A partir del 6 de abril se empiezan a emitir los 7 capítulos
finales de la serie Mad Men y, como suele ocurrir, ya hay varios que están
apenados pues quedarán huérfanos. Pero, ¿huérfanos de qué o de quién?....de Don
Draper?, de los años sesenta?, de la sociedad masculinamente asfixiante?. Qué es lo que nos deja esta serie?
Durante años las
series se focalizaron en un “héroe” destinado a salvar la situación, a resolver
el crimen, a sacrificarse por otros. Hasta que su contraparte empezó a ganar
mucho terreno: el “antihéroe”. Un tipo con el que empatizamos aunque fuera el más
malo del mundo: psicópatas, asesinos…el espécimen que fuera. Y es en este
apartado donde entra el protagonista de esta serie que está culminando luego de
7 temporadas. Don Draper pensaba creativamente pero con un enfoque numérico y
estructurado, como profesional, todo un innovador para la época. Como hombre, enfundado
en un traje de última moda, fiestero y gustoso del whisky, fue un deleite al
ojo femenino y nos hizo amarlo aunque, de verdad, queríamos odiarlo porque no
era un buen padre y porque engañó mil veces a su esposa.
Pero
¿quién es el que nos abandona? El buenmozo Don, pero al mismo tiempo, el
maldito Don, el romántico, el alcohólico….un personaje completo, que sacrifica
su vida, y la de su familia, por ser el mejor en lo que hace pero también por
autovalidarse como hombre en una sociedad sexista.
Mad Men, además, nos deja el análisis de una subcultura en la que
los hombres, muchos de los cuales están comprometidos o casados, con frecuencia
engañan a sus parejas, algo que es difícil de ver por la pantalla pues en esa época la
mujer luchaba a diario con el poder masculino en todo ámbito y muchas cosas se
callaban por miedo a la vergüenza o por simple sometimiento.
Nos deja la confirmación de que,
lamentablemente, el ser bonita era (¿y sigue siendo?) una cualidad que puede
hacerte subir escalones.
Nos deja capítulos gigantes en el
tratamiento del sexismo. Si bien los hombres aparecen en el flanco del poder,
la fuerza con la que luchan los personajes femeninos es irresistible, y esa
constante oposición definió la serie, hasta ver la liberación de varias de
ellas, verlas empoderadas y dispuestas a enfrentar la década siguiente sin
sumisiones.
Nos deja personajes poderosos,
comprometidos, con un sello. El personaje de Elizabeth Moss (Peggy) fue el que
más creció, y lo más probable es que consiga el éxito en la dura industria de la
publicidad. A Sally Draper la vimos crecer y enfrentarse a las debilidades de
sus padres y puede ser, en el futuro, una aliada de Don en el proceso de
reconstrucción de su propia identidad. Betty fue otro personaje que decidió
salir de la oscuridad, pero ahora no es feliz con su actual marido; por su
valentía y decisión podría tomar la decisión de separarse y volar sola.
Nos deja, también, una posibilidad de observar los
años ‘60 tal como fueron, pues su fidelidad histórica es rigurosa. El proceso de documentación sobre la ciudad en
aquella década, cada restaurante, cada edificio que podían haber pisado esos
publicistas, cómo se vestían, lo que fumaban, lo que bebían. Esa minuciosa indagación
les permitió rodar, con un presupuesto menor, en escenarios recreados en Los
Ángeles (en vez de en Nueva York).
Nos
deja un estilo visual, un diseño de vestuario perfecto, adecuado y auténtico. Nada
se ve ficticio ni sobre adornado; cada detalle de la serie, de la arquitectura,
los muebles, las vistas de la oficina de Don Draper en el piso 37… todo en la
serie reflejaba fielmente el Nueva York de los ‘60.
Todo
esto fue Mad Men.
Para
estos episodios finales mis expectativas no son muy altas, más bien buscan
responder la pregunta de si Don logrará saber quién es en verdad, porque ha
estado viviendo una mentira demasiado tiempo. A lo largo de cada temporada lo
hemos visto llevar una angustiada existencia, a través de esta vida de cuento
que él mismo ha creado. Para mantener esa identidad, Draper ha sacrificado
tanto, y en esta última temporada la vida podría pasarle la factura.
Y enfocándonos en la empresa, yo
diría que nos van a sorprender de lleno con la entrada triunfal a la era
moderna de la publicidad. Sterling Cooper Draper Pryce ha sido una metáfora de
la cultura de un país, que se ha ido adaptando a los tiempos como ha podido,
pero siempre con un ritmo anticuado, impuesto por sus propios directivos.
Empezando por Don, y especialmente por su compañero Roger Sterling, estos
hombres enfrentarán una era convulsionada, más libertina en algunos aspectos,
con mucho más protagonismo de una mujer más empoderada y consciente de sus
derechos; la lucha contra el yugo al que ellos estaban acostumbrados, y cuyo
cambio puede perturbar sus masculinas y viriles vidas completamente, podría ser
otro punto de vista que la serie busque cerrar.
Tres
Globos de Oro y cuatro premios Emmy consecutivos, como mejor drama, marcaron la
época de oro de esta serie que ha servido de ejemplo para otras llamadas “de
época”, donde en muchos aspectos visuales y de guion marcó una pauta y nos regaló un ganador, porque Don Draper ya está
estigmatizado, y se quedará, para siempre, en Mad Men Avenue con Don Draper Way.