domingo, 5 de noviembre de 2017

Stranger Things 2: No todo lo que brilla es oro

La serie de Netflix irrumpió el año pasado con una ambientación muy Spielberg y enfocada en traer de vuelta lo mejor de la cultura pop de los ’80. Tras el éxito,  dirigió sus dardos hacia el crecimiento del guion,  sin abandonar esos estereotipos ochenteros. Así fue como la 2da temporada  de “Stranger Things” amplió el universo de desarrollo y trabajó en mostrar la madurez que iban adquiriendo sus jóvenes protagonistas. ¿Era lo que esperábamos?.


La segunda temporada de “Stranger Things”  funciona si la vemos como una continuación, porque uno de los pilares de la trama ha sido el mostrar cambios en el planteamiento de los personajes y sus personalidades. Los años ‘80 aún siguen reluciendo en su plena dimensión, aunque el guion los utiliza como herramienta de captura al centrar la trama en mostrarse como una apuesta más más madura, a todo nivel.
Una de las preguntas a responder era cómo el equipo de guionistas  iba a combatir  al principal enemigo de las secuelas: lo reiterativo del contenido. Tras el visionado, observamos que la trama volvió a tomar el producto que fue meollo del asunto en la primera temporada, pero ahora lo extendió a un nivel más global. En otras palabras, el argumento central se diversificó, dando más importancia a  personajes como Jim Hooper, el que evoluciona hasta convertirse en un fundamental en la serie. Lo mismo con Joyce (Winona Ryder), cuya personalidad ya no es tan doliente y se volvió más resolutiva e impetuosa. La temporada sumó secundarios desechables como el de Bob, utilizado solamente para tener una muerte en el guion similar a la de Bárbara, y Billy, el típico matón atractivo que no tuvo desarrollo, aparte de ganarse un par de golpes bien merecidos. El aporte más sustancial, a nivel de personajes, fue el de Max: una nueva chica que se unió al grupo y que seguramente tendrá mucho que decir en las temporadas venideras. La pelirroja fue la puerta de entrada de Dustin y Lucas a la adolescencia y fue la que provocó el enojo en Once, cuando ésta la ve interactuando con Mike. Max puede hacer que la trama, a nivel de relaciones entre el grupo de amigos, se juegue de otra manera en la tercera temporada.


Esto último se une directamente al cambio drástico en el grupo de niños, los que por primera vez se separan en buena parte de la trama y hacen de “compinches” de los hermanos mayores y otros jóvenes de más edad. Esta diversificación de historias hizo que la propia Once fuera la protagonista de la máxima expresión de “mundo nuevo”, haciendo que, por primera vez, la acción saliera de Hawkins. Esto aportó a la visión de globalidad de la que hablaba, a que el problema ya no era sólo de un pueblo, sino que tenía fuerza para impactar al mundo entero. El guion también puso énfasis en los poderes especiales de la joven Once, intención que estuvo muy cerca de querer dejarla casi como superhéroe; seguramente,  el aumento de presupuesto por parte de Netflix jugó a favor de este factor y logró que “Stranger Things 2” tuviera una considerable calidad visual. 
Y qué decir de la música ochentera, la que volvió a ser utilizada pero de manera poco atinada. Hubo escenas que no necesitaban la melodía de fondo y ciertamente hubo abuso del sintetizador, sin embargo, ese simple sonido construía la atmósfera precisa para reenfocarnos a que la acción ocurría en los ’80. Sonaron DEVO, Duran Duran, Scorpions, Kenny Rogers, The Runaways. Siempre es un deleite.


Del argumento, ya señalé que la historia se expande. Will actuó como un receptor y sólo la presencia de Once compensó las fuerzas, haciéndola tomar una responsabilidad casi de adulta. Pero también lo hizo el valor. Vale la pena resaltar que, sobre todo en los últimos momentos de la temporada, la acción toma un matiz de film serie B que hizo que volviéramos a sentirla encantadora y, por otro lado, le permitió sacar su lado más gore sin miramientos, ese que estuvo algo secuestrado la temporada anterior.
Si hay que señalar que ningún capítulo fue completamente brillante, ni a nivel de trama ni de visualidad; hay momentos muy logrados pero ningún episodio se podría instalar dentro de los mejores del año. Y acá me quiero referir al séptimo capítulo, en el que seguimos a Once en su camino por encontrar a su hermana. Debido a este viaje, el hilo narrativo se rompió y la historia de la hermana no sirvió para mucho más que para reforzar que la fuerza del poder de Once está en su ira más profunda y que cuando la saque, podrá vencerlo todo. Pero está claro que podrían haberlo contado en 10 minutos. Afortunadamente, el hilo se retoma en los dos episodios finales, bastante dignos y con momentos emotivos, en los que hay muchas referencias a clásicos de los ‘80, como “IT”, “Alien”, "Starwars" y “El Exorcista”.
Hay que vivir la experiencia que propone “Stranger Things 2” para comprender que la acción puede evolucionar. La serie mejoró respecto a la primera temporada porque hubo mucho más drama en el guion y  más presupuesto para efectos especiales poderosos. Sin embargo, los hermanos Duffer deben intentar contar una historia que, de cara a la tercera temporada, no nos muestre más monstruos que se quieren apoderar del pobre Will, de hecho, el motor de la historia debiera ser otro de los niños y debieran agregarse más personajes adultos que puedan soportar el argumento. E ahí la disyuntiva ¿El público quiere que este adorable grupo de niños crezca y la acción fantástica se entremezcle con lios adolescentes?, ¿O “Stranger Things” buscará consolidarse como la alternativa ochentera mejor lograda de los últimos años apelando a elementos culturales que vayan siendo reconocidos por un nicho y un público objetivo muy definido?.


Nosotros queremos que nos sorprendan y el cómo van a lidiar con el factor sorpresa será su gran desafío de cara a la tercera temporada, la que al parecer no veremos sino hasta 2019.

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