A pesar de sus altibajos
creativos y de la crisis que significó su tercera temporada, la serie sigue
siendo una imbatible, soportada por un guion que nos devolvió a la heroína y que tomó rumbos que nos dejaron atónitos. Después de esta 6ª sesión ¿eres fan
de la “Homeland” paranoica de sus inicios o de la “Homeland” actual, llena de
intrigas?.
“Homeland” se hizo para nuestros tiempos. Es
fácil imaginarse a los agentes de la CIA, sufriendo de constantes inestabilidades
y topándose, a menudo, con actos de sabotajes internos o el situarse frente a difíciles
elecciones. Con una historia construida a base de 5 temporadas buenas y otras
sobresalientes, la maquinaria promocional para la sexta sesión nos daba pistas
y claves de que nuevos rumbos estaban por venir. A las dudas sobre la
continuidad de Peter Quinn, la serie intentó obtener un nuevo el equilibrio
entre el desarrollo del personaje de Carrie Mathison pero enfrentándola a la
situación inestable de Quinn, sumando el desarrollo de la vertiente narrativa del
yihadismo en Alemania (temporada anterior) y el recentralizar
la historia en Estados Unidos; estas piezas terminaban por convertir la serie en un
verdadero thriller.
Todo transcurrió en Nueva York,
con Carrie trabajando para una fundación dedicada a conceder ayuda legal a
la población musulmana en Estados Unidos. Saul y Dar Adal colaboraban con
la nueva Presidenta de Estados Unidos (Elizabeth Marvel, a quien ya
habíamos visto en “House of Cards”) y un Peter Quinn atormentado por el pasado,
desorientado en el presente y bastante incapaz de avanzar hacia el futuro.
Los puntos centrales del guion
fueron las preocupaciones internas: el terrorismo islámico interno, las armas
nucleares y la nueva Presidenta, cuya trama fue desenredando intrigas gigantes,
manipulaciones y sabotajes del más alto nivel. Al principio, la idea fue
presentar a Keane como una mujer dominada por las emociones para, al final,
terminar sólo visualizando (muy por encima, de seguro habrá más desarrollo de
esto en la siguiente temporada) a una mujer a lo Hillary Clinton pero con
paranoia a lo Donald Trump.
Al principio fue extraño ver a Carrie
haciendo buenas obras y no en la corriente del espionaje, pero sus movidas e
intuiciones la fueron devolviendo adonde realmente ella pertenece, por mucho que
quisiera escapar. Su relación con Berenson pasó por todos los estados, volviendo
al centro, algo que fue reconfortante ya que esta relación es uno de los
pilares sólidos de la serie; creíamos injusto que eso se fuera a perder.
Dar Adal estaba sumamente
involucrado en la conspiración, la que fue trama central de la temporada y que
se fue desenredando con brillantez; Adal era partícipe de una serie de
movimientos que buscaban matar a la presidenta electa. No vimos su detención y
sólo pudimos saborear unos minutos de su reclusión, sin saber mayormente que
pasó, pero quedando expectantes de qué va a pasar; esa petición que le hace a
Saul (de ubicar a un profesor en la Universidad George Washington), sin duda
que no es al azar.
Dentro de varios capítulos bien
pensados, crudos y realistas, hay un hecho que no nos sorprendió, pero que sí entristeció
por la forma: la muerte de Quinn. Un personaje de tanto valor, con tanto
desarrollo, se merecía una muerte más elaborada, no tan plana. Lo peor, es que luego
de verlo ensangrentado la historia se salta a las próximas 6 semanas y pareciera
que todo ha sido olvidado, sólo hasta cuando Carrie empieza a deshacerse de las
cosas que tenía en su casa y descubre una foto de ella en un viejo libro. Está claro
que, para el futuro de la serie, el personaje ya no era necesario y había
alcanzado un nivel desgastante (para el espectador, sobre todo), pero merecía
más, por mucho que la frase final de “Peter Quinn nos salvó la vida” se
utilizara para hacerlo terminar como un héroe.
Un atentado contra un Presidente,
movido desde dentro, con culpables, sospechosos, con rostros al descubierto. Carrie
sufrió un carrusel emocional para terminar como la heroína de la nueva
Presidenta Keane, sobreviviendo a explosiones y balaceras, gracias a un guion
fuerte que respaldó su fortaleza, aunque opacó más de lo debido el sentimiento
que, realmente, le provocaba el estar separada de su hija.
La imagen final lo dice todo. Ya está
en Washington, instalada en el “ala oeste”, como una mujer fuerte, pero
teniendo claro que, nuevamente, ha llegado al infierno. Bienvenidos a la
esencia de “Homenland”.
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