sábado, 10 de abril de 2021

Judas and the Black Messiah: historia de una traición

Mucho se ha filmado sobre Malcolm X y Martin Luther King, las dos principales figuras de los movimientos sociales de los ‘60, y ambos asesinados por su lucha. Pero poco habíamos escuchado de Fred Hampton, el líder de las Panteras Negras de Chicago y esta película, con espectacular dirección y actuaciones, le da justicia a un joven que luchó por igualdad y que convivió todo el tiempo con la traición suspirándole en la nuca.

El FBI quería acabar con toda noción de poder negro y suprimir la idea de un posible “Mesías negro” que pudiera unir a ese grupo. Esta película, que estaba siendo trabajada desde el 2014 y que tuvo una reescritura de guion, plantea su punto de vista entre Fred Hampton (Daniel Kaluuya), ese líder lleno de juventud y convicción que pretendía luchar por la igualdad de los suyos, una figura carismática y cuyos discursos iluminaban a la multitud sufriente. El Mesías. Y Bill O’Neal (Lakeith Stanfield), el informante del FBI infiltrado en las Panteras Negras de Chicago y quien fue cómplice en el asesinato del primero. Judas.

La película cumple un rol interesantísimo en situarnos en eventos históricos desde los ojos de un joven perdedor, el personaje de Standfield;  aparentemente alejado del movimientos por los derechos civiles de los afrodescendientes en Estados Unidos, sin un interés real por lo que peleaba su raza, se ve obligado a estar en medio de la acción y de acercarse al emblemático Hampton y así pasar información al FBI. En el desarrollo de la acción, hay momentos en que se hacen borrosas las líneas que diferencian el espionaje y la creencia real en la causa en la que se ve involucrado O’Neal, porque su confusión se va haciendo evidente; de esta manera, lo vemos constantemente  al borde de un ataque de nervios, siendo la interpretación de Lakeith brillante al trabajar con una angustia continuamente contenida; el actor construye un retrato excelente de alguien en una situación límite.

El título de la película juega con nuestras expectativas porque sabemos cómo termina la historia, sin embargo, Shaka King moviliza la relación entre los protagonistas y pinta una amistad que inspira complicidad y apoyo. Gracias a esta puesta en escena, el espectador siempre está al borde del asiento, porque el único que no conoce las intenciones de O’Neal  es Hampton. De alguna forma, O’Neal, al no tener convicciones y responder ante la presión (muy bien pagada), acaba preso del capitalismo. Y por otro lado, Hampton, como el comunismo, aprovecha su capacidad de oratoria para construir hospitales y dar de comer a los pobres,  sufriendo  persecución por sus ideas, yendo a la cárcel por éstas y convirtiéndose en  blanco de maquinaciones.


Los dos protagonistas están espectaculares, sobre todo Kaluuya, encarnando una personalidad mesiánica y nos convence de que Hampton era el sucesor de Malcolm X y King. Otro punto bien logrado es la manera en que nos vamos acercando hacia los personajes, con primeros planos en los apasionados discursos de Hampton y en el rostro de un O’Neal desesperado, donde se aprovecha muy bien la actuación de Lakeith. En cuanto a la fotografía, el director sabe muy bien cuando  acercarse a los protagonistas y cuando debe observarlos con distancia para mostrar la fragilidad de ambos. Otro gran acierto  es contraponer a alguien con tanto carisma, como Kaluuya, con alguien tan enigmático como Lakeith, lo cual es acierto de la dirección, ya que es la manera en la que se maneja la potencia del protagonista, contrapuesta con la ansiedad de su antagonista, camino a la conclusión del macabro plan del FBI. Esa es la fuerza de la película.

Shaka King usa la tragedia que está contando, que es comprable a una adaptación de una obra de Shakespeare, para mandar un mensaje claro a los afroamericanos: sólo ganaremos si estamos unidos. Hampton consiguió esa unión y tenía el potencial de revolucionar a Estados Unidos, pero nunca sabremos si su idealismo hubiera acabado en buen puerto. En su ópera prima, Shaka King nos brinda una clase de historia tan poderosa como desalentadora.

 

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