La serie de Netflix irrumpió el
año pasado con una ambientación muy Spielberg y enfocada en traer de
vuelta lo mejor de la cultura pop de los ’80. Tras el éxito, dirigió sus dardos hacia el crecimiento del
guion, sin abandonar esos estereotipos
ochenteros. Así fue como la 2da temporada de “Stranger Things” amplió el universo de
desarrollo y trabajó en mostrar la madurez que iban adquiriendo sus jóvenes
protagonistas. ¿Era lo que esperábamos?.
La segunda temporada de
“Stranger Things” funciona si la vemos como una continuación, porque uno
de los pilares de la trama ha sido el mostrar cambios en el planteamiento
de los personajes y sus personalidades. Los años ‘80 aún siguen reluciendo
en su plena dimensión, aunque el guion los utiliza como herramienta de captura
al centrar la trama en mostrarse como una apuesta más más madura, a todo nivel.
Una de las preguntas a responder
era cómo el equipo de guionistas iba a
combatir al principal enemigo de las secuelas:
lo reiterativo del contenido. Tras el visionado, observamos que la trama volvió
a tomar el producto que fue meollo del asunto en la primera temporada, pero
ahora lo extendió a un nivel más global. En otras palabras, el argumento central
se diversificó, dando más importancia a personajes como Jim Hooper, el que
evoluciona hasta convertirse en un fundamental en la serie. Lo mismo con Joyce (Winona
Ryder), cuya personalidad ya no es tan doliente y se volvió más resolutiva e impetuosa.
La temporada sumó secundarios desechables como el de Bob, utilizado solamente
para tener una muerte en el guion similar a la de Bárbara, y Billy, el
típico matón atractivo que no tuvo desarrollo, aparte de ganarse un par de
golpes bien merecidos. El aporte más sustancial, a nivel de personajes, fue el
de Max: una nueva chica que se unió al grupo y que seguramente tendrá mucho que
decir en las temporadas venideras. La pelirroja fue la puerta de entrada de
Dustin y Lucas a la adolescencia y fue la que provocó el enojo en Once, cuando ésta
la ve interactuando con Mike. Max puede hacer que la trama, a nivel de
relaciones entre el grupo de amigos, se juegue de otra manera en la tercera
temporada.
Esto último se une directamente al
cambio drástico en el grupo de niños, los que por primera vez se separan en
buena parte de la trama y hacen de “compinches” de los hermanos mayores y otros
jóvenes de más edad. Esta diversificación de historias hizo que la propia Once
fuera la protagonista de la máxima expresión de “mundo nuevo”, haciendo que, por
primera vez, la acción saliera de Hawkins. Esto aportó a la visión de globalidad
de la que hablaba, a que el problema ya no era sólo de un pueblo, sino que
tenía fuerza para impactar al mundo entero. El guion también puso énfasis en
los poderes especiales de la joven Once, intención que estuvo
muy cerca de querer dejarla casi como superhéroe; seguramente, el aumento de presupuesto por parte de Netflix
jugó a favor de este factor y logró que “Stranger Things 2” tuviera una
considerable calidad visual.
Y qué decir de la música ochentera, la que volvió
a ser utilizada pero de manera poco atinada. Hubo escenas que no necesitaban la
melodía de fondo y ciertamente hubo abuso del sintetizador, sin embargo, ese
simple sonido construía la atmósfera precisa para reenfocarnos a que la acción
ocurría en los ’80. Sonaron DEVO, Duran Duran, Scorpions, Kenny Rogers, The
Runaways. Siempre es un deleite.
Del argumento, ya señalé que la
historia se expande. Will actuó como un receptor y sólo la
presencia de Once compensó las fuerzas, haciéndola tomar una responsabilidad casi
de adulta. Pero también lo hizo el valor. Vale la pena resaltar que, sobre todo
en los últimos momentos de la temporada, la acción toma un matiz de film serie B que hizo que volviéramos a sentirla encantadora y, por otro lado, le
permitió sacar su lado más gore sin miramientos, ese que estuvo algo secuestrado la temporada anterior.
Si hay que señalar que ningún
capítulo fue completamente brillante, ni a nivel de trama ni de visualidad; hay
momentos muy logrados pero ningún episodio se podría instalar dentro de los
mejores del año. Y acá me quiero referir al séptimo capítulo, en el que
seguimos a Once en su camino por encontrar a su hermana. Debido a este viaje, el hilo
narrativo se rompió y la historia de la hermana no sirvió para mucho más que
para reforzar que la fuerza del poder de Once está en su ira más profunda y que
cuando la saque, podrá vencerlo todo. Pero está claro que podrían haberlo
contado en 10 minutos. Afortunadamente, el hilo se retoma en los dos episodios
finales, bastante dignos y con momentos emotivos, en los que hay muchas referencias
a clásicos de los ‘80, como “IT”, “Alien”, "Starwars" y “El Exorcista”.
Hay que vivir la experiencia que
propone “Stranger Things 2” para comprender que la acción puede evolucionar.
La serie mejoró respecto a la primera temporada porque hubo mucho más drama en
el guion y más presupuesto para efectos
especiales poderosos. Sin embargo, los hermanos Duffer deben intentar contar una historia que, de cara a la tercera temporada, no nos muestre más
monstruos que se quieren apoderar del pobre Will, de hecho, el motor de la
historia debiera ser otro de los niños y debieran agregarse más personajes adultos
que puedan soportar el argumento. E ahí la disyuntiva ¿El público quiere que
este adorable grupo de niños crezca y la acción fantástica se entremezcle con lios
adolescentes?, ¿O “Stranger Things” buscará consolidarse como la alternativa
ochentera mejor lograda de los últimos años apelando a elementos culturales que vayan siendo reconocidos por un nicho y un público objetivo muy definido?.
Nosotros queremos que nos
sorprendan y el cómo van a lidiar con el factor sorpresa será su gran desafío de cara a la tercera temporada, la que al parecer no veremos sino hasta 2019.
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