El nombre M.Night Shyamalan pasó
de ser sinónimo de genialidad a ahuyentar al público de las salas debido a sus
propios errores. Por eso, esta “Split” era toda una apuesta, 50-50, de salir
decepcionado, otra vez. Estimadas y estimados, el de “Sexto Sentido” está de regreso.
“Sexto Sentido” y “El
Protegido” son obras maestras, eso es más que suficiente para darle muchas
oportunidades a M.Night Shyamalan, director hindú dueño de una visión sumamente
original pero que estaba siendo cuestionado por sus últimos trabajos. Y si en
2015, con “The Visit”, dio luces que no todo estaba perdido, el plato fuerte, su
regreso triunfal a las grandes lides es “Split”.
La película va adquiriendo
rápidamente un tono oscuro y se mete en el terreno del thriller psicológico.
Como director, Shyamalan aprovecha al máximo el reducido espacio donde se
desarrolla la historia y, a través de movimientos de cámara y planos sumamente
contenidos, construye de manera sólida un gran suspenso, propio de lo que está
contando. La fotografía de Michael Gioulakis (espectacular su trabajo en “It
Follows”) juega con los espacios, las luces y las sombras, las que junto al
increíble sonido y la música de West Dylan Thordson, crean una atmósfera
totalmente opresiva.
Shyamalan guionista:
Hace un gran trabajo. “Split”
debe ser su película más “transparente” en años, es decir, aquella que se ciñe
a sus códigos, como lo es el presentar un desenlace revelador, de esos que nos dejan
pegados al asiento de la pura sorpresa. En el film, vuelve a jugar con las
técnicas narrativas de sus películas más famosas y que lo llevaron a ser
reconocido como “el nuevo Spielberg”, por aquello de darle al público
lo que quiere ver pero sin descuidar la calidad. Para lograrlo en “Split”,
construye una historia en espiral, en la que el protagonista acaba aceptando su
realidad inicial para sobreponerse a ella, hasta llegar al clímax, donde alguna
variación en el relato altera la percepción de toda la historia, otra
característica de su cine. En el caso de “Split”, la sorpresa final enfrenta a
la película con la propia filmografía del director. Ese final enriquece y
potencia el valor del film por completo, haciendo obligatoria una segunda
visita y verla desde otra perspectiva.
Como punto débil, el guion deja
algunos cabos sueltos, ¿será una apuesta a futuro?. Por otro lado, las
interpretaciones de las dos amigas del personaje de Anya Taylor-Joy no resultan
convincentes y son olvidadas por el guion. Y, quizás, la historia podría
haber profundizado más en temas como la familia, la infancia, el dolor, todos
recurrentes en la filmografía del director, pero acá ese acercamiento no
se logró con la fuerza emocional de sus otras obras.
Personajes:
El trabajo de James McAvoy es
demencial. Como hacía mucho tiempo no lo veíamos, da una clase de
interpretación tanto en su expresividad como en su transformación física, según
la personalidad que ocupe el cuerpo de Kevin en determinado momento. Es
evidente que se entregó por completo al rol. Cada una de las personalidades que
interpreta logra diferenciarse de las demás al utilizar sutiles cambios de
voces, gestos y posturas. Anya Taylor-Joy (sí! la misma que estuvo genial y
avasalladora en “The Witch”) hace un gran trabajo dándole vida a un personaje
muy introvertido. Es poco lo que expresa con palabras y el director reafirma la
construcción de su perfil apoyándose en flashbacks que contextualizan su
conducta actual. La joven actriz supera con creces el desafío. Y Betty Buckley, como
la psicóloga de Kevin que intenta comunicarse con todas las personalidades, también sobresale.
En resumen, lo vas a pasar muy
bien viendo esta intensa y arriesgada propuesta de M.Night Shyamalan, cuyo
punto más alto es James McAvoy. Este narrador especialista construye mucho suspenso, terror a ratos y un final
que te volará la cabeza, en ese último minuto el director reafirma, con creces,
“este soy yo”.