domingo, 30 de abril de 2017

FEUD: Ajustando cuentas con Hollywood

Ryan Murphy volvió a lograrlo. “Feud” pareciera querer inventar un nuevo género a través de ficcionar rivalidades históricas que “no nacen del odio, sino que del dolor”. El director se está convirtiendo en una especie de dramaturgo, al explorar esta arista de llevar historias reales a la pantalla, respetando el contenido histórico pero dibujando un guion propio y una dirección que logra resultados muy eficientes. He ahí el gran logro de “Feud”, cuya segunda temporada ya ha sido confirmada.

Ese dolor de haber sido adorada y ahora olvidada es el que retrató la primera temporada de “Feud” (“pelea”, en portugués) desarrollando un guion con el origen del dolor, pero aderezado con los golpes directos que dos divas se dieron en lo más profundo, y que la prensa de la época alimentó con ganas. La idea inicial fue retratar la dificultad que tenían las mujeres de 50 años para encontrar buenos roles en el viejo Hollywood, y qué mejor ejemplo para contar esa tesis que una rivalidad histórica y efectiva: Bette Davis (Susan Sarandon) y Joan Crawford (Jessica Lange) durante el período de grabación del clásico “¿Qué fue de Baby Jane?”. Esta fue la punta de lanza de Ryan Murphy, quien además es un reconocido admirador de Joan Crawford.

Bob Aldrich (interpretado de manera muy correcta por Alfred Molina) tuvo la tarea de unir a las dos estrellas, las que fueron tratadas como un producto en decadencia por ser maduras y no poder sostener films más comerciales. La perspectiva de los medios de comunicación cobró relevancia en “Feud”, pues ellos ayudaron a perpetuar la idea de que Joan y Bette eran pilares del egocentrismo. De hecho, gran parte del enfoque de la serie gira en cómo los medios empeoraron esta rivalidad con comparaciones físicas y profesionales, ya que el Hollywood de los ‘50 y ‘60 era una especie de industria de la belleza, que alababa a sus divas hasta cuando las arrugas delataban el paso de los años, convirtiéndolas en ejes que ya no engranaban en la cultura pop. Esta arista fue soportada por Hedda Hooper, una periodista que sabía los secretos más escondidos de las piezas que movían Hollywood. Su nombre fue encarnado recientemente en “Trumbo” y ahora se repite en “Feud”. Judy Davis dio vida a la periodista que funcionaba al off the récord y que se jactaba de haber destruido carreras y haber potenciado otras. Ese poder tenía en Hollywood.



Otra intención declarada de Ryan Murphy para llevar esta rivalidad a la pantalla, era la de redimir a Joan Crawford. Vapuleada por décadas tras la película que protagonizó Faye Dunaway (y basada en el libro de su hija), Murphy quería establecer que nunca se ha dicho toda la verdad sobre la actriz, la que tiene una historia de vida digna de admirar y que no corresponde al prototipo de actriz de esos años: fue víctima de maltrato y tuvo un ascenso social desde lo más bajo, ganándose su espacio haciendo películas de dudosa calidad y peleando su lugar sin apoyo; este crecimiento en rango social sería el que desencadenó su terror a la pobreza. En ese contexto, “Feud” destaca el virtuosismo de Crawford pero también lo equilibra mostrando sus manías, las que se ven en los extraños tratamientos de belleza que seguía, el aprendizaje con la silla de ruedas o el repaso exhaustivo a las historias sobre mujeres que ofrecía el mercado literario y que tan pocas opciones le dejaban. Murphy, parte “explotando” el divismo loco de ambas actrices para, de a poco, ir señalándoles un camino de redención.

