lunes, 24 de junio de 2019

Dark, temp 2: el acertijo de la vida


Con una trama inmensa y una estética gótica, “Dark” fue una de las grandes revelaciones de Netflix en 2017.  El mundo clamó por su continuación y ya presentó su segunda temporada, con una narrativa superior y personalidad propia, mostrando este mundo caótico en el que Jonas debía  infiltrarse para encontrar sus propias respuestas, las que fueron abarcando varias líneas de la filosofía y el existencialismo.

“Ahora no es “cuándo”, sino “en qué mundo”. Continuidad directa y sólida. Casi dos años hubo que esperar para que Netflix trajera la segunda temporada de una apuesta silenciosa que, en 2017, le tributó tanto o más gas que “Stranger Things”. El futuro postapocalíptico que da vida a la historia se presentó como un agujero lleno de acertijos, donde la verdad sobre las desapariciones de los habitantes de Winden servía como excusa para entrar en la dinámica narrativa.  Baran bo Odar y Jantje Friese se enfrentaban a la impensada temporada 2 de “Dark” con un  público masivo exigiendo respuestas a esas preguntas con tintes filosóficos, religiosos, del libre albedrío y demás, sobre la conexión entre el pasado y el futuro. Los viajes en el tiempo mueven la historia, pero acá son utilizados para plantear cuestiones como el de dónde venimos, hacia dónde vamos, si somos realmente libres.Este correcto tratamiento le dio otro status a la ficción y exige atención y convicciones.


Si con 3 tiempos argumentales el panorama ya era complicado de seguir, en la sesión 2 se arriesgan con más, sumando dos puntos cruciales a esas separaciones de 33 años. Ahora estuvimos mucho más en el pasado y futuro que en el presente, siguiendo a un Jonas que continuaba su cruzada para salvarse a sí mismo, pero al paso que avanzaba se iba dando cuenta de que esto era mucho más grande que su propia urgencia. Y así “Dark” funciona, porque es inteligente en el uso que hace de un género en el que casi todo está dicho. Tras dos episodios iniciales necesarios para reparar asuntos narrativos inconclusos,   desde ahí el guion se hace cargo de  lo que viene y lo hace con planteamientos cada vez más interesantes, que la hacen crecer como propuesta, y reserva su clímax para el episodio de mitad de temporada. Parecía difícil encajar todas las piezas, pero la serie siempre lo consiguió.

Sin duda que el guion es lo que marca el ritmo y el tono de la temporada con una base narrativa  mucho más negra que  la de la sesión debut, alejándose de Hawkins para acercarse a  “Twin Peaks”. Hay una evolución evidente en el drama y en la estética, muy bien utilizada por Odar y Friese, para dar esa sensación de desesperanza y dolor en el estado de ánimo de los personajes y en el misterio que se respira en cada escena. Y si le sumamos la paleta de colores y la melancólica banda sonora, se elabora todo un circuito narrativo del cual es difícil escapar, porque te lleva, te sirve como hilo conductor.

Saber que la temporada 3 será la última ayuda a confiar en que no tendremos idas y vueltas innecesarias en esta potente historia, la que ha ido dejando muchos heridos en el camino y nos da un matiz de cómo se ve nuestro mundo en 33 años más y cuáles son las preguntas que allí se hacen. La segunda temporada de “Dark” acierta en todo, es pura oscuridad y se clava como una de las mejores series originales de Netflix. 

domingo, 9 de junio de 2019

Chernobyl: el terror de la mentira

Las miniseries históricas han sido sello de HBO. Desde "Mildred Pierce" hasta "The Pacific", las propuestas han ganado en intensidad y dramatismo, pero hacía tiempo que no lograban un impacto tan potente como el provocado por "Chernobyl".


Después del final de "Game of Thrones", del cual se hablaba desde el año pasado, creíamos que HBO iba a descansar en los laureles de finalizar una producción tan apoteósica y que durante 8 años fue su caballito de batalla. Estos grandes esfuerzos por visibilizar la relevancia de la serie medieval, dejaron en segundo plano a otras propuestas que la cadena tenía en preparación, lanzando al sacrificio (ir después de GOT era arriesgado) y casi sin publicidad, a una miniserie cruda y dura, basada en una de las mayores  catástrofes de la humanidad. "Chernobyl" se sobrepuso y se sostuvo en base a actuaciones descomunales, un guion sólido y perfecta ambientación, todo sostenido en el principio de que los hechos pueden negarse, pero que siempre van a estar ahí. El castigo a Valeri Legasov por decir la verdad ayuda a enfatizar la tesis de Craig Mazin, usando la figura de la KGB como depurador. Cuando se empeña en negar esa verdad, en ignorarla, en construir una red de mentiras para invisibilizarla, se acaba pagando un precio gigantesco.

El accidente nuclear expuso la mezquindad de las instituciones, las serviles, las que purgaban a todos los que creyeran que, al exponer lo que funcionaba mal, se ponía en peligro a la nación. La miniserie traza, además,  la conexión entre aquella URSS en declive con los políticos actuales (como los de Estados Unidos), obcecados en tachar de noticias falsas todo lo que contradiga sus discursos.

"Tendremos nuestros villanos, tendremos nuestros héroes y tendremos nuestra verdad". Conceptualizada para no darnos respiro, el relato se centró en la enormidad de la catástrofe y de las mentiras oficiales. Acá reposan las claves de su tremendo éxito, ejemplificadas en imágenes editadas y fotografiadas con perfección: la matanza de los animales, las terribles imágenes de los muertos en vida, la debacle en los hospitales, las consecuencias físicas y familiares de la exposición a la radiación, y el momento del juicio, son solo algunos de los más álgidos y que la transforman en una extraordinaria producción. Si analizamos el juicio como la oportunidad de la justicia, Mazin recurrió a enfatizar la explicación con tarjetas rojas y azules, junto con los flashback hacia aquella noche, para construir un ascenso en tensión hacia la explosión misma, pero también hacia el testimonio de Legasov, de quien no sabemos si dirá en público que el gobierno sabía que el reactor tenía una falla de diseño. La recreación del juicio es magnífica; no hay música dramática ni efectos especiales, sólo tres personas, una gran verdad, el peso de las muertes, el descrédito a la ciencia, el fin de una nación, las nulas esperanzas.

Con su mezcla de imagen vintage, recursos del cine de terror apocalíptico y su aire soviético en la trama  política y de conspiración, "Chernobyl" nos ubicó con maestría, en 2019, en  el corazón del desastre nuclear que la historia contemporánea parecía haber olvidado. Las escenas finales, donde la miniserie se arroba su cuota documental, nos muestran que hasta hoy la zona está abandonada y que se debió construir un nuevo escudo, el que promete durar 100 años; a pesar de eso, la ciudad aún es sumamente radioactiva. ¿Cómo comprendemos el convivir con ese miedo?, ¿Cómo nos hacemos parte de una reflexión ante el devenir energético, cuándo las economías aún no se la juegan por las energías limpias y el presidente norteamericano desacredita mundialmente el fenómeno del calentamiento global?. "Chernobyl" dio en el clavo a nivel de producto televisivo y logró  que muchos  ya hayan olvidado la fantasía de "Game of Thrones" porque la realidad es aún más aterradora, es una que se te mete en la mente y que siembra la duda de si acaso es posible que vuelva a producirse una catástrofe de tal magnitud en la era de las fake news.