lunes, 27 de noviembre de 2017

American Horror Story: Cult: contra su esencia

Por primera vez, el enfoque del miedo giró al ángulo en el que se conectaron política occidental y control de masas, tomando como pretexto el clima de la elección presidencial y el triunfo de Donald Trump. La premisa de “Cult” fue que lo que ocurre en la realidad causa más terror que las historias sobrenaturales, sin embargo, hubo algo que los creativos olvidaron en el camino.


Cada temporada de AHS ha dado indicios de estar frente a una gran historia. Jugar con el miedo, en sus distintas manifestaciones, ha sido el caldo de cultivo para excelentes pasajes, sin embargo, así como han sido buenas las premisas, también han sido varias las ocasiones en las que Ryan Murphy y Brad Falchuk  destiñen más que aciertan.  Y esto se grafica claramente en “Cult”.
¿Cuál era la personificación del miedo?, Kai, una personalidad que solo era comparable a la de los psicópatas de “Mindhunter”; por otro lado, ¿Cuál era la componente psicológica? el clima político enfervorizado, el cual correría por un carril distinto al que hubiéramos esperado. En el primer episodio, “Election Night”, se nos presentaron los personajes principales en el juego de la división de América, la de Hillary y la de Trump, pero ejemplificándola a una escala menor; es allí donde conocimos a Ally (Sarah Paulson) cuya reacción a la victoria de Trump es tan negativa que agrava su inestabilidad mental y potencia sus fobias. Y, aparentemente, en el otro lado, está Kai (Evan Peters) dispuesto a transformar toda la ciudad con su discurso americanista radicalizado; justamente, este personaje es quien lleva en sí mismo el slogan de Trump de “make América great again” y, para llevar la frase a la práctica, se va haciendo de discípulos dispuestos a morir por él.


Todo iba relativamente bien hasta el cuarto episodio. Había desesperación, inestabilidad, un matrimonio lésbico con un niño concebido en fertilización, asesinatos macabros, payasos terroríficos, mucha sangre, sin embargo, la trama comenzó a caer en el aburrimiento, los crímenes se repetían, los discursos fanáticos aumentaban y la estética se tomaba la serie. Así, vimos a Evan Peters interpretar a Andy Warhol, en un episodio dedicado a Valerie Solanas; también hizo de Charles Manson en el dedicado a los asesinatos de su secta, y otros más también aparecieron; si bien pudo ser interesante este repaso de grandes asesinos en serie, cada uno visto por separado y tomándose medio episodio, no aportó gran cosa a la trama ni a su desarrollo, ni al carisma de ninguno de los personajes centrales. Este fue uno de los errores de la temporada, el no trabajar correctamente el perfil de los personajes.
Destaquemos lo bueno. 
Lo mejor de la temporada fue Evan Peters, el que ha demostrado, una vez más, todo su potencial dramático. Gracias a él la temporada tuvo algún significado. Sarah Paulson, por su lado, estuvo en la vereda de enfrente sufriendo al principio pero construyendo en secreto su otra personalidad, la que veríamos al final. Del resto, se rescatan algunas interpretaciones pero esta dupla fue la que más luchó por dar coherencia a una trama que se desdibujó y que nos hizo extrañar mucho a Jessica Lange. ¿Y el cierre de la historia? Fue lo más extraño.

Los dos capítulos finales fueron a toda velocidad, intensos, matando los minutos, como si todo debiera resolverse lo más pronto posible. Y la escena final, verdaderamente, fue para  la risa. Las elucubraciones que hablan de una posible líder feminista camuflada en el universo que Kai buscaba liderar, no se sostienen. La conclusión es que los guionistas no supieron cómo cerrar, porque la historia se les había ido de las manos. 
Lo lamentable, es que AHS entró en una espiral en la que, realmente, nunca se sabe qué esperar. Esto ha ido ahuyentando a la fanaticada que la glorificó en sus excelentes primeras temporadas y que ha soportado estoica y paciente lo que ha venido después. “Cult” se ubica por debajo de “Roanoke” y no está en el podio de lo mejor que ha hecho Ryan Murphy.

