miércoles, 28 de noviembre de 2018

House of Cards, temporada final: la puerta de atrás


La última temporada de la serie que catapultó a Netflix como plataforma de producciones streaming de valor, llegó a su final con la cruz de haber tenido que sacar de pantalla a su carisma principal, introduciendo nuevos personajes que trataron de llenar el vacío inmenso dejado por Kevin Spacey.

El despido de Kevin Spacey tras un escándalo sexual terminó por hundir  “House of Cards”. Es cierto que la serie ya venía acusando un deterioro, pero la desaparición repentina de su rostro primordial la sentenció sin remedio. Sin embargo, la adelantada de Netflix ya había trabajado en el desarrollo significativo del personaje de Robin Wright y no fue sorpresa que ella, ahora, tomara el control y para muchos seguidores eso era lo que tendría que haber pasado hace tiempo. Sin embargo, por sí sola, no funcionó.
En esta temporada de cierre se agregaron más personajes para intentar repartir el protagonismo. Los Sheperd, una influyente familia, trataron de poner contra las cuerdas a la presidenta Claire apelando a todo tipo de malas artes. Annette (Diane Lane) y Bill (Greg Kinnear) lucharon en ese terreno donde la nueva viuda era experta. Además, entró el personaje de Cody Fern, quien simbolizó el omnipresente poder de los medios y los ataques contra la privacidad que vivimos actualmente. Todos partieron como promesas y fueron palideciendo con el correr de la serie.

La transición de mandatos tampoco fue problema para el espectador, porque ya se nos había avisado de aquello. Por eso, al ver los tres primeros episodios del final, el anunciado fallecimiento del personaje de Spacey se asumió sin dramas pero con un sacrificio del ritmo narrativo y del propio guion; no era que un personaje como ese pudiera olvidarse así como así y, lamentablemente, las incorporaciones no cubrieron del todo el vacío dejado por Frank, cuyo recuerdo es evidente hilo conductor. Pero hubo otros momentos donde sí que el guion nos recordó de qué estaba hecha “House of Cards”; por ejemplo, cuando vimos todo tipo de negociaciones en un funeral, algo típico de la serie el desarrollar las traiciones justamente en un contexto de muerte. En aquellos minutos, Doug era quien mantenía vivo el espíritu de Frank, como alumno en recuerdo a su maestro y hasta el final fue quién le rindió  homenaje. Eramos muchos los que queríamos ver si el final de la serie sería el ajusticiamiento del perro fiel al amo cruel, sin embargo, Michael Kelly tampoco nos ofreció la fortaleza de antaño perdiendo su rol de pieza clave en este juego de a tres.  


Otro buen momento de esta temporada fue cuando Claire descubrió un pájaro atrapado en la pared y decidió liberarlo, no sin antes hablarle a la cámara sobre lo que para ella significa el dolor. Este es un gran paralelo con la primera escena de la serie, cuando Frank estrangula  a un perro herido frente a su casa. Y así fue como el primer capítulo de esta última sesión nos daba la impresión que podía ser enfocada de manera muy terrorífica, pero tras el tercer episodio cayó en otras reflexiones actuales, como cuestiones de género, coletazos de los asesinatos de Zoey Barnes y Tom Yates, el estúpido accidente de Catherine Durant, tramas ya obsoletas, extraños flashbacks a la infancia y adolescencia de Claire y la búsqueda obsesiva por resolver segmentos narrativos que seguían abiertos. Desde el instante en el que Frank empujó a Zoe a las vías del tren, “House of Cards” disfrazó su sobriedad de excesos, los que no pararon de abundar posteriormente definiendo la personalidad de Underwood, pero dando muchas licencias al guion y sacrificando su esencia. Y esto se acentuó más con la salida de su creador, Beau Willimon, donde ya fue total el cambio de tono. Si bien la serie nunca perdió su belleza visual, siempre llenó de fango a sus protagonistas, los que no pudieron (no podían) limpiarse las manos nunca más.

La ausencia obligada de quien nos presentó “House of Cards” y que creó un estereotipo de personaje desarrollado por otras producciones, a mayor o menor escala, fue lo que no permitió un fresco final y lo amarró a un fantasma, a una fuerza omnipresente que siempre nos hizo preguntarnos “¿Qué habría hecho Frank”?. O quizás, el clima político ya está tan asimilado en su bajeza que nada de lo que presentara la serie iba a resultar escandaloso o impresentable. Como fuere, y ante las lamentables circunstancias, era imposible que Claire, la que creció mucho como personaje y sin duda que Wright ofreció una destacada interpretación, pudiera salvar el barco sin su media naranja, empañando la despedida de una serie que fue todo un hito en su momento pero que se confundió en ese lapso de querer sonar seria, al tiempo que se llenaba de cuestionamientos. Lo lamentable es que el salir por atrás la deja con menos relevancia de la merecida.

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