sábado, 8 de enero de 2022

Licorice Pizza: aire fresco y alegría de vivir

Con colores cálidos y con un espectro brilloso, Paul Thomas Anderson logra transportar a la audiencia no solo a la época setentera, sino que también a la atmosfera obtenida en Punch-Drunk Love e Inherent Vice. El director construye un film repleto de primeros planos que se convierten en la mejor carta de presentación para Cooper Hoffman y el mejor debut del año: Alana Haim.

“En unos años serás un hombre exitoso y te iras de aquí. Mientras, yo seguiré acá”, dice Alana. “Nos iremos los dos”, responde Gary. La  confianza y la inseguridad son los hilos que mueven la nueva historia de Paul Thomas Anderson. Gary es un adolescente que ha vivido mucho y Alana es una mujer que ha vivido poco y que necesita urgentemente buscar su camino. Así vamos viendo cómo esta historia de encuentros y desencuentros, se desarrolla por personajes absorbidos por la cultura gringa de los ‘70. Licorice Pizza es una carta de amor sobre los sueños de una vida que  comienza y examina la nebulosa que recorre el pensamiento de un chico que cree que puede enamorar a una adulta o abrir su propio negocio en plena adolescencia. Es un film que aprovecha la idiosincrasia norteamericana de la época y expone a Gary como celoso y orgulloso, pero también preocupado por los suyos. Mientras que Alana vive contra reloj. 

El juego de roles se encuentra siempre presente en los personajes de Paul Thomas Anderson. Todos  buscan responder  esa terrible pregunta de ¿Quién soy?, y allí es donde han aparecido aquellos  que sienten que el mundo les pertenece, como Eddie de Boogie Nights, Frank de Magnolia, Lancaster Dodd en The Master, o Daniel Plainview y Reynolds Woodcock en There Will Be Blood y Phatom Thread; y hasta aquellos donde la inseguridad interna no los deja avanzar, como Barry en Punch-Drunk Love, Linda Partridge en Magnolia o Larry en Inherent Vice. Lo que tienen en común es que, en estas tramas adultas y complicadas, el autor siempre  dejaba caer a sus personajes rendidos ante el amor…ya sea al padre, al olvido de un hijo o a la de una relación toxica. Todo este cine abrumador a veces puede necesitar de una válvula de escape para que el director se reencuentre con su estilo. Y es ahí donde aparece Licorice Pizza en la vida de PTA, porque tras el desgaste que significó para él rodar Phantom Thread, necesitaba algo simple, pero con vida. Licorice Pizza es su novena película y es donde decide volver a la simpleza. Toma personajes jóvenes y antes de que caigan sucumbidos ante la avaricia y el orgullo, interviene para cambiar sus destinos, ese donde triunfa el amor, donde se nota que filmó ‘en familia’, donde asoma el hijo de Phillip Seymour Hoffman, Maya Rudolf, los hijos del director, las hermanas de Alana Haim. Aire fresco, libertad, alegría, con aires a American Grafitti y a la propuesta de Richard Linklater.

La película aprovecha pequeñas situaciones que parecen no tener relación, para ir construyendo la necesidad de ambos protagonistas; por ejemplo, cuando la policía se lleva a Gary, Alana corre hacia él, y lo mismo cuando ella cae de la moto del personaje interpretado por Sean Penn. Corren mucho durante la película y cada corrida corresponde a un punto importante, porque a pesar de que ambos creen que nunca van a estar juntos, por la diferencia de edad o por sus evidentes discrepancias, una fuerza mayor siempre los hace regresar. De esta manera, Licorice Pizza es una buena película de comedia, con escenas que recuerdan a la antigua comedia norteamericana. Y qué decir de su BSO, con un gran Jonny Greenwood y el siempre eficiente uso de la música de David Bowie. También cuenta con cameos de Bradley Cooper (con una increíble interpretación del productor Jon Peters), además de Tom Waits, Sean Penn, Ben Safdie y hasta el papá hippie de Leonardo DiCaprio.

Apoyando la tesis sobre el destino de los personajes de Anderson del párrafo anterior, puede ser que Gary y Alana tampoco tengan un buen final. Pero es solo una probabilidad y eso le da vida a esta especie de  cuento de hadas, narrada con sensibilidad, con un  tono de filmación adecuado para eso, con bromas que resultan y otras que no, con personajes bien logrados y otros que no, con el lente envejecido que da la apariencia de estar viendo esas comedias del cine de los ‘70….todos estos detalles la vuelven una pequeña rareza dentro de una filmografía fulgurante, pero igualmente es más cercana y simple que varias perlas del mejor director de cine de los últimos 20 años.