sábado, 27 de febrero de 2021

Your Honor: un empate moral

La ciudad de Nueva Orleans se convertirá en el escenario de una  guerra de poder, mentiras y decisiones imposibles, basadas en ánimos revanchistas. “Your Honor” es un drama judicial con tintes de thriller que, pese a un arranque potente, pierde su orientación.

 

Imposible olvidar a Bryan Cranston como Walter White. Personificarlo le ha traído réditos al actor, quien luego de su brillante paso por “Breaking Bad” tuvo ofertas de sobra para meterse entre lo mejor de Hollywood; y como todo tiene un lado negativo, en este caso podría ser que, en cada nuevo trabajo, todos estamos buscando como compararlo con White. Y “Your Honor”, su nueva aventura, tiene algo de esto último; Cranston interpreta a un juez que infringe repetidamente la ley para encubrir el crimen de su hijo adolescente, lo que plantea la teoría del individuo que, por el bien de su familia, es capaz de casi cualquier cosa. 

“Your Honor” es una de esas series que lo tienen todo para estar por sobre el promedio: un buen guionista (Peter Moffat), buenos productores (Robert y Michelle King), un buen director como Edward Berger,  buena cadena (Showtime), el estar basada en una serie de prestigio (aquí desconocida) como la israelí “Kvodo”, y, por supuesto,  la imponente presencia de Bryan Cranston. Sin embargo, más allá de compartir protagonista e intenciones al margen de la ley, sería todo lo que “Your Honor” podría compartir con “Breaking Bad”, porque la serie pierde fuelle conforme avanzan los  episodios. De poco sirven sus firmes intentos por plantear cuestiones éticas tan interesantes, como la clara injusticia racial y la corrupción en el sistema legal de Estados Unidos. Una pena porque estos temas son necesarios de visibilizar, pero tras un primer episodio prometedor, se va quedando  en un drama judicial más, cuya premisa de “¿Harías cualquier cosa por tu hijo?” se impone con un halo ampliamente manoseado en tantos otros thrillers. Este  elemento podría haber sido  un punto de partida del relato, pero en cada capítulo cuesta y cuesta llegar a una meta.


Con una producción muy sólida, a partir del tercer capítulo se frena, manteniendo  una inercia que no le permite  ir al grano y se pierde en una serie de personajes y situaciones muy enmarañadas y otras demasiado obvias. Esto no es necesariamente  malo, pues ver a actores como Cranston o Michael Stuhlbarg actuando siempre es un placer, pero sí hay mucha redundancia y dispersión. 

Peter Moffat, artífice de la excepcional  “The Night Of” (2016), Margo Martindale como secundaria, Isiah Whitlock Jr. como un político corrupto y Michael Stuhlbarg como capo mafioso, completan el pool que da vida a “Your Honor”, excelentes actores que ofrecen actuaciones conocidas, que no los saca de sus zonas de confort; lo mismo  Cranston, quien nos deleita en ese persistente claroscuro de su personaje, aunque ya todo parezca como que ya lo vimos antes.  Esta serie es 100% para fans del actor y se nota que él está cómodo en su rol de protagonista y productor.

A pesar de su comienzo vibrante, “Your Honor” no es efectista, no es para para impacientes. En la necesidad de no dar puntada sin hilo ni pasos en falso, se sacrifica vértigo para que todo logre encajar, dando forma al drama humano del protagonista, cuyo final deja la sensación de una gran revancha del destino o  un mero empate moral, sin nada más que reflexionar. Un camino hacia el lado oscuro que puede recordar al de Walter White, pero que en “Your Honor” se muestra, en general, demasiado forzado.

viernes, 5 de febrero de 2021

Nomadland: desertar del sistema

Un pasado repleto de melancolía, en el que aflora el trauma, aunque también la conciencia de un estilo de vida. Todo ello amparado por la visión lírica de Chloé Zhao, quien logra exhibir la belleza del nomadismo. 

Una vida de soledad, desapegada de todo lo superfluo, donde prima la relación con un entorno natural, pero a la par, con una fuerte conciencia de comunidad sostenida en el apoyo mutuo. Ese es el pilar del discurso de ‘Nomadland’, película que ya ha salido victoriosa de varios circuitos cinematográficos y que nos vuelve a poner por delante una dirección y actuación encomiables. La película emerge como un grito contra el materialismo y donde se discute, por ejemplo, sobre la necesidad de firmar una hipoteca a cuarenta años, para sentir que tienes un hogar. 

Chloé Zhao no pretende ser definitiva con esta presentación, porque la vida nómada tiene también sus penurias y las muestra sin contemplaciones, como cuando Fern festeja sola el año nuevo, con una bengala, o aquello que le provoca observar los atardeceres, como un simil  con ‘Into the Wild’,  aunque, si bien es cierto, la película de Sean Penn armaba una afrenta contra el sistema e idealizaba esa existencia en solitario; ‘Nomadland’ evita todo elemento aleccionador. La película es filmada en exteriores con gran trabajo del lente, sobre todo cuando abre los planos intentando que entre por la cámara la grandiosidad de la naturaleza; en algunos planos, Frances McDormand se come la pantalla, y en otros, el paisaje la devora a ella, porque Zhao convirte ese medio oeste en territorio adverso; así es como el film se pasea por el desierto, por enormes planicies, la intemperie, las  carreteras hacia ninguna parte. Las imágenes son bellas y desoladoras también, y acompañan a los personajes como sobrevivientes del sistema. Nuestra protagonista viaja por diferentes condados y se cruza con otros nómadas, con quienes intercambia inquietudes y recomendaciones de próximos destinos, armando una ruta para vivir el presente y para constatar, que ese estilo de vida desapegado, genera una unión, un compañerismo, un amor a la vida que el capitalismo no puede dar. En esas conversaciones, los planos son cortos y los diálogos algo inconexos, con actores no profesionales, nómadas reales, que le aportan al relato una perspectiva fresca y espontánea.


Nos queda la duda con la elección musical, ya que en una película de carretera, este elemento se vuelve un actor más. La elección de un compositor como Ludovico Einaundi es como un conector de ‘Nomadland’ con la televisión, le da un toque moderno que una nómada no necesita. En ese sentido, Zhao se aleja de ‘The Rider’, su anterior trabajo, cuando usa elementos que hacen una transición del nomadismo de su protagonista, para adaptar una mirada urbana.

Frances McDormand es la dueña de todo lo que ocurre, de todo lo que emociona y duele de la película, dando vida a una mujer recién viuda y cuyo pueblo fue desterrado por los vaivenes económicos. Se mantiene a base de trabajos esporádicos que la obligan a moverse por distintos lugares, no perteneciendo a ninguno. Unas semanas aquí, otras semanas allá, señalando a los nuevos pobres, a los que viven en un viejo furgón, como ella, compartiendo los rigores de esa vida nómada. Si en ‘Tres anuncios por un crimen’ eran unas vallas publicitarias las que le servían para denunciar la inercia policial, en ‘Nomadland’ son las estrecheces de una camioneta lo que se erige como denuncia frente a un sistema que va ‘botando’ personas, a pesar de una vida entregada al trabajo, y que al final de ella no tienen paz para vivir. Es una película muy melancólica, casi triste, porque añora el pasado, pero que destila libertad por todos sus ángulos.