viernes, 15 de octubre de 2021

Colonia Dignidad, serie documental de Netflix: memorias de un infierno

 Colonia Dignidad ocupa titulares en la prensa chilena hace décadas. Su líder, Paul Schäfer, fue enfermero del ejército alemán en la segunda guerra y se reconvirtió en pastor bautista tras el fin del conflicto; fue expulsado de su congregación  y se le condenó por pedofilia, por lo que huyó de Alemania. Gracias a su contacto con el embajador chileno, consiguió un terreno de 3.0000 hectáreas en la región del Maule, donde se estableció y sembró su oscura leyenda desde 1961, donde no solamente continuó abusando de menores, sino que amplió la magnitud de sus crímenes a niveles estratosféricos, siendo incluso uno de los lugares desde donde se granjeó el golpe de Estado contra Allende y fue un sitio de tortura y asesinato utilizado por la DINA, tal cual lo describen las resoluciones de Amnistía Internacional y el informe Rettig de1991.

Todo esto corre en la serie documental de Netflix sobre Colonia Dignidad y que entrecruza tantas dimensiones del mail que logra superar toda clasificación. La producción, cuya  idea original corresponde al documentalista Cristian Leighton, recopila diversos testimonios de sobrevivientes e imágenes de archivo impresionantes, que hablan de un verdadero rescate testimonial, mientras el guion nos muestra que, muros adentro, la colonia es un infierno liderado por un megalómano que controla, maníacamente, a todos los miembros de su pequeño reino. ‘Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile’  ordena 400 horas de imágenes grabadas por los mismos colonos, las que sus realizadores articularon con numerosas entrevistas. El enorme esfuerzo que implica un documental de estas dimensiones, se teje junto a la presentación del mal vestido, ante los hombres y mujeres, con otro ropaje. Leighton señaló que el primer fotógrafo de la Colonia empezó a filmar estas imágenes en blanco y negro, para convertirlas en elemento de propaganda y así mostrarse como una comunidad benefactora. Entre las entrevistas, destaca especialmente la de Salo Luna, quien en los ’90 escapó del lugar.

Dosificada en seis capítulos, la miniserie sigue cronológicamente el crecimiento, en poder y capacidad de daño, de esta Colonia, que hoy sigue activa bajo el nombre de “Villa Baviera”. Su interacción con lo más reaccionario de la política chilena es también una suma de horrores, que arrancan con Roberto Thieme, ex líder de Patria y Libertad, y llegan hasta el mismísimo Augusto Pinochet, quien visitó varias veces el lugar. Más complejo aún, son las imágenes del político Hernán Larraín, actual ministro de Justicia y Derechos Humanos (vaya ironía) del gobierno de Sebastián Piñera y cuya aparición en el documental, como uno de los defensores de Schäfer, ha vuelto a poner en duda la idoneidad de este dirigente de la derecha conservadora.

Este no es el primer registro audiovisual sobre este tema; de hecho, abunda material en Youtube y está la película alemana ‘Colonia’, con Emma Watson y Daniel Brühl. Sin embargo, esta serie es la que registra, de manera más consistente, los niveles de horror del proyecto de Schäfer, una comunidad agraria utópica que mantenía a sus miembros bajo vigilancia y disciplina. Tal vez el punto débil de la propuesta, sea la falta de investigación sobre el negocio que permitió tales niveles de prosperidad a esta secta; se menciona un negocio de piedra molida y luego se alude a la intermediación en la venta de armas, pero no se logra explicar el esquema que permitió a Schäfer alcanzar esa capacidad de manipulación al sistema judicial, por ejemplo. En esa imposibilidad de abordar de manera más profunda el tema del  financiamiento, el documental  topa con las mismas limitaciones de otros intentos, y nos queda la sensación de espanto, pero no logramos comprender el fondo de todo este asunto. Tampoco se aclara  la verdadera naturaleza de la relación entre la Colonia y el Estado alemán, del cual nunca hemos escuchado un  pronunciamiento. En cambio, el trabajo audiovisual nos deja más claro el porqué del magnetismo que ejercía este perverso líder; esta era una secta que interactuaba con el exterior, y ahí Schäfer logró no solo insertarse sino que construir lazos con la comunidad de la zona, incluso construyendo un hospital. Esto es un punto clave para entender cómo podía estar tan conectado con la gente y cómo lograba, más fácilmente, esos niveles de fidelidad.  Y como dice alguien en la película “lo transformamos en Alemania, en un lugar bueno, muy fértil”. Pero esa especie de paraíso que lograron solo fue posible esclavizando a adultos y niños y en un lugar donde el Estado no llegaba, lo que permitió la siembra del espanto y la impunidad.

‘Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile’ es un registro muy valioso, aunque ya se haya hablado y visto mucho del tema. Sigue siendo sumamente importante que el cine permita visibilizar lo que fue la existencia de esta secta, este enclave de colonos alemanes convertido en uno de los lugares más nefastos que, con la complicidad de los estados de Chile y Alemania por más de cuarenta años, vulneró y atropelló los derechos humanos de cientos de personas….paradójicamente “Dignidad”, que de dignidad para sus habitantes casi nada tenía.