martes, 21 de noviembre de 2017

Alias Grace: artista del engaño

Grace es la protagonista de otro potente drama histórico, el cual se ancla en el realismo y en ejuiciar las bases de una sociedad patriarcal. No está a la altura de “The Handmaid`s tale”, pero si enganchaste con ésta, la propuesta de Grace te gustará igual porque es más que una serie de mujeres, es una historia de maltratos contada por una artista del engaño, pero eso nadie lo sospecha al mirar los ojos de la desdichada protagonista.

No es casualidad que “The Handmaid’s tale” sea una de las series más reveladoras del año. Además de sus méritos técnicos y actorales, fue importante por la dura crítica feminista que destapó. Pero Margaret Atwood, autora d ela novela, tenía otro as bajo la manga, el cual se enfocaba en el género de ficción histórica. En “Alias Grace”, Atwood narra el caso real de Grace Marks, una inmigrante irlandesa que llegó a Canadá en el siglo XIX y que, a los 16 años, fue condenada y encarcelada por el asesinato del ama de llaves de la casa en la que trabajaba como criada, una diferente a las de “The Handmaid’s tale”, pero cuya vida también estaba marcada por las carencias. Con todo esto, habrá quien piense que es otra serie feminista utilizada como vehículo de denuncia, pero la propuesta se evade de los discursos y deja que los personajes hablen por sí mismos, siendo ese un punto extraordinariamente logrado, porque es ahí donde el personaje principal ejerce un efecto casi de hechizo.
Son seis episodios, los que se podrían dividir en dos partes: los cuatro primeros, donde Grace cuenta su vida, y los dos últimos, en donde la serie da un vuelco y se transforma en un thriller que va mostrando sus capas, gracias a una estructura flexible. De esta forma, se afinó muy bien la ambigüedad del relato de la asesina, logrando que la pregunta típica de si es inocente o culpable se vuelva entretenida, un puzzle, y no un accidente.

Grace
¿Se dejó arrastrar a los crímenes por el otro empleado de la casa?, ¿O era ella quien manipulaba los acontecimientos?.
Grace es un gran personaje, súper complejo, con una personalidad llena de capas que se irán develando. Sarah Gadon captura todos los matices de su personaje y su narración es tan magnética que consigue transmitir toda la manipulación que requiere la construcción de la historia. Otro punto logrado son las escenas con el Dr. Jordan, las que nos hacen la pregunta constante de sí puede haber alguna química amorosa entre ambos; esos momentos son necesarios para mostrarnos  la clase de mujer que la sociedad de la época pudo moldear. Reitero que la miniserie gana en los dos últimos capítulos, que pasan de ser una descripción del papel a ser un thriller, porque ahí es cuándo empieza a apostar sobre la inocencia o culpabilidad de Grace.
Sarah Gadon, al contrario del insulso papel que tuvo en “22-11-63”, se desdobla en habilidades, hipnotizando con su mirada entre inocente y malvada. Por otro lado, muy bien estuvo Anna Paquin, en su mejor interpretación tras “True Blood”.



