años de historia inglesa,
aquellos del desequilibrio económico, del enfrentamiento entre el progresismo y lo más antiguo, las crisis sociales y la posición de la
aristocracia ante ellas. Actuaciones macizas y una Reina que se va mimetizando con los
hombres que flanquean su vida y su desempeño en el trono. Y si los hombres
fueron el puntal de esta temporada sólida y ganadora, mejor es lo que nos
espera para la 4ta sesión, donde por fin veremos a Diana de Gales y a
Gillian Anderson como Margaret Thatcher.
excelente critica, muy bueno este blog!
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