La última temporada de la serie
que catapultó a Netflix como plataforma de producciones streaming de valor,
llegó a su final con la cruz de haber tenido que sacar de pantalla a su carisma
principal, introduciendo nuevos personajes que trataron de llenar el vacío inmenso
dejado por Kevin Spacey.
El despido de Kevin
Spacey tras un escándalo sexual terminó por hundir “House of Cards”. Es cierto que la serie
ya venía acusando un deterioro, pero la desaparición repentina de su rostro primordial
la sentenció sin remedio. Sin embargo, la adelantada de Netflix ya había
trabajado en el desarrollo significativo del personaje de Robin
Wright y no fue sorpresa que ella, ahora, tomara el control y para muchos seguidores eso era lo que tendría que haber pasado hace tiempo. Sin embargo, por sí sola, no funcionó.
En esta temporada de cierre se agregaron más personajes para
intentar repartir el protagonismo. Los Sheperd, una influyente familia, trataron
de poner contra las cuerdas a la presidenta Claire apelando a todo tipo de
malas artes. Annette (Diane Lane) y Bill (Greg Kinnear) lucharon en ese terreno
donde la nueva viuda era experta. Además, entró el personaje de Cody
Fern, quien simbolizó el omnipresente poder de los medios y los ataques contra
la privacidad que vivimos actualmente. Todos partieron como promesas y fueron palideciendo con el correr de la serie.
La transición de mandatos tampoco
fue problema para el espectador, porque ya se nos había avisado de aquello. Por
eso, al ver los tres primeros episodios del final, el anunciado
fallecimiento del personaje de Spacey se asumió sin dramas pero con un
sacrificio del ritmo narrativo y del propio guion; no era que un personaje como
ese pudiera olvidarse así como así y, lamentablemente, las incorporaciones
no cubrieron del todo el vacío dejado por Frank, cuyo recuerdo es evidente hilo conductor. Pero hubo
otros momentos donde sí que el guion nos recordó de qué estaba hecha “House of
Cards”; por ejemplo, cuando vimos todo tipo de negociaciones en un funeral,
algo típico de la serie el desarrollar las traiciones justamente en un
contexto de muerte. En aquellos minutos, Doug era quien mantenía vivo el
espíritu de Frank, como alumno en recuerdo a su maestro y hasta el final fue
quién le rindió homenaje. Eramos muchos los que queríamos ver si el
final de la serie sería el ajusticiamiento del perro fiel al amo cruel, sin embargo, Michael Kelly tampoco nos ofreció la fortaleza de antaño perdiendo su rol de pieza clave en este juego de a tres.
Otro buen momento de esta
temporada fue cuando Claire descubrió un pájaro atrapado en la pared y
decidió liberarlo, no sin antes hablarle a la cámara sobre lo que para ella
significa el dolor. Este es un gran paralelo con la primera escena de la
serie, cuando Frank estrangula a un
perro herido frente a su casa. Y así fue como el primer capítulo de esta última
sesión nos daba la impresión que podía ser enfocada de manera muy terrorífica,
pero tras el tercer episodio cayó en otras reflexiones actuales, como cuestiones
de género, coletazos de los asesinatos de Zoey Barnes y Tom Yates, el estúpido accidente
de Catherine Durant, tramas ya obsoletas, extraños flashbacks a la infancia y
adolescencia de Claire y la búsqueda obsesiva por resolver segmentos narrativos
que seguían abiertos. Desde el instante en el que Frank empujó a Zoe a las vías
del tren, “House of Cards” disfrazó su sobriedad de excesos, los que no pararon
de abundar posteriormente definiendo la personalidad de Underwood, pero dando
muchas licencias al guion y sacrificando su esencia. Y esto se acentuó más con
la salida de su creador, Beau Willimon, donde ya fue total el cambio de tono.
Si bien la serie nunca perdió su belleza visual, siempre llenó de fango a sus
protagonistas, los que no pudieron (no podían) limpiarse las manos nunca más.
La ausencia obligada de quien nos
presentó “House of Cards” y que creó un estereotipo de personaje desarrollado
por otras producciones, a mayor o menor escala, fue lo que no permitió un
fresco final y lo amarró a un fantasma, a una fuerza omnipresente que siempre nos
hizo preguntarnos “¿Qué habría hecho Frank”?. O quizás, el clima político ya está tan asimilado en su bajeza que nada de lo que presentara la serie iba a resultar escandaloso o impresentable. Como fuere, y ante las lamentables circunstancias, era imposible que Claire, la que creció mucho como personaje y sin duda que Wright ofreció una destacada interpretación, pudiera salvar el
barco sin su media naranja, empañando la despedida de una serie que fue
todo un hito en su momento pero que se confundió en ese lapso de querer sonar seria, al tiempo que se llenaba de cuestionamientos. Lo lamentable es que el salir por atrás la deja con menos relevancia de la merecida.