Con un enfoque sumamente original,
HBO sumó otro punto a un año excepcional al sumirse en la polémica del consumo
de drogas, desnudos, sexo explícito, maltrato y abuso al cual se ve sometida la
adolescencia actual. Con un trabajo de fotografía inmenso, una gran narrativa y
geniales interpretaciones, “Euphoria” ha sido una apuesta muy cruda para los
adultos, porque lejos de mostrar estereotipos nos muestra a los adolescentes
del mundo de hoy, cuyas vidas están siendo dibujadas con el pesado lápiz de la
autodestrucción.
Después de “13 Reasons Why”, ha
existido cautela a la hora de abordar la vida adolescente de este siglo, sector etareo
que brutalmente ha subido su nivel de trauma debido, principalmente, a
infancias tóxicas que los han lanzado a esta etapa de la vida con suma vulnerabilidad.
A pesar de todo esto, “Euphoria” desarrolló su historia con un tono que fue más
allá, en todo.
Creada por Sam Levinson, cuenta
la historia de Rue (Zendaya), una adolescente que sale de rehabilitación tras
sufrir de constante ansiedad, de ver solo vacío frente a la vida y cuya única
forma de sentirse viva es a través de las drogas. La mirada del director está
guiada por el exceso, cada decisión es
extrema y el guion logra transmitirle al espectador que eso es preocupante; ese
lanzarse a los brazos del hedonismo, de la autocomplacencia, del placer
inmediato.
A lo largo de sus ocho episodios, Rue, Jules, Nate, Maddy, Kat,
Chris y Cassie, dibujan una realidad bastante aterradora para los adultos,
cargada de un nihilismo absoluto en la
exploración de la sexualidad, marcada por la pornografía y la violencia. Con claridad
en los contenidos y en la forma en que se querían mostrar, el repaso que la
serie hace de sus personajes no tiene desperdicio, tanto del punto de vista
narrativo, como aquel que refiere a la fotografía; los conflictos que aborda
Levinson están definidos por una "glamourización del sufrimiento" al
ponderar la exhibición de esas miserias con una absoluta belleza en color: los
llantos iban al compás de purpurina o neones, la hermosura de los personajes
iba a la par de su fragilidad total, todo enmarcado en una paleta de tonos
morados que solo te permitían sintonizar, empatizar. Otro de los puntos altos
del guion es el humor negro que se desprende de los diálogos pues a cada historia
grave se colaba un respiro para introducir un chiste, lo cual cimenta una serie
equilibrada en varios frentes.
Todo lo anterior es obra de un gran
equipo creativo guiado por el director y
guionista Sam Levinson, junto a la banda sonora de Labrinth (Timothy
Lee McKenzie) y el increíble trabajo de fotografía de Marcelll Rév, Drew
Daniels, Adam Newport-Berra y André Chemetoff, que consiguen crear un aspecto
visual realmente único y renovador para el tratamiento de la serie adolescente.
Ah!, lo otro grandioso de esta propuesta
es cómo expone la forma que hoy los jóvenes tienen de ayudarse; aquí, las
chicas guapas se llevan bien con las no tan guapas, las flacas comparten secretos
con las no tan flacas y las minorías van
ganando autoestima y respeto. Es decir, “Euphoria” refleja que los arquetipos
tradicionalmente desclasados, hoy son incluidos dentro de los grupos de ayuda
de cada joven, volviéndose verdaderas hermandades y normalizando aquello de que
todas y todos somos iguales, que todas y
todos valemos.
“Euphoria” es una advertencia
para la critica que engalana con brillos y neones el infierno de la
adolescencia. La serie quiso ser explícita para que hagamos algo por nuestras
infancias, por la familia, por el amor. Y que lo hagamos ahora ya, por la
juventud del mañana.
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