 

viernes, 1 de octubre de 2021

El Juego de Calamar: metáfora perfecta de nuestra competitiva sociedad

La serie del momento en Netflix es un espejo cruel y directo del comportamiento social cotidiano, expresado en un símil de un juego infantil de la Corea de los años’70. El Juego del Calamar trata de contarnos la vida de una serie de personas, con problemas económicos, que se someten a una serie de mortales juegos infantiles, solo para poder hacerse con los preciados millones reservados al ganador.

Pero sin duda que esta serie tiene un trasfondo más asentado en la realidad de lo que puede parecer a simple vista;  debe su nombre a un juego infantil de los ’70, en el que dos jugadores se enfrentaban dentro de tres formas geométricas que formaban un calamar: círculo, triángulo y cuadrado. No tiene otra temporada confirmada (aún) y fue dirigida por Hwang Dong-Hyuk , conocido por Silenced (2011), que fue un filme dramático de bastante relevancia. La trama, como tal, sigue una tendencia que nos recuerda la nipona Battle Royale (2002), también a Los Juegos del Hambre (2012) e incluso algunos han encontrado ribetes extraídos de Parasite, porque se interponen diversos géneros, desde la acción y el drama, hasta la supervivencia y el suspenso.  

Se pueden sacar muchas conclusiones del por qué cuatrocientas cincuenta y seis personas con problemas económicos, deciden competir voluntariamente en seis juegos infantiles en los que, a diferencia de lo que ocurre cuando se es niño, si se pierde se muere (literalmente), pero el superviviente final obtiene cuarenta millones de dólares. Una vez encerrados en esta isla de terror disfrazada de esperanzas para salvar el futuro y el de la familia, la estrategia, el análisis de la situación,  la forma en la que las historias interpersonales se mimetizan con los juegos, permiten seguir el hilo porque  la psicología de los personajes principales está muy bien construida; sin embargo, y por conclusión de lo anterior, desde el primer momento sabemos quiénes morirán y quiénes no. Este aspecto, que roza lo predecible, no impide que nos llevemos sorpresas a medida que avanza la temporada.

Una de las particularidades de la historia es el ‘corporativismo’ de la organización que ha creado el juego y la estratificación de sus subalternos. Así, los que eliminan a los jugadores visten diversos trajes que representan el rango. Los trajes rojos están en la base de la pirámide y se escinden en tres grupos: los que portan un círculo representan un estatus bajo, los que llevan un triángulo son los que están en un  intermedio y los que exhiben un cuadrado están en la cúspide.  Todos los personajes reciben el mismo trato, independiente de su sexo o  edad, y por lo mismo, todas las muertes son duras. En esas escenas, la música desempeña un papel fundamental porque se mezcla a la perfección con la tensión que suscita el argumento. A pesar del colorido y del exagerado escenario en que se presentan cada uno de estos juegos, los efectos añadidos son pocos y tampoco son importantes. porque la trama, que versa sobre supervivencia, pone énfasis en la racionalización del ser humano.

Aunque el ritmo puede ser lento a veces, la narración y dinámica están bien hiladas; una se entretiene, aunque refleja todo el individualismo de la sociedad. Es cierto que en los episodios no hay tabúes a la hora de mostrar la violencia, porque contiene escenas muy sangrientas y explícitas, y nos paseamos por todo el espectro que va entre  disparos en la cabeza y la extracción de órganos.

El guion estaba listo desde 2009, pero el director no conseguía financiamiento y varias productoras rechazaron el proyecto por ser “muy violenta”. A pesar de aquello, igual logró llegar a Netflix y ser lo más visto hasta el momento, pasando por encima del lenguaje coreano y de lo lejano que nos puedan parecer algunas costumbres, finalmente nos reflejamos en otras similitudes. La finalidad de Hwang Dong-Hyuk fue hacer una crítica social que girara en torno a la desigualdad socio-económica, donde la clase media cada vez está más diluida y donde la élite, de forma sádica, puede permitirse el lujo de vejar a los estratos sociales más desfavorecidos. Esto se ve con claridad en el episodio “VIPS”, donde aquellos multimillonarios, caricaturizados al máximo, discuten, champaña en mano, sobre quién será el próximo en morir. Del mismo modo, en el episodio dos, se muestra un ejemplo claro de la demagogia política de la élite, cuando se hace creer a los 456 que las reglas de ese juego son democráticas.

¿Por qué estoy viviendo tan mal, por qué tengo que competir todo el tiempo?, ¿dónde comenzó todo esto y a qué nos llevará?. Esas son las preguntas que el director busca que sean reflexionadas por quien visualice El Juego del Calamar, otra gran experiencia venida de Corea y que ya se perfila para convertirse en la serie más vista en la historia de Netflix,  pasando por encima de éxitos mucho más cercanos a nuestras culturas, como La Casa de Papel y Stranger Things.