Los seis episodios de la tercera temporada se sintieron como una prolongación lógica de lo visto anteriormente, y con cameos de lujo y apuntes sobre los problemas de la edad, la serie se mostró sólida y cerró de manera redonda una historia de amistad fraterna y optimismo frente a la vida.
Netflix siempre la consideró una apuesta
ganadora, de hecho, la primera temporada logró el Globo de Oro a la mejor comedia, pero nadie
hablaba de que fuera una de las mejores propuestas de la plataforma y no por
falta de méritos. Siguió avanzando y creció en su segunda sesión hasta que
llegó el final, donde lo único que estaba claro es que Sandy Kominsky debía
cerrar su historia satisfactoriamente.
Y los guionistas sorprendieron
sacando de escena a su ‘media naranja’ en la ficción. El personaje de Alan
Arkin no estuvo presente físicamente, pero sí estuvo muy bien integrado dentro
de la línea del guion, en cuanto a la pérdida inevitable. Esto fue gran impulso
para la temporada y se sintió como punto culminante. Es cierto que la
ausencia de Arkin nos dejó sin el humor característico del personaje,
probablemente lo más divertido de la
serie, pero ese espíritu lúdico se mantuvo en la subtrama sobre la herencia que
dejó Norman y cómo Sandy tuvo que regatear constantemente con Phoebe y Robby por sus deseos de acceder a la herencia.
La serie de Chuck Lorre está
impresa del humor en su esencia, pero éste busca en todo momento un equilibrio
con su lado más dramático, lo cual aleja
a 'El Método Kominsky' de la mayoría de las sitcoms actuales. Y es que aquí hay
que vivir más que nunca en el presente, porque el físico y la salud de varios
de sus protagonistas no pasa por su apogeo y en cualquier momento algo
irreversible puede suceder. La vida es ahora a pesar de sus desaires.
La incorporación de Ruth, la ex esposa de Sandy, interpretada por Kathleen Turner, fue otro acierto pues la química con Douglas es absoluta y resultó clave para que la serie navegara bien por los temas que afrontó. Todas las tramas lograron solvencia y buen gusto, sabiendo aplicar muy bien la fórmula para sacar una sonrisa o dejarnos pensado; no se trataba de lograr carcajadas ni lágrimas, interesa más el delicado equilibrio entre ambos y cómo se logró la naturalidad para conseguirlo.
'El Método Kominsky' logró mantener todas sus virtudes en una
tercera temporada, a pesar de la ausencia de Arkin. De hecho, eso fue el motor
de los seis episodios que lograron cerrar el círculo de la historia de Sandy, quien
logra realizarse profesionalmente, con premio incluido, logra reconciliarse y
logra agradecer. En tiempos tan duros y cargados de tristeza y desazón, 'El Método
Kominsky' resultó un neceesrio y dulce bálsamo de optimismo.