sábado, 10 de agosto de 2019

Euphoria: Nihilismo salvaje


Con un enfoque sumamente original, HBO sumó otro punto a un año excepcional al sumirse en la polémica del consumo de drogas, desnudos, sexo explícito, maltrato y abuso al cual se ve sometida la adolescencia actual. Con un trabajo de fotografía inmenso, una gran narrativa y geniales interpretaciones, “Euphoria” ha sido una apuesta muy cruda para los adultos, porque lejos de mostrar estereotipos nos muestra a los adolescentes del mundo de hoy, cuyas vidas están siendo dibujadas con el pesado lápiz de la autodestrucción.

Después de “13 Reasons Why”, ha existido cautela a la hora de abordar la vida adolescente de este siglo, sector etareo que brutalmente ha subido su nivel de trauma debido, principalmente, a infancias tóxicas que los han lanzado a esta etapa de la vida con suma vulnerabilidad. A pesar de todo esto, “Euphoria” desarrolló su historia con un tono que fue más allá, en todo.
Creada por Sam Levinson, cuenta la historia de Rue (Zendaya), una adolescente que sale de rehabilitación tras sufrir de constante ansiedad, de ver solo vacío frente a la vida y cuya única forma de sentirse viva es a través de las drogas. La mirada del director está guiada por el  exceso, cada decisión es extrema y el guion logra transmitirle al espectador que eso es preocupante; ese lanzarse a los brazos del hedonismo, de la autocomplacencia, del placer inmediato. 


A lo largo de sus ocho episodios, Rue, Jules, Nate, Maddy, Kat, Chris y Cassie, dibujan una realidad bastante aterradora para los adultos, cargada de un  nihilismo absoluto en la exploración de la sexualidad, marcada por la pornografía y la violencia. Con claridad en los contenidos y en la forma en que se querían mostrar, el repaso que la serie hace de sus personajes no tiene desperdicio, tanto del punto de vista narrativo, como aquel que refiere a la fotografía; los conflictos que aborda Levinson están definidos por una "glamourización del sufrimiento" al ponderar la exhibición de esas miserias con una absoluta belleza en color: los llantos iban al compás de purpurina o neones, la hermosura de los personajes iba a la par de su fragilidad total, todo enmarcado en una paleta de tonos morados que solo te permitían sintonizar, empatizar. Otro de los puntos altos del guion es el humor negro que se desprende de los diálogos pues a cada historia grave se colaba un respiro para introducir un chiste, lo cual cimenta una serie equilibrada en varios frentes.


Todo lo anterior es obra de un gran  equipo creativo guiado por el director y guionista Sam Levinson, junto a la banda sonora de Labrinth (Timothy Lee McKenzie) y el increíble trabajo de fotografía de Marcelll Rév, Drew Daniels, Adam Newport-Berra y André Chemetoff, que consiguen crear un aspecto visual realmente único y renovador para el tratamiento de la serie adolescente. Ah!,  lo otro grandioso de esta propuesta es cómo expone la forma  que hoy los jóvenes tienen de ayudarse; aquí, las chicas guapas se llevan bien con las no tan guapas, las flacas comparten secretos con las no  tan flacas y las minorías van ganando autoestima y respeto. Es decir, “Euphoria” refleja que los arquetipos tradicionalmente desclasados, hoy son incluidos dentro de los grupos de ayuda de cada joven, volviéndose verdaderas hermandades y normalizando aquello de que  todas y todos somos iguales, que todas y todos valemos.
“Euphoria” es una advertencia para la critica que engalana con brillos y neones el infierno de la adolescencia. La serie quiso ser explícita para que hagamos algo por nuestras infancias, por la familia, por el amor. Y que lo hagamos ahora ya, por la juventud del mañana.

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