Ni Marvel, ni DC, ni Disney catapultaron la taquilla para salvar algo del aciago 2020. Esa tarea le tocó a un film que podría catalogarse de blockbuster, pero eso sería rebajar la radicalidad de “Tenet”, por lo que podríamos encasillarla donde no corresponde. Lo mejor que tiene es su capacidad de jugar con la mente del espectador, subiéndole un cambio al cine de Cristopher Nolan.
La han definido como “compleja” y “solemne”, tal como todos los films del británico. Da la impresión que el director se empecina en no ser complaciente con las modas, arriesgándose a hacer una película tipo madeja, pero que tras el visionado hace pasar un buen momento. Y sí, es compleja, sofisticada y solemne, pero por encima de eso, está construida con la intención de atravesar las cabezas del público más allá de lo habitual, al estar llena de laberintos narrativos y argumentales. Y quizás esa sea su principal virtud, porque con un presupuesto tan colosal, podríamos esperar un cine condescendiente, hecho a la medida del cinéfilo de fin de semana, sin embargo, Nolan tomó ese cerro de millones y firmó una película que no hace concesiones y no busca satisfacer al público, ampliando el nivel de exigencia que pauteó en “El Origen”, película con la que conecta a través de este film.
Si en
su película de 2010 teníamos una historia clásica de atracos, con todos los
recursos habituales del género (planes complejos que parecen salir mal,
ladrones muy inteligentes que se adelantan al espectador, una historia que
hacía empatizar emocionalmente gracias a actores conocidos), en “Tenet”
presenta una historia abstracta, cercana al cine de espías, al noir, donde los
actores, empezando por Washington, se
comportan como robots sin sentimientos, dejando
el tope emocional al personaje de Elizabeth Debicki; ni siquiera el elemento de
su hijo es tratado con tanta relevancia, alejando la humanidad como componente
central del relato. Robert Pattinson sigue creciendo en cada trabajo y aquí hace una dupla interesante con Washington,
acoplándose a la orden del director de no dar pistas, de sumar riesgo, para
superar fórmulas ya vistas. Esto último se nota porque, como en toda película
de este director, el ensamble de las piezas es complejo, y si por ahí te sales un minuto de
la trama, toda la experiencia se pierde. Pero lo que no es desperdicio, es el espectáculo
de alta producción, partiendo por la impactante escena inicial y que marca el
ritmo a lo que vendrá. Este es otro clásico del director. Y de ahí en más, o te
atrapó o simplemente te tiró por la borda.
¿Es “Tenet” desechable?, en absoluto. Hay que
hacer un esfuerzo por esquivar las
trabas del guion y sus diálogos casi en código, sin embargo, y si el espectador
es aficionado a la ciencia-ficción dura, encontrará muchos incentivos para disfrutarla,
siendo el principal, los viajes en el tiempo en dos direcciones, y también,
porque tiene momentos brillantes: la persecución, todo lo que rodea a las
máquinas, el abrumador clímax, la particularidad de contar la misma escena desde distintos puntos
de vista, que es algo ya usado antes, pero aquí Nolan logra hacerlo con suma originalidad y plantea un giro muy inspirador
para continuar metido dentro del viaje.
“Tenet” es entretenida, tiene visión futurista
y con más acción que reflexión
conductual. No importa quién es el héroe ni quién es el villano, los roles se
intercambian según el ojo de quién mire, porque nos cautivan más las secuencias frenéticas que obligan a repetir el
visionado para fijarse en detalles que, con seguridad, son pasados por alto; y
también, para volver a escuchar la sensacional partitura de Ludwig Göransson,
la cual logra poner tensión y es un personaje más. Esta película es respirar la
esencia de Christopher Nolan y toda su obsesión por el manejo del tiempo.