Actuaciones
Dese que se anunció la dupla Lange-Sarandon como protagonistas, sabíamos que esto no podía fallar. No solamente ambas están consagradas, sino que tienen esa impronta de actriz de “carácter” que les permite pasar de situaciones complejas a otras risibles sin mayor esfuerzo.
En cuanto a Susan Sarandon, le dio todo la personalidad directa, altiva, nada vulnerable, que tan bien definía a Bette Davis. Y como si hubiera funcionado una especie de ley de la compensación, Sarandon tiene menos protagonismo, pero alcanza un par de escenas mejor logradas que Lange. Lo único que no nos convenció del todo fue el tono de voz que consiguió, pero sería hilar demasiado fino. Por su parte, Jessica construyó su personaje mostrando a una Joan llena de debilidades pero con ganas de batallar contra todo obstáculo.
Unas líneas para el personaje de “Mamacita”, el que también fue real. Anna Marie Brinke fue contratada por Crawford a comienzos de los 60, para ser una ama de llaves muy especial. Jackie Hoffman la interpreta de una manera muy graciosa pero no olvidando el carácter serio y recto de quien fue enrealidad. Una de las revelaciones de la temporada, pues su función era como la de un pepe grillo, al que no se le ponía suficiente atención.


Guion
Para armar los guiones, todos los episodios se centraron en un momento de esta rivalidad, los que van desde pequeños sabotajes durante el rodaje de  “…Baby Jane” a la agresividad maquillada de esa noche del Oscar de  1963, con un impecable cruce de imágenes de lo que realmente ocurrió (imágenes reales de la transmisión) y lo que pasaba en bambalinas (interpretación de la serie). El texto de ese episodio es impecable y describió cómo la fortuna lograda por la película no ayudó a "reactivar" las carreras de las actrices.
El guion tampoco dejó fuera los problemas de Crawford con el alcohol: “El alcoholismo es un riesgo asociado a ser actor, a ser viuda o a estar solo. Y yo soy las tres cosas”, sentenció.  
En general, los guiones de la temporada fueron un punto fuerte, estuvieron concisos y enfocados, sin permitir la distracción del espectador. Y la dirección de los episodios fue más que correcta en todo: ambientación, dirección de arte, fotografía etc.
Uno de los mejores capítulos fue el dirigido por Helen Hunt, donde se empieza a construir la ruta hacia la reivindicación. En una de las mejores escenas de la temporada, Joan se enfrenta a Bette y le enrostra sus defectos, a lo que Bette reacciona preguntándole qué se sintió ser la chica más bella del mundo;  Joan responde que fue “maravilloso, pero no lo suficiente”. Joan le contapregunta qué significó ser la actriz con más talento en el mundo, y Bette le da la misma respuesta. Hubiera sido genial una pregunta más! Porque el guion, a través de este diálogo, las puso en simetría, con una Bette deseando ser bonita y una Joan deseando ser  talentosa.




Más allá de la rivalidad, “Feud” nos permitió observar ese viejo Hollywood y nos dio momentos de mucha nostalgia, los que fueron más numerosos si bien nos acercábamos al final de temporada. No era una melancolía simple, era una melancolía transformada en admiración, porque aunque seamos muy jóvenes y no toda la filmografía de estas actrices nos sea familiar, la serie construyó todo un universo de veneración; y para los que aún tienen recuerdos de esas películas y esos actores, la sensación era más real aún. Todas estas sensaciones de veneración son refrendandas como tal en el último fotograma del capítulo final, quizás uno de los momentos más emotivos que veremos este año, en uno de los mejores debuts de la temporada. 


viernes, 28 de abril de 2017

13 REASONS WHY: el dolor adolescente contado con madurez

Netflix la hizo de nuevo. “13 Reasons Why” es la nueva sensación, generando un séquito de seguidores y detractores que han debatido sobre el amor, el odio y el bullying, temas de completa actualidad. Si bien no es la serie más fuerte al hablar de esto (nada le gana a la sensacional 2da temporada de "American Crime"), la forma de alternar pasado y presente, de transmitir el dolor y de colocar preguntas sobre la mesa, ha sido un ejercicio muy bien planteado y enfrentado con madurez, lo que no asegura que sea una de las mejores series que hemos visto.

Trece cassettes, un suicidio (¿o dos?). La joven Hannah Baker grabó cintas en donde señala a 13 personas como potenciales culpables de su muerte, y digo “potenciales” porque la decisión, a la postre, la tomó ella. Esta discusión es una de las grandes aristas que presenta la serie del momento, la que gira en torno a las relaciones estudiantiles de una secundaria y que llevan a esta chica a quitarse la vida. Si tienes prejuicios en torno al suicidio, puedes tener problemas para seguir la serie ya que la producción se deshace de todo eso y presenta los hechos con madurez, empujando al espectador a un ejercicio de empatía, pues no todos se sienten cercanos a los temas adolescentes.
¿No debería sostenerse por sí sola? se preguntan los detractores.

