No estaban Matthew
McConaughey ni Woody Harrelson, pero el sello autoral del showrunner se
sintió desde el primer episodio del regreso de “True Detective”. La serie
de HBO volvió a los hombres dañados y a la Norteamérica profunda, teniendo muy
claro lo que quería contar y perfilando un personaje en etapas, como hilo
conductor.
“True Detective” es uno de
los grandes paradigmas de la televisión de esta década. Se convirtió en
fenómeno, creó un subgénero, derivó en copias y bajó a los infiernos tan rápido como llegó a
la cima. Tras esta tercera temporada, consigue volver a un sitial
relevante no tanto por el “qué”, sino por el “cómo”, y en eso, el mérito
absoluto es del creador Nic Pizzolatto. HBO decidió entregarle plena libertad
creativa para esta sesión, siendo el esquema narrativo planteado, un verdadero
riesgo: los saltos temporales.
"El mundo necesita hombres
malos. Somos los que mantenemos a raya a los otros hombres malos", decía
Rust Cohle en los inicios de la ficción. Porque los tipos de “True Detective”
no son buenos, se criaron en un tiempo y en un lugar en el que ser
vulnerable y diferente no estaba permitido, por lo que el personaje central de
esta tercera sesión debía ir ligado a esa máxima. Allí es donde el autor crea
otro detective de compleja emocionalidad y se lo entrega en bandeja a
Mahershala Ali, quien lo interpreta como una gran oportunidad de lucimiento
y recordándonos mucho la temporada de Cohle y Hart; el
recientemente oscarizado actor consigue aportar frescura a esta historia de
hombres heridos por el dolor de las decisiones tomadas y los errores cometidos,
junto con luchar por expiar esas culpas antes de perder la memoria por
completo. Logró pasar, sin problemas, de interpretar a un hombre joven a un
anciano lidiando con el Alzheimer, imbuyendo
a Hays un orgullo, una ira reprimida, tristeza y tanta humanidad en cada una de
las líneas de tiempo que planteó la serie.
Con una idea muy clara de lo que
quería del guion, Pizzolatto volvió
a la fórmula conocida: la atmósfera inquietante de la Norteamérica de
décadas pasadas, el inteligente juego temporal que dosificó la información, la
pareja central de detectives, la atmósfera inquietante y hermosamente lograda, la fotografía sin
excesos. Cada salto, cada memoria
incompleta, cada pista, nos fue envolviendo
en ese desconcierto tan hipnótico de la atmósfera “True Detective”. Asistido por David Milch, Nic consiguió un relato mucho más ágil, y
para ello fue fundamental contar con Jeremy Saulnier, curtido en el género
gracias a películas como “Green Room” y quien dirigió los dos primeros
episodios, planteando ese tono para lo que venía después. Por parte de la edición, ésta destacó por no
confundir las etapas en las que se mezclaba la historia y por ir dando datos
precisos para esa claridad; de hecho, en
el penúltimo episodio ya sabíamos todo, Junius arrojó las respuestas que la pareja había estado
buscando y el capítulo final fue solo una radiografía de los dolores de la relación
de Hays con su difunta esposa. La reflexión siempre fue sobre las relaciones y
la soledad, y no tanto sobre el caso policial.
La escena que cierra la
temporada, con Hays en Vietnam y perdido en la selva, es la clave de toda la
temporada. En realidad Hays nunca salió de allí, de las misiones de
reconocimiento. Se comporta como si estuviera ahí en 1980 y 1990 y, en 2015, la
soledad proviene de ese Alzheimer que lo encierra en su cabeza. Se acostumbró a
estar solo siempre, no entrando en diálogos muy reflexivos sino que expresando
la emoción desde otras aristas; en este sentido, los rictus, posturas y guiños
que logró sacar al personaje estando en la vejez, son excepcionales.
El guion dejó algunas preguntas
son responder, siendo la más relevante el saber si reconoció a Julie o si la
enfermedad le jugó una mala pasada. Cuando concluye que ella fingió su muerte y cuando finalmente la encuentra, no se da cuenta que, posiblemente, esté parado junto a la
chica que buscó casi toda su
vida. Hay que mencionar que Ali es el único protagonista y prácticamente no hay
desarrollo para sus secundarios, sin embargo, Stephen Dorff cumplió un rol a la
altura, empatizando con sus miserias y acoplándose a los clichés del
policía deprimido, sobre todo en esa gran escena del bar, cuando el consuelo lo
encuentra en un perro callejero. Carmen Egojo, por su parte, fue la pieza
omnipresente que guía al final de toda la historia policial y que tanto los
obsesionó a ambos; ese último encuentro tras leer el libro, y ella con la
apariencia de 1980, fue un cierre a ese camino tortuoso y fueron parte de los todos los trucos que usó Pizzolatto para
contar su poema de soledad.
El acento en la memoria, en el
paso del tiempo (marcado por ese poema de Delmore Schwartz que Amelia
lee en la universidad), le confirió a la
temporada un tono más reflexivo, siendo igualmente muy sólida. Las actuaciones intensas, la densa escritura de Pizzolatto, la dirección
calibrada, la música triste de T. Bone Burnett, la cinematografía que
cambia los matices para reflejar los distintos períodos de tiempo…todos estos
elementos contribuyeron a que “True Detective” volviera a sus ruedos y saliera
airosa, con un Mahershala Ali que nuevamente será protagonista de la temporada
de premios por esta actuación y por el primer éxito de HBO, en un año donde debiera estar por sobre Netflix según la parilla que tiene anunciada, siendo este su primer batacazo.