Los ricos son cada día más ricos
y los otros sectores sociales se empobrecen sin que a nadie le importe. ¿Le
suena conocido? En ese ambiente caldeado y de años de rabia patológica, se
desempolva esta versión triste de un
personaje trascendental en la historia del comic y del cine, y que en versión de
Todd Phillips logra una obra de alta factura visual y mensaje ambiguo, que ha
generado debate. Joaquin Phoenix está a la altura de sus antecesores y del
personaje.
Alejada del mundo Avengers, de
Marvel y del tono oscuro de “The Boys”. La cinta de Todd Phillips es una nueva
propuesta de acercamiento a los orígenes inciertos de un gran villano. “Joker” es
mucho más triste de lo que creíamos gracias a un buen hilvanador de visualidad
oscura que se traduce en una ciudad Gótica decadente, un departamento de mala
muerte, un trabajo que apesta, un día a día de abusos, desilusiones y
alucinaciones de que buenas cosas vendrán para el propio Arthur. Ante tanta violencia de vida
es imposible no humanizar a esa figura teatral que busca brillar en la comedia vestido de payaso.
El guion se aleja de Batman y nos
lleva a comprender cómo se gesta un criminal. Nos lleva a imaginar que luego de
estar en un psiquiátrico, Arthur Fleck prosigue su trayectoria de crímenes y vengándose de la ciudad que tanto daño le ha inflingido.
También podemos imaginar que su forma evolucionará hacia algo mucho más
peligroso pues ya no tiene padre, madre ni amigos ni a quien admirar. Allí nos
quedamos cortos de información porque este Joker no llega a intimidarnos, sino
que sentimos pena por él, pudiendo caer en la tentación de justificar sus actos. Este
punto ha generado un interesante debate en medios de crítica de cine pues
la ambigüedad del mensaje, en una época tan polarizada como la
actual, la hace quedar como poco jugada.
En el apartado técnico es
poderosa; su belleza es indiscutible con planos de gran fotografía, de
luz y sombra, de banda sonora tétrica que acompaña todo el film, acentuando la
cuota de amargura que pretende transmitir. Pero nada de esto tendría
importancia si el actor que se metió en la piel de este icónico personaje no
hubiera logrado una gran performance. Joaquin Phoenix pone su talento al
servicio del Joker, baja de peso y adquiere gran expresividad corporal,
convirtiendo su danza y gestualidad en uno de los puntos fuertes de su
actuación, porque son un lenguaje. El otro es su risa, punto que se vuelve central porque pone la
cuota lúgubre al ser la representación de su patología; en su risa jamás hay
alegría y ahí aumenta la empatía con Fleck. Volviendo al guion, éste podría haber tenido más contenido. Los personajes
secundarios no adquieren relevancia y solo son acompañantes en este recorrido
por la autopista de la locura del protagonista, y eso la hace caer en momentos
largos. Hacia el final, obviamente, devela sus mejores secretos, porque
Phoenix es el Joker pero ¿el verdadero?. Si se fijan, quien mata a la familia de
Batman es otro tipo disfrazado de payaso, no Fleck, y se puede deducir muy
fácil porque Phoenix tiene 40 y tantos y Batman es solo un niño. Arthur, en
ese sentido, nos confunde como narrador porque
hay demasiadas alucinaciones y fantasías.
Desconfía de lo que ves porque al cuadro siguiente puedes sorprenderte; esa
estrategia, más una gran música y un actor en un personaje que le quedó como
guante, hacen de este film una buena apuesta, con un guion débil y no tan
inteligente en los diálogos (comparados con los de “El Caballero de la Noche”,
donde Ledger hasta hoy es recordado por esas líneas cargadas de reflexión) y
que le quitan ritmo.
El Guasón ha sido nuevamente
reverenciado en una película que lo muestra como hombre obligado a una vida sin futuro, debido a los traumas infantiles, una débil salud mental y
falta de apoyos. Cuando las sociedades solo ofrecen caos e injusticia social,
se necesita una leve chispa para que todo se transforme en una revolución. Esa
chispa es el “Joker” y existe en todos los barrios de tu ciudad.