En algo responde esta pregunta, los 20 minutos posteriores al capítulo final, donde los realizadores tratan de sacar conclusiones de sus propios personajes, explican los debates que se generaron en el equipo de guionistas y cómo el apoyo de psicólogos y expertos en trato con jóvenes fue fundamental para dar soporte teórico y experencial a todo el guion. Es decir, el equipo completo decidió ser explícito, hasta llegar a la incomodidad, para que no quedaran cabos sueltos de que lo único que importa es que los jóvenes que se sienten en esta situación pidan ayuda, y que esa ayuda se les brinde con oportunidad y celeridad.

Pasemos a revisar algunas aristas que la hacen, igualmente, una serie con varias fortalezas:

Dirección
Los primeros dos episodios tienen una fuerza avasalladora, apuestan el todo por el todo al presentar, rápidamente, la historia de la joven y el proceso de grabación de las cintas que explican su decisión. Cada tape tiene un protagonista, pero el que guía al televidente es Clay Jensen (Dylan Minnette). Lo especial de estos primeros capítulos es que Tom McCarthy engancha al espectador presentando la trama como una historia de suspenso: ¿quién provocó, realmente, la muerte de Hannah Baker?, ¿de qué forma le hicieron más daño?. El director de “Spotlight” fue un maestro en unir esos primeros hilos y dejar la madeja bien sostenida, la que, lamentablemente, se desinfló prontamente, pues hay 4 capítulos, a lo menos, que están totalmente demás e hicieron muy lento el progreso de la historia. 
El desbalance en las direcciones fue evidente y, en varios episodios, la serie se sostuvo por las potentes interpretaciones.

Guion
El guion no fue completamente fluido; muchos espectadores se demoraron una eternidad en llegar al episodio 13, mientras que otros avanzaron con prontitud; esa diferencia radica en la cercanía y empatía con las temáticas antes mencionadas. 
En cuanto a la narración, esta se movió en constantes flashbacks y tiempo real, logrando separar perfectamente ambas temporalidades. En este punto, es muy destacable el trabajo de maquillaje, ya que los rostros demacrados y abatidos, post tragedia, se diferencian de inmediato y ayudan a fijar el tiempo de los hechos.
Capítulos
Los dos primeros son fantásticos en su composición actoral y musical. La edición es magnífica y te deja enganchado. Junto a ellos, la cinta número 11 es el mejor episodio y el más coherente.
La cinta de Sheri me pareció la más débil y la que menos aportó, mientras que la muerte de Jeff fue un recurso innecesario si buscamos su relación con la muerte de Hannah.
El último episodio parece correcto, todos los sucesos que ocurren ya son imaginables y el debate se ha centrado en si debieron ser mostrados con ese realismo. A estas alturas, y considerando la línea que ha adoptado Netflix, es algo que se rescata, porque te aterriza. Lo propio ocurre con las escenas de violación, las que fueron advertidas antes de comenzar el episodio. Son fuertes para el espectador medio, pero para el seriéfilo que busca contenido más que entretención fueron necesarias, ayudaron a enfocar la gravedad del problema, del acoso 24/7 que viven algunos jóvenes gracias a la masividad de las redes sociales.

“Facebook, Twitter e Instagram nos han convertido en una sociedad de acosadores” debe ser una de las mejores frases de la serie.

Otro punto que considero fallido fue esa amenaza constante contra Clay. Definitivamente sus compañeros eran matones de cuarta, nunca concretaron nada y se quedaron en palabras, pero este también es un tipo de escolar que abunda, por lo que esa inercia está justificada.

Reitero que el relato podría haberse contado en menos episodios.





Actores
Sin duda que este es uno de los mejores casting que hemos presenciado últimamente. Parecido al de “Stranger Things”, sólo que acá no es la inocencia lo que atrapa, es el sufrimiento. Gracias a las valiosas actuaciones del elenco sabemos quién es quién después de la tragedia, permitiendo que cada personaje evolucionara y fuera mostrando sus propias miserias.

