martes, 21 de mayo de 2019

Game of Thrones, temp final: adiós a un momento en la televisión


Aunque suene grandilocuente, el final de GoT, que en EEUU tuvo una audiencia de 19 millones, significó no solo el desenlace de una gran historia basada en mitos, profecías, muertes sangrientas y una lucha monumental por un trono. Significó, además, despedirse de un momento único de la televisión, el cual sofisticó batallas y su visualidad y revivió la importancia y equilibrio que debe existir entre la literatura y la ciencia ficción. Vertiginosa a más no poder, la season finale no buscó cierres bonitos, hizo caso omiso a sus propias leyendas y volvió constantemente a la temporada inicial, buscando cerrar el círculo de un extraordinario viaje.

El monólogo de Tyrion  fue el momento culmine del episodio final de la serie más relevante de la década 2010-20.  En él, el personaje enano repasa la declaración de principios de David Bienoff y  D. Weiss: nada es más valorable y exitoso que las buenas historias. Y aunque se haya establecido una legión de fans y desatado sobredosis de emociones, era imposible aseverar que el final iba a ser perfecto, debido a lo gigante que había sido todo el desarrollo anterior.

Durante varios capítulos estuvimos impotentes ante la nula capacidad de Jon de hacer lo que tenía que hacer. Ahí fue cuando resurgieron los “No sabes nada, Jon Snow”. Y qué decir cuando se reunió con un Tyrion que aguardaba su ejecución. La conversación entre ambos condensó toda la decepción, el dolor,  la devastación, el futuro. Solo Jon podía empuñar esa daga, sólo a él Drogon le permitió pasar sin asesinarlo. Jon fue el verdadero protagonista de toda esta historia y sí, fue frustrante hasta más no poder. Ya teníamos una indicación de que Daenerys iba a morir en la sala del trono de hierro, según la visión que tuvo en la segunda temporada, asique era cuestión de minutos llegar a comprobarlo. Sin echarse al hombro la carga dramática del momento, Jon da muerte a su reina traspasándole todo el arco de emoción a Drogon, el que al ver la espada asesina en el pecho de su madre, la asocia a aquellas clavadas en el trono, regurgitando toda su furia hacia ese codiciado elemento y no hacia Snow. Los dragones fueron protagonistas de esta temporada brindando la emoción y la hermosura de la edición y fotografía de las imágenes, culminando todo con ese vuelo entre las nubes cargando el cuerpo de la extinta khaleesi. 


Por este acto, Jon fue al sacrificio sin que la serie diera relevancia a que era un Targaryen, más bien, este detalle se usó para instalar en la mente del espectador la nula posibilidad de amor entre tía y sobrino. ¿Quién asume entonces, el trono tan arduamente disputado?, nada menos que el dueño de la mejor historia, de la experiencia de vida más  dura, para que con ese pundonor pudiera reconstruir lo que está por venir. Una solución impecable en manos del mejor estratega de la serie: Tyrion. Él representó la sabiduría, entendió que el nuevo mundo necesitaría un relato, una historia que fuera la alerta del pasado, y por eso es la Mano; el que administra y piensa,  el sabio que no sabe todo.


Gusano Gris y los suyos zarparon a Naath, y la noble Brienne cerró su ciclo despidiéndose de Jaime revalorizando su hombría.

El final de Sansa fue su inclaudicable lucha por el reinado. Sabiendo que había una soberanía conseguida en base a sangre, no  renunció a su destino ni siquiera ante su hermano, elegido por un concilio que se planteó en un nuevo futuro.

Arya se libera de aquella lista de muerte y reordena sus prioridades. Y decide que aquella es la libertad. Así, parte hacia lo desconocido, en soledad, volviendo a ser fuerte en su propia autenticidad. Este viaje que inicia pide a gritos un spin-off, el que seguramente nunca veremos.


Y Jon retornó donde todo comenzó, al lugar donde se siente seguro y donde todo es distinto ahora. Por eso se siente en el deber de conducir a la gente hacia un nuevo destino.

Dos conclusiones importantes: prevaleció la casa Stark, aquella sin castillo, la  de nieve y barro, la que no tenía intelectuales, la del lobo herido, el bastardo, el rey roto, la mejor reina y la valiente guerrera. Y prevalecieron los desterrados, los pobres, los que pelearon cara a cara con la muerte, no ahora, sino que siempre; los que reconocieron en Jon ese “estar afuera” para poder “estar adentro” cuando fuere necesario; el pueblo.

“El trono de hierro” no fue el mejor capítulo y tampoco el más  espectacular, pero sí fue un desenlace satisfactorio para el inmenso viaje del que fuimos parte por tantos años. ¿Es más importante el viaje que el final de éste? Claro que sí. Un cierre coherente, que logró estar a la altura y que dio punto final a un instante de la televisión, con nuevos estándares en cuanto a escenas de batallas y con una historia cuyas precuelas (queremos spin off!) pretenden alargar aún más esta ficción prodigada al mundo por una serie de TV basada en mitos y leyendas de un reino inventado, pero del cual millones se sintieron parte.