La serie del momento en Netflix es un espejo cruel y directo del comportamiento social cotidiano, expresado en un símil de un juego infantil de la Corea de los años’70. El Juego del Calamar trata de contarnos la vida de una serie de personas, con problemas económicos, que se someten a una serie de mortales juegos infantiles, solo para poder hacerse con los preciados millones reservados al ganador.
Pero sin duda que esta serie tiene
un trasfondo más asentado en la realidad de lo que puede parecer a simple vista;
debe su nombre a un juego infantil de
los ’70, en el que dos jugadores se enfrentaban dentro de tres formas
geométricas que formaban un calamar: círculo, triángulo y cuadrado. No tiene
otra temporada confirmada (aún) y fue dirigida por Hwang Dong-Hyuk , conocido
por Silenced (2011), que fue un filme dramático de bastante
relevancia. La trama, como tal, sigue una tendencia que nos recuerda la nipona Battle
Royale (2002), también a Los Juegos del Hambre (2012)
e incluso algunos han encontrado ribetes extraídos de Parasite, porque se
interponen diversos géneros, desde la acción y el drama, hasta la supervivencia
y el suspenso.
Se pueden sacar muchas
conclusiones del por qué cuatrocientas cincuenta y seis personas con problemas
económicos, deciden competir voluntariamente en seis juegos infantiles en los
que, a diferencia de lo que ocurre cuando se es niño, si se pierde se
muere (literalmente), pero el superviviente final obtiene cuarenta millones de
dólares. Una vez encerrados en esta isla de terror disfrazada de esperanzas
para salvar el futuro y el de la familia, la estrategia, el análisis de la
situación, la forma en la que las historias interpersonales se mimetizan
con los juegos, permiten seguir el hilo porque la psicología de los personajes principales
está muy bien construida; sin embargo, y por conclusión de lo anterior, desde
el primer momento sabemos quiénes morirán y quiénes no. Este aspecto, que
roza lo predecible, no impide que nos llevemos sorpresas a medida que avanza la
temporada.
Una de las particularidades de la
historia es el ‘corporativismo’ de la organización que ha creado el
juego y la estratificación de sus subalternos. Así, los que eliminan a los
jugadores visten diversos trajes que representan el rango. Los trajes rojos están
en la base de la pirámide y se escinden en tres grupos: los que portan un
círculo representan un estatus bajo, los que llevan un triángulo son los que
están en un intermedio y los que exhiben
un cuadrado están en la cúspide. Todos los personajes reciben el mismo
trato, independiente de su sexo o edad,
y por lo mismo, todas las muertes son duras. En esas escenas, la música
desempeña un papel fundamental porque se mezcla a la perfección con la tensión
que suscita el argumento. A pesar del colorido y del exagerado escenario en que
se presentan cada uno de estos juegos, los efectos añadidos son pocos y tampoco
son importantes. porque la trama, que versa sobre supervivencia, pone énfasis
en la racionalización del ser humano.
Aunque el ritmo puede ser lento a veces, la narración y dinámica están bien hiladas; una se entretiene, aunque refleja todo el individualismo de la sociedad. Es cierto que en los episodios no hay tabúes a la hora de mostrar la violencia, porque contiene escenas muy sangrientas y explícitas, y nos paseamos por todo el espectro que va entre disparos en la cabeza y la extracción de órganos.
El guion estaba listo desde 2009, pero el director no conseguía financiamiento y varias productoras rechazaron el proyecto por ser “muy violenta”. A pesar de aquello, igual logró llegar a Netflix y ser lo más visto hasta el momento, pasando por encima del lenguaje coreano y de lo lejano que nos puedan parecer algunas costumbres, finalmente nos reflejamos en otras similitudes. La finalidad de Hwang Dong-Hyuk fue hacer una crítica social que girara en torno a la desigualdad socio-económica, donde la clase media cada vez está más diluida y donde la élite, de forma sádica, puede permitirse el lujo de vejar a los estratos sociales más desfavorecidos. Esto se ve con claridad en el episodio “VIPS”, donde aquellos multimillonarios, caricaturizados al máximo, discuten, champaña en mano, sobre quién será el próximo en morir. Del mismo modo, en el episodio dos, se muestra un ejemplo claro de la demagogia política de la élite, cuando se hace creer a los 456 que las reglas de ese juego son democráticas.
¿Por qué estoy viviendo tan mal,
por qué tengo que competir todo el tiempo?, ¿dónde comenzó todo esto y a qué
nos llevará?. Esas son las preguntas que el director busca que sean
reflexionadas por quien visualice El Juego del Calamar, otra gran
experiencia venida de Corea y que ya se perfila para convertirse en la serie
más vista en la historia de Netflix, pasando por encima de éxitos mucho más
cercanos a nuestras culturas, como La
Casa de Papel y Stranger Things.
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