Otros puntos fuertes:
  • Rebecca Liddiard (Mary Whitney). Es un personaje vital en la vida de Grace porque la inspiró y significó su despertar a muchas realidades. Sus escenas juntas son notables.
  • El reparto. Destacan el director David Cronemberg, como el Reverendo Verringer; Edward Holcroft como el Dr. Jordan; Anna Paquin, como Nancy y Zachary Levy, como Jeremiah.
  • Los seis episodios fueron dirigidos por Mary Harron. (“American Psycho”), quien además fue productora y trabajó codo a codo con la adaptadora. Visiones femeninas que, finalmente, permitieron la redención del personaje, tal cual quería la autora de la novela.
  • Producción: si bien no tiene los niveles  de “The Handmaid’s tale”, cuenta con momentos muy inspirados y bastante brutales, efecto que se apoya con el montaje.
  • Relato en primera persona: la voz en off nos permite acceder a los pensamientos de Grace, los cuales contradicen, en ocasiones, sus acciones, pero nunca pierde el tono crítico y reflexivo.
  • Femme fatale: podemos concluir que todos los hombres que pasan por la  vida de Grace se enamoran de ella, ya sea por lástima, por su pasado o por su presente. Inocente o culpable, Grace era tan fuerte y mental que terminaba siendo una advertencia contra los hombres, porque por toda su historia era incapaz de enamorarse de ninguno. 




Una serie muy cerebral, un retrato de época fiel, un relato personal extremadamente agudo. En seis episodios, encontrar velocidad narrativa, reflexión y actuaciones que dan en el tono, no es fácil, sumámdose a la lista de grandes producciones realizadas este año. Incluso, esto nos hace olvidar que, para variar, no quede claro si Grace es la asesina, más bien, el guion la deja como una femme fatale con apariencia de desdichada, totalmente hipnótica. La historia es fascinante y es un gran true crime, de los mejores vistos en años.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Stranger Things 2: No todo lo que brilla es oro

La serie de Netflix irrumpió el año pasado con una ambientación muy Spielberg y enfocada en traer de vuelta lo mejor de la cultura pop de los ’80. Tras el éxito,  dirigió sus dardos hacia el crecimiento del guion,  sin abandonar esos estereotipos ochenteros. Así fue como la 2da temporada  de “Stranger Things” amplió el universo de desarrollo y trabajó en mostrar la madurez que iban adquiriendo sus jóvenes protagonistas. ¿Era lo que esperábamos?.


La segunda temporada de “Stranger Things”  funciona si la vemos como una continuación, porque uno de los pilares de la trama ha sido el mostrar cambios en el planteamiento de los personajes y sus personalidades. Los años ‘80 aún siguen reluciendo en su plena dimensión, aunque el guion los utiliza como herramienta de captura al centrar la trama en mostrarse como una apuesta más más madura, a todo nivel.
Una de las preguntas a responder era cómo el equipo de guionistas  iba a combatir  al principal enemigo de las secuelas: lo reiterativo del contenido. Tras el visionado, observamos que la trama volvió a tomar el producto que fue meollo del asunto en la primera temporada, pero ahora lo extendió a un nivel más global. En otras palabras, el argumento central se diversificó, dando más importancia a  personajes como Jim Hooper, el que evoluciona hasta convertirse en un fundamental en la serie. Lo mismo con Joyce (Winona Ryder), cuya personalidad ya no es tan doliente y se volvió más resolutiva e impetuosa. La temporada sumó secundarios desechables como el de Bob, utilizado solamente para tener una muerte en el guion similar a la de Bárbara, y Billy, el típico matón atractivo que no tuvo desarrollo, aparte de ganarse un par de golpes bien merecidos. El aporte más sustancial, a nivel de personajes, fue el de Max: una nueva chica que se unió al grupo y que seguramente tendrá mucho que decir en las temporadas venideras. La pelirroja fue la puerta de entrada de Dustin y Lucas a la adolescencia y fue la que provocó el enojo en Once, cuando ésta la ve interactuando con Mike. Max puede hacer que la trama, a nivel de relaciones entre el grupo de amigos, se juegue de otra manera en la tercera temporada.


