sábado, 28 de noviembre de 2020

Entre el “Diego” y “Maradona”: dos miradas al astro del fútbol

Películas y documentales sobre la vida de Diego Armando Maradona, abundan. Tras su inesperada muerte, los fans se han volcado a Youtube y a plataformas de descarga, intentando dar con los nombres que, con distintos enfoques, han tratado de vender un retrato del astro argentino. Algunos ejemplos son el documental de Javier Vázquez “Amando a Maradona” (2005), y las películas “El día que Maradona conoció a Gardel” (1996), “Maradona, la mano de Dios” (2007), o la serie “Maradona en Sinaloa” de Netflix. La mayoría de estas producciones fueron del agrado del otrora rey del fútbol, pero otras no tanto, como fue el caso del documental dirigido por el británico Asif Kapadia, estrenado en Cannes 2019, y con el mismo Maradona siendo partícipe en la elección de quienes hablarían sobre su carrera.

Por el contrario, uno de los más renombrados es el documental “Maradona by Kusturica”, el cual fue mucho mejor recibido por el argentino, porque su retrato es desde la perspectiva de un revolucionario del fútbol, el Dios, el drogadicto y la leyenda.

Así, el metraje de Kusturica muestra diversas facetas de Maradona desde la admiración que sienten hacia él millones de personas, poniendo acento en que su origen humilde no fue obstáculo para desarrollar un talento abrumador. El director aparece en varios momentos siendo el que permite el diálogo, e incluso llega a llamarlo el  “Sex Pistols del fútbol”. Con esta intimidad, Diego se entrega y logra revelar detalles de su vida de los que nunca había hablado, como preguntarse hasta dónde habría podido llegar de no haber caído en la droga; junto con eso, el docu repasa los lugares favoritos del astro, lo cual permite acercar la producción a su origen, a cómo, a través de sus contextos sociales, se fue transformando en ídolo. Y uno de los momentos más notables, es aquel en que las grandes figuras políticas del mundo quedaban impresionadas por su carisma; el caso más emblemático es el de Fidel Castro, con quien el futbolista tuvo una estrecha amistad. “Maradona by Kusturica” está hecho desde la admiración del director y se nota. No es malo que un realizador decida filmar a alguien que admira, pero Kusturica es un artista y se espera una mirada que no sea la de un fan y nada más.

Héroe, campeón del pueblo, ídolo caído, inspiración para millones. Gracias a la intimidad sin precedentes que logra con  el Diego, Kusturica lleva al público hacia un viaje basado en la adoración pura.

Once años después de este controvertido documental, el ganador del Oscar Asif Kapadia se lanzó con otro retrato al capitán de la selección argentina ganadora de la Copa del Mundo de 1986, en “Diego Maradona”. Aquí, la propuesta es otra, con un documental más clásico y cronológico, y que se planta desde el concepto del caos interno que le provoca a una persona dejar de ser “Diego”, e inventarse un personaje (“Maradona”), para lidiar con su realidad de ídolo.

Aunque Maradona era un genio con el balón, la película se concentra en el otro lado, en su vida fuera del campo de juego. El documental recorre sus mejores años (del ‘84 al ’91), cuando su leyenda empezaba a escribirse en Nápoles, un equipo que jamás había ganado la liga italiana, hasta que con Maradona la consiguieron dos veces. También se muestra la victoria en el mundial de México y se expresa la idea de que no necesitó ayuda, que se “echó al hombro” a su equipo, y que el temple era lo que le daba la fuerza para resolver cada partido a su favor.

La historia de Maradona es gigante, pero ha sido contada varias veces. Kapadia, entonces, necesitaba un nuevo ángulo, a pesar de tener casi 500 horas de material de archivo, muchas de carácter inédito, lo cual lo vuelve una delicia a la vista. Tal como lo hizo con “Amy” y “Senna”, Kapadia elige la voz en off para relatar los hechos, sin embargo, en este documental se habla de una persona que aún vivía (para el estreno), por lo cual incluir la voz de Maradona era una novedad en su estilo; de esta manera, se obtienen frases claves y declaraciones que le den soporte a la puesta en escena, rica en imágenes ochenteras; en sus intervenciones, el futbolista tiene pasajes interesantes, como cuando dice que en Italia, el racismo llevaba a declarar a los ciudadanos de Nápoles como los “africanos” del país. Kapadia apoya ese contexto con declaraciones de amigos, ex novias, su ex esposa, su hermana, para ampliar la mirada de la historia, pero es decepcionante que haya escogido limitarse a los años (bien documentados) del paso del futbolista por  el club italiano, aunque, por otro lado, es la mejor forma de comprender su figura como transformador de una sociedad completa, como la insignia de la esperanza y la alegría de una ciudad olvidada; sin embargo, abundan las imágenes de fiestas y salidas nocturnas, lo cual lo vuelve predictivo. Y esto puede deberse a que Kapadia se acogió a la hipótesis del entrenador de Maradona, Fernando Signorini, quien explicita que, según él, existen dos personalidades: “Diego” el pobre, el de la villa sin luz ni agua y que, a pesar de esa adversidad, era encantador y generoso; y “Maradona”, el futbolista, la estrella, el ego. Kapadia  decide hacer una película sobre Maradona en lugar de hacerla sobre Diego, lo cual deja fuera la posibilidad de ahondar en su pensamiento político, en sus conflictos con el poder, en su visión de lo que representa su legado, y de cómo podía seguir inspirando a las futuras generaciones.

