El showrunner Vince
Gilligan, cerebro tras “Breaking Bad” y director de esta película, no quiso reescribir
lo ya contado y prefirió ofrecer un último episodio de la gloriosa serie que
acabó en 2013. En la más clásica tradición de la narrativa que protagonizó
Walter White, una mala decisión conducirá a otra, dejando varios cadáveres en
el camino.
“Breaking Bad” es una de las
series más relevantes de la historia reciente. Tras 5 temporadas, supo
despedirse en grande y ser aclamada justamente por su final, el que estuvo a la
altura de su trama y desarrollo; su protagonista tuvo el único fin posible, pero
algunos fanáticos se quedaron con la duda sobre cuál sería el futuro de Jesse,
al que solo vimos huir en un auto. De esta circunstancia se aprovechó Vince
Gilligan para crear “El Camino”.
Pese a que han pasado 6 años
desde la última escena de Aaron Paul en “Felina”, la caracterización para
intentar dar al espectador la sensación de que todo está ocurriendo justo donde
se dejó es buena, a pesar que las cicatrices no estaban en el mismo lugar y
había un leve aumento de peso en el actor; los fans de la serie perdonamos esos
detalles y fuimos mucho más optimistas sobre esta experiencia cuando apareció Todd
Alquist. El personaje es parte de los flashbacks de Jesse, lo cual logra
que “El Camino” funcione perfectamente
como un capítulo extra de la temporada final de “Breaking Bad”, aprovechando su
sintonía con la estética y narrativa de la serie. El guion es de continuidad y
no presenta sorpresas, dándole importancia al apoyo emocional que genera la
aparición de otros estelares que ayudan a conectar con la historia
anterior: los amigos Badger y Skinny Pete le devuelven a la película ese humor
sordo basado en discusiones superficiales; Mike Ehrmantraut (el asesino a
sueldo de Gus Fring), el viejo Joe, los padres de Jesse, Kenny, el
magnífico Ed (coincidiendo con la muerte de Robert Forster) y hasta Jane,
que viene a representar lo que Mike le advertía al inicio: que por mucho que
empieces de nuevo, nunca se podrán arreglar ciertas cosas.
Pero mientras avanzaba la
historia era imposible no pensar si Gilligan recurriría a la figura seminal de “Breaking
Bad”…Walter White. La escena en la que aparece es meramente testimonial pero
imponente, pues su sola presencia copa la pantalla y evidencia que la serie era
White y siempre todo giró y girará en torno a él. La frase final de esa
conversación así lo ilustra: “Tienes muchas suerte. No has esperado toda la
vida para hacer algo especial”.
“El Camino” se aferra, durante
todo el visionado, a los actores que pasaron por “Breaking Bad”, a la estética
que caracterizó las 5 temporadas y de la ciudad de Albuquerque, lo que ahorra
introducciones y le da a la película la
característica de ser el cierre de algo y no una nueva etapa. Y muchos se preguntan
si ese cierre era necesario. Particularmente, creo que el último plano de
Jesse en “Breaking Bad”, escapando en el auto que da nombre a esta película, dejaba
ese flanco abierto, aunque no era muy
difícil pensar que Pinkman iba a seguir ligado al camino oscuro que había
decidido recorrer junto a Walter. Por esto, la película no será comprendida por
quien no haya visto la serie, porque el final feliz de Jesse solo pueden aplaudirlo
quienes tuvieron como ídolo al gran Heisenberg y al compañero que siempre
estuvo a su sombra. Aaron Paul demuestra estar a la altura de un personaje
icónico pero al cual le saca todo rastro de comedia, centrando como matices la
desesperación y el vacío que hay en su mirada.
Este es un cierre adecuado y que
no molesta pero que se queda como un
experimento superficial, como un esfuerzo por cerrar todos los ciclos. La aparición
de Bryan Cranston, en esa escena en la cafetería, pone en evidencia lo que
uno piensa después de los primeros 40
minutos de “El Camino”: que el verdadero “Breaking Bad” acabó
hace 6 años.
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