Esto último se une directamente al cambio drástico en el grupo de niños, los que por primera vez se separan en buena parte de la trama y hacen de “compinches” de los hermanos mayores y otros jóvenes de más edad. Esta diversificación de historias hizo que la propia Once fuera la protagonista de la máxima expresión de “mundo nuevo”, haciendo que, por primera vez, la acción saliera de Hawkins. Esto aportó a la visión de globalidad de la que hablaba, a que el problema ya no era sólo de un pueblo, sino que tenía fuerza para impactar al mundo entero. El guion también puso énfasis en los poderes especiales de la joven Once, intención que estuvo muy cerca de querer dejarla casi como superhéroe; seguramente,  el aumento de presupuesto por parte de Netflix jugó a favor de este factor y logró que “Stranger Things 2” tuviera una considerable calidad visual. 
Y qué decir de la música ochentera, la que volvió a ser utilizada pero de manera poco atinada. Hubo escenas que no necesitaban la melodía de fondo y ciertamente hubo abuso del sintetizador, sin embargo, ese simple sonido construía la atmósfera precisa para reenfocarnos a que la acción ocurría en los ’80. Sonaron DEVO, Duran Duran, Scorpions, Kenny Rogers, The Runaways. Siempre es un deleite.


Del argumento, ya señalé que la historia se expande. Will actuó como un receptor y sólo la presencia de Once compensó las fuerzas, haciéndola tomar una responsabilidad casi de adulta. Pero también lo hizo el valor. Vale la pena resaltar que, sobre todo en los últimos momentos de la temporada, la acción toma un matiz de film serie B que hizo que volviéramos a sentirla encantadora y, por otro lado, le permitió sacar su lado más gore sin miramientos, ese que estuvo algo secuestrado la temporada anterior.
Si hay que señalar que ningún capítulo fue completamente brillante, ni a nivel de trama ni de visualidad; hay momentos muy logrados pero ningún episodio se podría instalar dentro de los mejores del año. Y acá me quiero referir al séptimo capítulo, en el que seguimos a Once en su camino por encontrar a su hermana. Debido a este viaje, el hilo narrativo se rompió y la historia de la hermana no sirvió para mucho más que para reforzar que la fuerza del poder de Once está en su ira más profunda y que cuando la saque, podrá vencerlo todo. Pero está claro que podrían haberlo contado en 10 minutos. Afortunadamente, el hilo se retoma en los dos episodios finales, bastante dignos y con momentos emotivos, en los que hay muchas referencias a clásicos de los ‘80, como “IT”, “Alien”, "Starwars" y “El Exorcista”.
Hay que vivir la experiencia que propone “Stranger Things 2” para comprender que la acción puede evolucionar. La serie mejoró respecto a la primera temporada porque hubo mucho más drama en el guion y  más presupuesto para efectos especiales poderosos. Sin embargo, los hermanos Duffer deben intentar contar una historia que, de cara a la tercera temporada, no nos muestre más monstruos que se quieren apoderar del pobre Will, de hecho, el motor de la historia debiera ser otro de los niños y debieran agregarse más personajes adultos que puedan soportar el argumento. E ahí la disyuntiva ¿El público quiere que este adorable grupo de niños crezca y la acción fantástica se entremezcle con lios adolescentes?, ¿O “Stranger Things” buscará consolidarse como la alternativa ochentera mejor lograda de los últimos años apelando a elementos culturales que vayan siendo reconocidos por un nicho y un público objetivo muy definido?.


Nosotros queremos que nos sorprendan y el cómo van a lidiar con el factor sorpresa será su gran desafío de cara a la tercera temporada, la que al parecer no veremos sino hasta 2019.

The Deuce: el mejor trago de HBO

Retratar el nacimiento del universo porno en la Nueva York de principios de los ’70 es lo que movió al nuevo producto de David Simon, el cual pinta a la perfección las calles crueles de esa fascinante y compleja época de Manhattan, convirtiéndose ya en favorita de la temporada.