El papel de Dylan Minnette (Clay) es uno de los grandes sustentos de “13 Reasons Why”. Carga con gran parte del peso de la producción y lo sobrellevó de manera ingenua y natural. Su lentitud en escuchar las cintas es el reflejo de su personalidad, la que abunda en todos los colegios y por eso es bueno que quedara 100% reflejada. Su deseo de justicia también es muy interesante. Si bien tiene experiencia (“Grey's Anatomy”, “Prison Break”, “Don´t Breathe”) con esta producción salta a la fama y se vuelve un actor reconocido.

Katherine Langford es la gran estrella, al construir un perfil dulce, pero muy intenso, de Hannah. Ella trabajó con psicólogos y psiquiatras para personificar, de manera realista, a una chica que no exteriorizaba la cruz que llevaba por dentro. No posee mayor experiencia como actriz e hizo el casting por Skype!. La clave, según McCarthy, para asignarle el rol, estuvo en su mirada; en los ojos de Katherine se visualizaba el drama de Hannah.

En general, cada actor que representó al grupo de colegiales lo hizo de manera madura y muy natural. Destacamos a Alisha Boe (tremenda en la transformación de Jessica) y Miles Heizer (muy intenso interpretando a Alex), pero todo el resto estuvo a gran altura.
Kate Walsh hace un gran papel como una madre que pierde a su única hija, pero qiue en lugar de mostrarse devastada se nota relativamente entera, tratando de buscar la responsabilidad del colegio y dejar en evidencia la poca preparación que tienen los psicólogos educacionales a la hora de detectar casos como el de Hannah.




¿Necesita una 2ª temporada?
Es la pregunta de la semana. Tal como “Stranger Things” no tenía planificada otra sesión y su éxito arrollador obligó a cambiar los planes, acá estamos ante la misma situación.
Como Hannah se fue de este mundo, habrá que buscar otros hilos conductores que pudieran cautivar, de igual forma, al espectador de “13 Reasons Why”. Algunas podrían ser:
¿Bryce será denunciado por Jessica?. Hay pistas claras de que así será y podemos imaginar el escenario: éste se defenderá con un séquito de abogados multimillonarios.
¿Alex muere?. La serie plantea que se debate entre la vida y la muerte, poniendo en jaque al colegio, uno de los grandes responsables de todo este escenario.
¿Cuán trivial le puede parecer a un profesor o a un consejero el problema de un adolescente?. Es un hecho decidor que el último cassette fuera dedicado al consejero escolar, a quien Hannah acudió horas antes de su suicidio sin encontrar el apoyo necesario.
¿Y Justin?. Deambulará sin rumbo fijo, mientras el resto deberá sobrevivir, con o sin conciencia.
En ese sentido, fue decepcionante llegar al final y no sentir que hubo una conclusión para esta historia. Pero si van a inventarle una continuación, ojalá sea en menos capítulos.


“13 Reasons Why” es una serie para digerir, para reflexionar. No vale engullir episodios para conocer rápido qué gota derramó el vaso o quién fue el “más culpable” de la decisión de Hannah. Teníamos que reflexionar sobre la importancia de aquella lista "Best of, Worst of", teníamos que discutir sobre si de verdad hay que encontrar una razón lógica que justifique las decisiones de sus protagonistas, y teníamos que volver atrás en nuestras propias historias y reconocer que más de alguna vez fuimos ofensivos y menospreciamos a nuestros pares, o quizás peor, muchas veces fuimos testigos de algunas situaciones y no hicimos nada para impedirlas. “13 Reasoins Why” no es simple  entretenimiento, dio un paso más allá siguiendo la lógica de Netflix de estar completamente jugada por proyectos diferentes.

martes, 11 de abril de 2017

Homeland, temp 6: Menos “24” y más “The Night Of”

A pesar de sus altibajos creativos y de la crisis que significó su tercera temporada, la serie sigue siendo una imbatible, soportada por un guion que nos devolvió a la heroína y que tomó rumbos que nos dejaron atónitos. Después de esta 6ª sesión ¿eres fan de la “Homeland” paranoica de sus inicios o de la “Homeland” actual, llena de intrigas?.