Kusturica y Kapadia son grandes realizadores, reconocidos y premiados, pero ninguno logró hacer “el gran” documental sobre Diego Armando Maradona. Ni desde el punto de vista de la admiración, ni desde el egocentrismo. Su muerte, sin duda, va a generar nuevas visiones y reinterpretaciones de sus éxitos y fracasos, de sus caídas y renaceres, pero en este momento lo que le importa a su fanaticada y a su pueblo es llorarlo, y llorarlo mucho, porque algo se partió, un capítulo se cerró en la vida de millones y, quizás, ya no haya más nada que decir, porque todo se dijo. 

Que las miles de imágenes de su pie izquierdo haciendo esa magia que regó de gloria su suelo, sigan repitiéndose en tood el mundo y por generaciones, como la mejor herencia de un personaje sin igual.  

viernes, 6 de noviembre de 2020

The Alienist:Angel of Darkness, temp 2: bebe de las mejores sin querer correr el cerco

Tardó tanto en llegar que las expectativas eran altas. Sin embargo, reafirma que solo quiere ser correcta, tomar los mejores elementos de los nombres que la llevan en el formato y proponer un visionado que entretiene y deslumbra por su puesta en escena.

 Cuando la primera temporada de “The Alienist” se estrenó en 2018, hubo una moderada expectativa. Era el proyecto de Cary Fukunaga, aunque terminó cediéndolo al, también experimentado, Jakob Verbruggen. La gesta fue difícil, pues era la época de “Mindhunter”, con un Fincher inspirado, y con otros programas que analizaban la naturaleza humana desde una versión dolorosa. El reto no fue fácil pero logró salir a flote gracias a sus deslumbrantes locaciones, y a los roles más que dignos de Daniel Brühl, Dakota Fanning y Luke Evans en los principales, más una historia cruel que  dejó varias preguntas sin responder.

Había dudas para una segunda temporada, por lo que hubo reestructuración de guionistas y Stuart Carolan asumió el reto junto a el ex “Peaky Blinders”, David Caffrey. Pero la transición no fue violenta, pues esta “The Alienist” de 2020 , parece solo una continuación de lo que vimos hace dos años; así llegó esta “Angel of Darkness”, la que presentó un guion interesante, basado en los libros, pero quedando detrás, por ejemplo, de “Perry Mason” de HBO, la que sí logró  crear una atmósfera tensa e intrigante. “The Alienist” tropieza en ese intento y a los pocos capítulos plantea errores de estructura.

Los actores no son el problema, sino que lo son los personajes. Sara Howard (Dakota Fanning) dio un paso adelante en su sueño de contar con su propia oficina y emplear solo mujeres como detectives. Un guiño al presente. Luke Evans regresó a su papel de periodista y cayó en los ripios del hombre leal y fiel hasta la muerte. El caso más lamentable es el de Daniel Brühl; el Dr. Lazlo Kreizler perdió magnetismo, encanto; ese alienista misterioso fue reemplazado por un tipo aburrido y problemático, cuya guinda de la torta fue ese extraño enamoramiento de los episodios finales y que, sinceramente, no nos interesaba ver en un personaje como ese, fascinado por los instintos reprimidos e incontrolables del ser humano. En este momento, no se necesitaba.

Nuevamente, la puesta en escena fue elegante, intelectual, rica en vestuario y elementos escenográficos. Basada en la podredumbre que exultaba “The Knick”, se nos presenta esta Nueva York  que sirve como escenario para el desarrollo del caso de “Angel of Darkness”, cuya antagonista está muy bien elaborada y lograda, aunque solo en los episodios finales se le da un espacio para profundizar en los desórdenes y carencias que la llevaron a cometer esas fechorías; y esto también es un desperdicio pues no hinca el diente en esa arista, en esa deformación mental que le hace perpetrar lo que se le imputa, porque la historia pasa buena parte de sus capítulos defendiendo a la heroína (Sara), en lo que parece ser un hilo argumental destinado a sentar las bases del liderazgo femenino. 

Ambientada en 1897, al borde de la guerra hispanoamericana, ni el racismo,  ni el prejuicio, ni la sicología de los criminales son los argumentos centrales, por lo que hay varios momentos en que todo se pierde en extensos  diálogos, filosóficas conclusiones, mucha sangre y  gritos. Con  tramas algo sobrecargadas de drama , “The Alienist: Angel of Darkness” deja de lado el carisma que había logrado el personaje de Daniel Brühl, en la primera temporada, y lo reemplaza por el ímpetu de una joven que se impone en un terreno de hombres; sin embargo,  esa mezcla no fue suficiente para que la serie encontrara su propio lenguaje como serie procedimental; así todo, no aburre y eso ya es bastante, mas no suficiente para asegurar una tercera parte.