Una película de tono intimista, con escenas cotidianas y sin una línea argumental completamente clara. “Minari” recrea una historia similar a la de millones, pero que en su simpleza estampa un vínculo entre el espectador y los integrantes de la familia Yi, lo cual se vuelve el pilar fundamental del desarrollo del film.
El sueño americano ha sido recurrente en la
historia del cine. Durante décadas hemos visto cuentos de esa lucha por
alcanzar una tierra libre y abierta a la posibilidad de toda clase de quimeras.
A finales de los '70, en plena oleada de emigración coreana, los padres de Lee
Isaac Chung (nació en Estados Unidos en 1978) llegaron a Denver llenos de
proyectos y energía, sensaciones que el director nos quiere hacer sentir
contándonos la historia de su familia en “Minari”, la cual respira un tono
cercano a varias películas de John Ford al relatar la resurrección de otros
pioneros, de otros que cruzaron esa frontera para lograr la reinvención en sus
vidas.
Esta es una crónica migratoria que muestra la
transformación de Estados Unidos en las últimas 5 décadas, porque en “Minari”
son fundamentales los modelos cinematográficos, como la mirada infantil de
David, cuyo punto de vista es el del director, sobre las dinámicas de esa
familia en simbiosis constante entre las
tradiciones coreanas y norteamericanas. El padre se planta como el que
debe llevar el sustento a casa y la mujer, con preocupación y desolación, se
mantiene a su lado cada vez con más dudas sobre ese futuro de migrante. A pesar
de ser personajes que se amoldan a un patrón histórico en el cine, esta
familia es redonda en cuanto a la definición de sus personajes.
El punto bajo es que la estructura del guion peca
de predecible y adorna el desarrollo con eventos dramáticos que rozan la crueldad,
quizás como anzuelo para lograr mayor empatía con la historia. Más allá de
esto, el film es de una dimensión universal y
a eso apela su discurso, el de quedarse con aquello que importa o
debería importar.
Minari es como se le llama en Corea a una
hierba perenne y cuyo rasgo distintivo, según la abuela de David, es su
capacidad de adaptarse a cualquier terreno y crecer para proveer. Así dejamos a
los Yi, adaptándose, levantándose después de la tragedia y luchando contra lo
que se presenta adverso. La moraleja de
Chung es que los migrantes son semillas de Minari.
No hay comentarios:
Publicar un comentario