“Homeland” se hizo para nuestros tiempos. Es fácil imaginarse a los agentes de la CIA, sufriendo de constantes inestabilidades y topándose, a menudo, con actos de sabotajes internos o el situarse frente a difíciles elecciones. Con una historia construida a base de 5 temporadas buenas y otras sobresalientes, la maquinaria promocional para la sexta sesión nos daba pistas y claves de que nuevos rumbos estaban por venir. A las dudas sobre la continuidad de Peter Quinn, la serie intentó obtener un nuevo el equilibrio entre el desarrollo del personaje de Carrie Mathison pero enfrentándola a la situación inestable de Quinn, sumando el desarrollo de la vertiente narrativa del yihadismo en Alemania (temporada anterior) y el recentralizar la historia en Estados Unidos; estas piezas terminaban por convertir la serie en un verdadero thriller.
Todo transcurrió en Nueva York, con Carrie trabajando para una fundación dedicada a conceder ayuda legal a la población musulmana en Estados Unidos. Saul y Dar Adal colaboraban con la nueva Presidenta de Estados Unidos (Elizabeth Marvel, a quien ya habíamos visto en “House of Cards”) y un Peter Quinn atormentado por el pasado, desorientado en el presente y bastante incapaz de avanzar hacia el futuro.


Los puntos centrales del guion fueron las preocupaciones internas: el terrorismo islámico interno, las armas nucleares y la nueva Presidenta, cuya trama fue desenredando intrigas gigantes, manipulaciones y sabotajes del más alto nivel. Al principio, la idea fue presentar a Keane como una mujer dominada por las emociones para, al final, terminar sólo visualizando (muy por encima, de seguro habrá más desarrollo de esto en la siguiente temporada) a una mujer a lo Hillary Clinton pero con paranoia a lo Donald Trump.
Al principio fue extraño ver a Carrie haciendo buenas obras y no en la corriente del espionaje, pero sus movidas e intuiciones la fueron devolviendo adonde realmente ella pertenece, por mucho que quisiera escapar. Su relación con Berenson pasó por todos los estados, volviendo al centro, algo que fue reconfortante ya que esta relación es uno de los pilares sólidos de la serie; creíamos injusto que eso se fuera a perder.
Dar Adal estaba sumamente involucrado en la conspiración, la que fue trama central de la temporada y que se fue desenredando con brillantez; Adal era partícipe de una serie de movimientos que buscaban matar a la presidenta electa. No vimos su detención y sólo pudimos saborear unos minutos de su reclusión, sin saber mayormente que pasó, pero quedando expectantes de qué va a pasar; esa petición que le hace a Saul (de ubicar a un profesor en la Universidad George Washington), sin duda que no es al azar.


Dentro de varios capítulos bien pensados, crudos y realistas, hay un hecho que no nos sorprendió, pero que sí entristeció por la forma: la muerte de Quinn. Un personaje de tanto valor, con tanto desarrollo, se merecía una muerte más elaborada, no tan plana. Lo peor, es que luego de verlo ensangrentado la historia se salta a las próximas 6 semanas y pareciera que todo ha sido olvidado, sólo hasta cuando Carrie empieza a deshacerse de las cosas que tenía en su casa y descubre una foto de ella en un viejo libro. Está claro que, para el futuro de la serie, el personaje ya no era necesario y había alcanzado un nivel desgastante (para el espectador, sobre todo), pero merecía más, por mucho que la frase final de “Peter Quinn nos salvó la vida” se utilizara para hacerlo terminar como un héroe.

Un atentado contra un Presidente, movido desde dentro, con culpables, sospechosos, con rostros al descubierto. Carrie sufrió un carrusel emocional para terminar como la heroína de la nueva Presidenta Keane, sobreviviendo a explosiones y balaceras, gracias a un guion fuerte que respaldó su fortaleza, aunque opacó más de lo debido el sentimiento que, realmente, le provocaba el estar separada de su hija.


La imagen final lo dice todo. Ya está en Washington, instalada en el “ala oeste”, como una mujer fuerte, pero teniendo claro que, nuevamente, ha llegado al infierno. Bienvenidos a la esencia de “Homenland”.