En su 9ª película, absolutamente
coral, Quentin Tarantino transforma
la realidad como solo él sabe hacerlo, utilizando su visión mítico-poética de
una época crucial de la cultura popular norteamericana.
Quentin Tarantino ha dicho que la
pareja protagonista de “Once Upon a Time in Hollywood” representa lo que eran Robert
Redford y Paul Newman. Y ese es el pilar que soporta esta entretenida
película, uno de los estrenos más esperados de este año. En otro acto de
justicia poética, de los muchos que contiene el film, Tarantino sabe contarnos
una época y desentrañar algunas de sus
claves, sin que parezca que lo está haciendo, porque lo que nos plantea es una lectura del propio cine y con mayúsculas.
Rick Dalton simboliza al viejo
Hollywood, a ese que ya no tiene cabida
frente a la generación de los ’60, la que emergió para barrer con el pasado. Leonardo DiCaprio
no tiene miedo al ridículo y volviéndose un actor de comedia, interpreta de
una manera magistral la realidad que vive Dalton; el sufrimiento del actor ante
el tiempo que lo alcanzado es simplemente brillante, y serían varias páginas
las que necesitaríamos para describir una inmensa actuación, la que ya ha
dejado varios memes debido a lo convincente que luce en cada reto. Esto
reafirma la química infinita que existe con Tarantino, que ya lo dirigió en “Django
Sin Cadenas”, sacándole un villano magistral.
Y el que no se queda atrás es Brad Pitt, quien interpreta al doble de Dalton, pero
que juega a esa mixtura de ser una contraparte de Rick; Cliff Booth está lleno
de misterio, pero es fuerte y seguro de sí mismo, a pesar de comprender
claramente que debe conformarse con lo que le toca; sin embargo, tendrá grandes
escenas durante la película, junto a su adorable perrita rottweiler, la que
también se roba parte de la atención. La interpretación de Brad también es absolutamente
convincente, repitiendo un trabajo
perfecto bajo el lente de Tarantino, tal cual ya había pasado en “Bastardos Sin
Gloria” y su espectacular teniente Aldo Raine. Además, logra que nos
preguntemos cómo puede tener 56 años…y parecer de 30!.
Y la tercera estrella de esta
constelación es Margot Robbie, quien da vida a una Sharon Tate desconocida, llena de frescura y entusiasmo por entrar al mundo del cine. Y acá
podríamos relevar lo del homenaje, pues la figura de Tate es solo recordada por
la forma horrorosa en la que el clan Manson le dio muerte, pero nunca se ha
reparado en su vida. Tarantino nuevamente recurre a los gestos, como aquel en el que Tate entra a una librería para comprar “Tess
d’Urberville”, de Thomas Hardy, novela que sería llevada a la pantalla grande por
Polanski, años después, con un éxito arrollador. O cuando Tate ve en el cine “Las demoledoras”, aquella
comedia en la que compartió protagonismo con Dean Martin y Elke Sommer. Quentin invita a celebrar la vida de quien muchos conocen solo su muerte. Y otro
grupo que también llega a un gran nivel, son esas mujeres que formaron el grupo
de adoración de Charles Manson, principalmente en la secuencia en el rancho
donde antes se rodaban wésterns y ahora vivía esa comunidad. Toda la película
es un desfile de buenos momentos, orgánicos, sin utilizar las largas conversaciones tan
típicas de la filmografía del director: la pelea de Cliff con Bruce Lee;
el diálogo entre el sufrido Dalton y la
niña actriz; la virulenta pelea a ritmo de la versión que Vanilla Fudge hizo de
“You keep me hangin' on”; la fiesta Playboy, o cuando Pitt se saca la
polera para arreglar la antena en el techo, o la divertidísima escena centrada
en “La gran evasión”. Todo está filmado sin exageración, con perfectos
encuadres, con hermosa ambientación, sobre todo cuando nos lleva a Italia, al
mundo del spaguetti western, subgénero que el director amó en su niñez y al
cual dedica un ecléctico collage que, sin duda, emocionará a los fans
de Sergio Leone.
Toda esta construcción, Tarantino
la toma de hechos reales y los acomoda de acuerdo a su fantasía, una que le sirve para glorificar una época en la que creció y a una industria odiada y venerada. Como en la
mayoría de sus películas, logra un balance interesante entre el género que
busca retratar y su propia identidad visual, pues no se aleja de clichés que logran sobresalir
gracias un guión fresco, una edición y narrativa muy específica y
personajes bien delineados.
En su tan anunciado penúltimo
film. ¿Cuál habrá sido el objetivo de Tarantino?, la respuesta es mostrar que el cine modifica la historia. El
director observa a los fracasados, a los perdedores, y les ofrece una revancha. La
gesta de Dalton y su doble, con sus luchas , generosidades, vicios y lealtades,
se consume en una fiesta final al estilo del director. Aquí, el cine toma el
poder desde los sueños y nosotros le agradecemos a Quentin el haber juntado a ídolos
noventeros en una película que lo vale,
donde resplandece por geniales actuaciones y por una química que siempre
creímos que tenían DiCaprio y Pitt, pero que ni en nuestro mejor pensamiento habríamos
creído que era tan real.