Con colores cálidos y con un espectro brilloso, Paul Thomas Anderson logra transportar a la audiencia no solo a la época setentera, sino que también a la atmosfera obtenida en Punch-Drunk Love e Inherent Vice. El director construye un film repleto de primeros planos que se convierten en la mejor carta de presentación para Cooper Hoffman y el mejor debut del año: Alana Haim.
“En unos años serás un hombre exitoso y te iras de aquí. Mientras, yo seguiré acá”, dice Alana. “Nos iremos los dos”, responde Gary. La confianza y la inseguridad son los hilos que mueven la nueva historia de Paul Thomas Anderson. Gary es un adolescente que ha vivido mucho y Alana es una mujer que ha vivido poco y que necesita urgentemente buscar su camino. Así vamos viendo cómo esta historia de encuentros y desencuentros, se desarrolla por personajes absorbidos por la cultura gringa de los ‘70. Licorice Pizza es una carta de amor sobre los sueños de una vida que comienza y examina la nebulosa que recorre el pensamiento de un chico que cree que puede enamorar a una adulta o abrir su propio negocio en plena adolescencia. Es un film que aprovecha la idiosincrasia norteamericana de la época y expone a Gary como celoso y orgulloso, pero también preocupado por los suyos. Mientras que Alana vive contra reloj.
El juego de roles se encuentra siempre
presente en los personajes de Paul Thomas Anderson. Todos buscan responder esa terrible pregunta de ¿Quién soy?, y allí es
donde han aparecido aquellos que sienten
que el mundo les pertenece, como Eddie de Boogie Nights, Frank de Magnolia,
Lancaster Dodd en The Master, o Daniel Plainview y Reynolds Woodcock en There
Will Be Blood y Phatom Thread; y hasta aquellos donde la inseguridad
interna no los deja avanzar, como Barry en Punch-Drunk Love, Linda
Partridge en Magnolia o Larry en Inherent Vice. Lo que tienen en común es
que, en estas tramas adultas y complicadas, el autor siempre dejaba caer a sus personajes rendidos ante el
amor…ya sea al padre, al olvido de un hijo o a la de una relación toxica. Todo este
cine abrumador a veces puede necesitar de una válvula de escape para que el
director se reencuentre con su estilo. Y es ahí donde aparece Licorice
Pizza en la vida de PTA, porque tras el desgaste que significó para él rodar
Phantom Thread, necesitaba algo simple, pero con vida. Licorice Pizza es su
novena película y es donde decide volver a la simpleza. Toma
personajes jóvenes y antes de que caigan sucumbidos ante la avaricia y el
orgullo, interviene para cambiar sus
destinos, ese donde triunfa el amor, donde se nota
que filmó ‘en familia’, donde asoma el hijo de Phillip Seymour Hoffman, Maya Rudolf,
los hijos del director, las hermanas de Alana Haim. Aire fresco, libertad,
alegría, con aires a American Grafitti y a la propuesta de Richard Linklater.
Apoyando la tesis sobre el destino de los personajes de Anderson del párrafo anterior, puede ser que Gary y Alana tampoco tengan un buen final. Pero es solo una probabilidad y eso le da vida a esta especie de cuento de hadas, narrada con sensibilidad, con un tono de filmación adecuado para eso, con bromas que resultan y otras que no, con personajes bien logrados y otros que no, con el lente envejecido que da la apariencia de estar viendo esas comedias del cine de los ‘70….todos estos detalles la vuelven una pequeña rareza dentro de una filmografía fulgurante, pero igualmente es más cercana y simple que varias perlas del mejor director de cine de los últimos 20 años.