Colonia Dignidad ocupa titulares en la prensa chilena hace décadas. Su líder, Paul Schäfer, fue enfermero del ejército alemán en la segunda guerra y se reconvirtió en pastor bautista tras el fin del conflicto; fue expulsado de su congregación y se le condenó por pedofilia, por lo que huyó de Alemania. Gracias a su contacto con el embajador chileno, consiguió un terreno de 3.0000 hectáreas en la región del Maule, donde se estableció y sembró su oscura leyenda desde 1961, donde no solamente continuó abusando de menores, sino que amplió la magnitud de sus crímenes a niveles estratosféricos, siendo incluso uno de los lugares desde donde se granjeó el golpe de Estado contra Allende y fue un sitio de tortura y asesinato utilizado por la DINA, tal cual lo describen las resoluciones de Amnistía Internacional y el informe Rettig de1991.
Todo esto corre en la serie
documental de Netflix sobre Colonia Dignidad y que entrecruza tantas
dimensiones del mail que logra superar toda clasificación. La producción,
cuya idea original corresponde al
documentalista Cristian Leighton, recopila diversos testimonios de
sobrevivientes e imágenes de archivo impresionantes, que hablan de un verdadero
rescate testimonial, mientras el guion nos muestra que, muros adentro, la
colonia es un infierno liderado por un megalómano que controla, maníacamente, a
todos los miembros de su pequeño reino. ‘Colonia Dignidad: Una secta alemana en
Chile’ ordena 400 horas de imágenes grabadas por los mismos colonos, las
que sus realizadores articularon con numerosas entrevistas. El enorme esfuerzo
que implica un documental de estas dimensiones, se teje junto a la
presentación del mal vestido, ante los hombres y mujeres, con otro ropaje. Leighton
señaló que el primer fotógrafo de la Colonia empezó a filmar estas imágenes en
blanco y negro, para convertirlas en elemento de propaganda y así mostrarse
como una comunidad benefactora. Entre las entrevistas, destaca especialmente la
de Salo Luna, quien en los ’90 escapó del lugar.
Dosificada en seis capítulos, la
miniserie sigue cronológicamente el crecimiento, en poder y capacidad de daño,
de esta Colonia, que hoy sigue activa bajo el nombre de “Villa Baviera”. Su
interacción con lo más reaccionario de la política chilena es también una suma
de horrores, que arrancan con Roberto Thieme, ex líder de Patria y Libertad, y
llegan hasta el mismísimo Augusto Pinochet, quien visitó varias veces el lugar.
Más complejo aún, son las imágenes del político Hernán Larraín, actual ministro
de Justicia y Derechos Humanos (vaya ironía) del gobierno de Sebastián Piñera y
cuya aparición en el documental, como uno de los defensores de Schäfer, ha
vuelto a poner en duda la idoneidad de este dirigente de la derecha conservadora.
Este no es el primer registro audiovisual sobre este tema; de hecho, abunda material en Youtube y está la película alemana ‘Colonia’, con Emma Watson y Daniel Brühl. Sin embargo, esta serie es la que registra, de manera más consistente, los niveles de horror del proyecto de Schäfer, una comunidad agraria utópica que mantenía a sus miembros bajo vigilancia y disciplina. Tal vez el punto débil de la propuesta, sea la falta de investigación sobre el negocio que permitió tales niveles de prosperidad a esta secta; se menciona un negocio de piedra molida y luego se alude a la intermediación en la venta de armas, pero no se logra explicar el esquema que permitió a Schäfer alcanzar esa capacidad de manipulación al sistema judicial, por ejemplo. En esa imposibilidad de abordar de manera más profunda el tema del financiamiento, el documental topa con las mismas limitaciones de otros intentos, y nos queda la sensación de espanto, pero no logramos comprender el fondo de todo este asunto. Tampoco se aclara la verdadera naturaleza de la relación entre la Colonia y el Estado alemán, del cual nunca hemos escuchado un pronunciamiento. En cambio, el trabajo audiovisual nos deja más claro el porqué del magnetismo que ejercía este perverso líder; esta era una secta que interactuaba con el exterior, y ahí Schäfer logró no solo insertarse sino que construir lazos con la comunidad de la zona, incluso construyendo un hospital. Esto es un punto clave para entender cómo podía estar tan conectado con la gente y cómo lograba, más fácilmente, esos niveles de fidelidad. Y como dice alguien en la película “lo transformamos en Alemania, en un lugar bueno, muy fértil”. Pero esa especie de paraíso que lograron solo fue posible esclavizando a adultos y niños y en un lugar donde el Estado no llegaba, lo que permitió la siembra del espanto y la impunidad.
‘Colonia Dignidad: una secta
alemana en Chile’ es un registro muy valioso, aunque ya se haya hablado y visto
mucho del tema. Sigue siendo sumamente importante que el cine permita visibilizar
lo que fue la existencia de esta secta, este enclave de colonos alemanes
convertido en uno de los lugares más nefastos que, con la complicidad de los
estados de Chile y Alemania por más de cuarenta años, vulneró y atropelló los
derechos humanos de cientos de personas….paradójicamente “Dignidad”, que de
dignidad para sus habitantes casi nada tenía.