jueves, 19 de septiembre de 2019

Once Upon a Time in Hollywood: crónica de la historia


En su 9ª película, absolutamente coral, Quentin Tarantino transforma la realidad como solo él sabe hacerlo, utilizando su visión mítico-poética de una época crucial de la cultura popular norteamericana.

Quentin Tarantino ha dicho que la pareja protagonista de “Once Upon a Time in Hollywood” representa  lo que eran Robert Redford y Paul Newman. Y ese es el pilar que soporta esta entretenida película, uno de los estrenos más esperados de este año. En otro acto de justicia poética, de los muchos que contiene el film, Tarantino sabe contarnos una época y desentrañar algunas de sus claves, sin que parezca que lo está haciendo, porque lo que nos plantea es una lectura del propio cine y con mayúsculas.

Rick Dalton simboliza al viejo Hollywood, a ese  que ya no tiene cabida frente a la generación de los ’60, la que emergió para barrer con el pasado. Leonardo DiCaprio no tiene miedo al ridículo y volviéndose un actor de comedia, interpreta de una manera magistral la realidad que vive Dalton; el sufrimiento del actor ante el tiempo que lo alcanzado es simplemente brillante, y serían varias páginas las que necesitaríamos para describir una inmensa actuación, la que ya ha dejado varios memes debido a lo convincente que luce en cada reto. Esto reafirma la química infinita que existe con Tarantino, que ya lo dirigió en “Django Sin Cadenas”, sacándole un villano magistral. Y el que no se queda atrás es Brad Pitt, quien interpreta al doble de Dalton, pero que juega a esa mixtura de ser una contraparte de Rick; Cliff Booth está lleno de misterio, pero es fuerte y seguro de sí mismo, a pesar de comprender claramente que debe conformarse con lo que le toca; sin embargo, tendrá grandes escenas durante la película, junto a su adorable perrita rottweiler, la que también se roba parte de la atención. La interpretación de Brad también es absolutamente  convincente, repitiendo un trabajo perfecto bajo el lente de Tarantino, tal cual ya había pasado en “Bastardos Sin Gloria” y su espectacular teniente Aldo Raine. Además, logra que nos preguntemos cómo puede tener 56 años…y parecer de  30!.


Y la tercera estrella de esta constelación es Margot Robbie, quien da vida a una Sharon Tate desconocida, llena de frescura y entusiasmo por entrar al mundo del cine. Y acá podríamos relevar lo del homenaje, pues la figura de Tate es solo recordada por la forma horrorosa en la que el clan Manson le dio muerte, pero nunca se ha reparado en su vida. Tarantino nuevamente recurre a los gestos, como aquel en el que Tate entra a una librería para comprar “Tess d’Urberville”, de Thomas Hardy, novela que sería llevada a la pantalla grande por Polanski, años después, con un éxito arrollador. O cuando Tate ve en el cine “Las demoledoras”, aquella comedia en la que compartió protagonismo con Dean Martin y Elke Sommer. Quentin invita a celebrar la vida de quien muchos conocen solo su muerte. Y otro grupo que también llega a un gran nivel, son esas mujeres que formaron el grupo de adoración de Charles Manson, principalmente en la secuencia en el rancho donde antes se rodaban wésterns y ahora vivía esa comunidad. Toda la película es un desfile de buenos  momentos, orgánicos,  sin utilizar las largas conversaciones tan típicas de la filmografía del director: la pelea de Cliff con Bruce Lee; el diálogo entre el sufrido Dalton  y la niña actriz; la virulenta pelea a ritmo de la versión que Vanilla Fudge hizo de “You keep me hangin' on”; la fiesta Playboy, o cuando Pitt se saca la polera para arreglar la antena en el techo, o la divertidísima escena centrada en “La gran evasión”. Todo está filmado sin exageración, con perfectos encuadres, con hermosa ambientación, sobre todo cuando nos lleva a Italia, al mundo del spaguetti western, subgénero que el director amó en su niñez y al cual dedica un ecléctico collage  que, sin duda, emocionará a los fans de Sergio Leone.
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Toda esta construcción, Tarantino la toma de hechos reales y los acomoda de acuerdo a su fantasía, una que le sirve para glorificar una época en la que creció y a una industria odiada y venerada. Como en la mayoría de sus películas, logra un balance interesante entre el género que busca retratar y su propia identidad visual, pues no se aleja de clichés que logran sobresalir gracias un guión  fresco, una edición y narrativa muy específica y personajes bien delineados.

En su tan anunciado penúltimo film. ¿Cuál habrá sido el objetivo de Tarantino?, la respuesta  es mostrar que el cine modifica la historia. El director observa a los fracasados, a los perdedores, y les ofrece una revancha. La gesta de Dalton y su doble, con sus luchas , generosidades, vicios y lealtades, se consume en una fiesta final al estilo del director. Aquí, el cine toma el poder desde los sueños y nosotros le agradecemos a Quentin el haber juntado a ídolos noventeros  en una película que lo vale, donde resplandece por geniales actuaciones y por una química que siempre creímos que tenían DiCaprio y Pitt, pero que ni en nuestro mejor pensamiento habríamos creído que era tan real.