domingo, 3 de junio de 2018

The Americans, temp final: Perdiéndolo todo


Joel Fields y Joe Weisberg, los showrunners de “The Americans” no son rusos, pero parecen haber recurrido a toda la tragedia emocional de su literatura para construir el fin de una de las mejores series de estos últimos 5 años. Este final no dejó cadáveres ni tiroteos, pero dejó el corazón del matrimonio Jennings completamente roto. 


Suena "Dont Dream It's Over" de Crowded House y un par de carteles anuncian el estreno de “Wall Street”. Así partió la sexta y última temporada de “The Americans” delatando con la canción y las películas, que entre la sesión anterior y ésta habían pasado tres años, y con el transcurrir de los episodios íbamos a captar cuánto había cambiado todo en la pareja de espías soviéticos. Desde el inicio, hace cinco años, la historia protagonizada por Keri Russell y Matthew Rhys, como un matrimonio de espías rusos infiltrado en el Estados Unidos de final de la Guerra Fría, ganó adeptos acérrimos en la crítica especializada y una inesperada actualidad ante las noticias sobre las relaciones del entorno de Donald Trump con el régimen de Vladímir Putin. Más allá de los eventos políticos, lo que siempre importó en “The Americans” fueron los lazos que unieron a la familia Jennings, los que los llevaron a matar, engañar, conspirar en pos de un objetivo  ideológico. Y la empatía ocurrió. Si bien el contar una historia de espionaje ruso-norteamericano no sea tan interesante, considerando la amplísima oferta seriéfila de hoy, la historia de los Jennings conectó y los guiones siempre contaron la historia de dos personas, aunque con el paso del tiempo, la trama dio para la evolución de otros personajes.


Stan, ese amigo fiel
Estar al tanto del accionar del FBI era fundamental para el objetivo de los Jennings en Estados Unidos, y escogieron a Stan (Noah Emmerich) como su blanco y así Entablaron una amistad que incluía tardes de cerveza y una relación sincera hasta con los hijos. Si bien “The Man” pudo haber descubierto mucho antes quiénes eran los Jennings (el guion no lo deja muy bien desde ese punto de vista), y sus sospechas solo fueron evidentes en la temporada final, esa “muerte” de la amistad y el develo de la traición se producen cuanto Stan los enfrenta en ese estacionamiento. La verdad y los reproches hirieron más que todas las balas que los Jennings dispararon en toda la serie. La escena no duró más de diez minutos y sólo tuvo  dos interlocutores, con  intervenciones más cortas de las otras dos, pero que dieron más esencia a la tensión de sentirse descubiertos por esa persona que siempre les actuó de buena fe. La sensación de Stan de saberse traicionado y de tener razón en sus sospechas  contrastó con el alivio de Philip, porque ya no habría que mentir más. Finalmente, este momento le dio la reafirmación, peso, a esa verdadera amistad, y  fue solo ese valor el que les permitió cumplir su plan de salir del país de manera clandestina y no ser detenidos por este agente del FBI engañado. Sin embargo, el momento en que Philip le pide a Stan que cuide de Henry es uno de los tremendos golpes emocionales del capítulo; todo lo político queda atrás, finalmente la miseria humana y la sensación de estar perdiéndolo todo afloró en su magnitud, helando nuestros huesos y señalándole a Stan que ahora tiene otra responsabilidad heredada de esta amistad sincera.

El factor Paige
Al principio parecía riesgoso incluir una  evolución del personaje de Paige (Holly Taylor), la hija adolescente de los Jennings. Finalmente, el guion planteó que una vez enterada de la verdadera identidad de sus padres, comenzara un acercamiento con la patria de ellos y se le fueran planteando cada vez más contradicciones con su país de nacimiento. Y si bien decide aventurarse en el mundo del espionaje, (sus padres le presentaron una fachada demasiado idílica de su trabajo),  fue obvio que nunca estuvo convencida del todo y que el hecho de dejar a Henry significaba un precio demasiado alto para alguien que no tenía una real conexión con Rusia. Su imagen sola en el andén, mientras sus padres entran a Canadá en un tren que no va a detenerse es brutal, de una sinceridad conmovedora, aplastante. Sin duda que el matrimonio hubiera preferido que Stan les hubiera disparado antes de patentar que su familia estaba rota, que su hija había decidido quedarse en su país de nacimiento, sin que el guion nos de pistas de qué camino va a seguir. Otra duda que quedó sin resolver fue la de Renee, y si era o no una espía soviética. Philip se lo desliza a Stan  para evitarle futuras frustraciones, pero le clarifica que no está seguro del todo y nosotros tampoco lo estamos.

La música fue otro factor importante en la serie, pues fue utilizada como herramienta evocativa para hacer avanzar la trama. Fleetwood Mac, David Bowie, Elton John, Talking Heads, Peter Gabriel, U2, Dire Straits entre otros, jugaron un papel clave en evocar la relevancia de la  cultura popular en los hechos que se devenían. Cambios, separación, frío, inquietud, todo atravesó como un puñal a esta historia.



Desde la primera temporada defendí “The Americans” y resultó realmente milagrosa su supervivencia en FX. Lamentablemente, las audiencias fueron siempre bajas y la sensación es que muchísima gente se perdió la oportunidad de disfrutar un producto de alta factura. La última temporada nos dio mucho a nivel humano y equilibró el bajón que hubo en la anterior, porque el retrato que se hizo de Elizabeth, sobre todo, fue realmente impresionante. Ella fue la dueña de la temporada final y la más castigada tras este doloroso fin. No fue a la cárcel, no murió, regresó a Rusia viva junto a Philip, pero claramente regresaron habiéndolo perdido todo.

Un final de serie inspirador. Ese “nos acostumbraremos”, en ruso, que pronuncia Elizabeth mientras mira su país desde un puente solo denota la desesperanza que teñirá su nuevo destino. Por más vidas que haya quitado este matrimonio, por más sangre que hayan derramado de otros, finalmente, fue la propia sangre la que los castigó y será el dolor más grande que deberán cargar.