Alexander Payne está de vuelta con un melancólico relato de amistad y pérdida. En poco más de 2 horas, tres almas intentan huir de lo que sienten, de olvidar las cicatrices que llevan a cuestas, mientras el aura de la película los somete a pruebas que los instan a mirar el lado bueno de estar vivo.
Historias de Navidad hay miles. Por
doquier tenemos comedias románticas y propuestas animadas que abordan la
festividad desde el lado optimista. Pero también hay otras donde la Navidad es
sólo un punto de partida para reflexionar sobre algo más profundo. En este grupo se
ubica Los que se Quedan, del director Alexander Payne (Nebraska, Los
descendientes) quien aprovecha el frio y la nieve de la Navidad del hemisferio
norte, para ahondar en tres almas rotas que conviven en la inmensidad de un
colegio de clase alta, en los inicios de los años ‘70.
Desde los créditos iniciales, Payne
deja claro el tipo de película que veremos: nostálgica, melancólica, pero muy
interesante por cómo estará contada. Rápidamente son introducidos los tres personajes
que, con la Navidad de fondo, verán exaltadas sus emociones; en un principio,
muchos tendrán la opinión que la propuesta de Payne se irá por el lado
depresivo, sin embargo, nos vamos topando con dosis importantes de humor, lo
que permite un equilibrio perfecto y necesario para la narración.
Pero ¿Quiénes son estos tres
seres que dan vida al film?. Pues, el profesor Hunham podría ser un cliché vivo,
uno de los tantos profesores que hemos visto en el pasado y que intenta dar
educación a jóvenes ricachones que dan todo por obtenido. Pero lo que
hace Paul Giamatti con su personaje es una maravilla; grita, es irónico
y más expresivo de lo necesario, pero cuando muestra sus frustraciones, toda
esa careta encaja de gran manera. Sus gestos, miradas y vocabulario hacen que
su trabajo sobresalga, tal cual cuando saca el lado paternal para acoger al
alma atormentada de su estudiante, lo cual pocos actores pueden lograr de forma
tan convincente. Y el gran complemento del profesor Hunham es el debutante
actor Dominic Sessa; verlo en pantalla es darle a Payne el beneficio del
acierto total, pues su trabajo se destaca absolutamente; incluso, en varias
escenas ‘bandejea’ perfectamente a Giamatti, se para de igual a igual frente a
un avezado, lo cual genera resultados sobresalientes. Se desenvuelve ante la
cámara con naturalidad, tiene química con actores de mayor edad y carga con el
peso de importantes secuencias. Y lo que hace Da´Vine Joy Randolph es
significativo, porque carga con el personaje más complejo y que más se contiene.
Mary trabaja sin parar, convive con sus compañeros, es rigurosa
en sus funciones y, sin embargo, su vida no tiene sentido porque ha sufrido el
dolor más grande que cualquier madre podría enfrentar y trabajar con decenas de
jóvenes, que todo el tiempo le recuerdan al hijo que perdió, es un golpe al
espectador, quien se pregunta cómo puede aguantar la vida. En este caso, Mary
es el personaje con más cable a tierra, el más terrenal de la película y su
brillante interpretación y desarrollo ayuda a responder la premisa de este
film: que vivir debe valer la pena y hay que encontrar ese significado cuando
se pierde.
El diseño de producción, la fotografía y la música realmente hacen que el espectador entre en la época donde se desarrolla la historia; toda la ambientación está tan bien lograda que realmente parece que estuviéramos viendo una película de los ‘70. Y el guion acierta en situar la historia en una época sin tecnología como la de hoy, donde claramente el contacto humano se ha visto afectado. En la inmensidad de ese colegio, rodeado de nieve y soledad, estas tres almas se encuentran y aprenden a ser soporte del otro y vivir inesperados momentos.
Aunque se trata de una historia original, Los que se Quedan podría convertirse en otro clásico que retrata la relación profesor-alumno, y estas películas siempre marcan a más de alguien. Hunham es uno de esos profesores que termina dando más lecciones fuera del aula y ese tipo de enseñanzas terminan por quedarse no sólo en Tully, sino que también en los espectadores.
En tiempos de producciones
pretenciosas e historias que solo son un remake, Los que se Quedan es
un remanso de quietud. Giamatti, Sessa y Randolph forman un trío perfecto al
mostrar los efectos de la pérdida, lo cual no sucede desde el resentimiento,
sino desde las ganas de encontrar un sentido a la vida. De esta manera, Alexander
Payne está de vuelta con una de sus mejores propuestas, un relato sensible pero
equilibrado entre humor y drama, que habla de solidaridad y del doloroso
proceso de aceptar la realidad.