Netflix se la ha puesto difícil a todos sus competidores, principalmente porque tiene mucho material para relucir, sin embargo, aún no logra meter alguna de sus producciones en los listados de “históricos”, de aquellos relatos que la gente ha premiado con altas sintonías y con cultos, incluso, posteriores a su final. Casi todas las listas especializadas coinciden en que “The Wire” es la mejor serie de televisión de la historia, producto que tuvo como cerebro a David Simon, quien sorprendió al mundo, en 2015, cuando anunció que estaba trabajando el rodaje de su nueva propuesta para HBO: “The Deuce”. Ésta ya ha finalizado su primera temporada y sólo ha sacado aplausos, logrando renovación al segundo capítulo.

“The Deuce” se basa en la fuerza de dos tremendos protagonistas, James Franco y Maggie Gyllenhaal, y en las temáticas relativas a la prostitución y la pornografía en la Nueva York de los años ’70; a estos atractivos elementos, le sumamos la lógica narrativa de David Simon, la que se basa en atraer a ese espectador no multitudinario, no de ojo simplón, sino a aquel que requiere de madurez, altura de miras y de comprensión de todo un universo, porque Simon es eso, un creador de universos más que un narrador tradicional. Con esta combinación es fácil salir vencedor.
En la propuesta hay decenas de personajes y la idea era observar cómo se relacionaban las prostitutas, los tratantes de blancas, la policía corrupta, los mafiosos, los pornógrafos, los estudiantes de la época, en un lugar que hoy es muy turístico, pero que hace 40 años permitió la gestación de la industria porno en Estados Unidos. Volviendo a los personajes, todos terminan funcionando en torno a sus propias necesidades, son mezquinos, y sólo viven su mundo.
James Franco es la cara más visible y porque hace de todo: productor, director del 3er y 7mo episodios e interpreta un doble papel.


Pero la otra gran protagonista es Candy, una prostituta interpretada por Maggie Gyllenhaal y quien es la que carga con el peso dramático de la temporada. Franco, en cambio, es un barman con conexiones con la mafia y, luego de varios capítulos, comprendemos que será factor de un gran cambio en el mundo de la prostitución callejera. Sin embargo, hay que señalar que no posee una versatilidad que justifique que él mismo represente a dos personajes; su actuación hace ver mucho mejor a Ewan McGregor, por ejemplo, cuando le tocó hacer la misma labor en "Fargo". El resto del reparto es variopinto, bien elegido, bien caracterizado y son muchos los personajes que tienen protagonismo en la trama, aunque querramos entender que Franco y Gyllenhaal sobresalen más, el guion estructura las acciones de manera compartida, sumando acciones de todos para lograr formar este universo.

La estética de la serie es extraordinaria y se ancla en el cine setentero, el cual ayudó a construir la memoria histórica. Es fácil apreciar matices del Scorsese de “Taxi Driver”, pero también de “Cowboy de Medianoche” de John Schlesinger, de “French Connection” y “Distrito apache del Bronx”, algunas de ellas citadas por MacLaren y Gyllenhaal como filmes que revisaron antes de ponerse a trabajar. En  el trabajo de Maclaren, se aprecia el esfuerzo por transportar al espectador a la dureza de esas calles, a mostrar la escena lo más setentera posible usando el grano, los travellings, la ambientación repleta de detalles de dirección artística, los que solo hablan del profesionalismo tras el proyecto.



Y la BSO? es simple. La mejor de una serie este año. Y habrá que revisarla en un punto aparte. porque lo merece.



El cómo se contó esta historia tiene un refuerzo extraordinario en el metalenguaje, la estilística y las actuaciones, lo que ayudó a una mejor comprensión del producto. Simon es un  representante de una televisión de calidad a través de esta propuesta brusca, que no matizó en absoluto los grises de la época, siendo brutalmente realista con la cruel violencia de género, mezclada con homofobia y corrupción. Todo ese cóctel nocivo, preparado por expertos, sirvió para ejemplificar de dónde surgió una industria que significó la salvación para muchas mujeres de la calles. Historia dura, contada con ojo crítico y no con un punto de vista retrospectivo, trago amargo pero triunfador. Ese, para mí, es el gran aporte de Simon.