Para los que vimos esta segunda temporada, nos bastaron 48
horas. “Narcos” fue tan bien estructurada que volvió a funcionar pero, esta vez, empleando nuevos conceptos.
La primera temporada de la propuesta de Netflix resultó ser épica
y una de las mejores series de 2015. De hecho, la comentamos extensamente acá. Que
el gigante del streaming decidiera concentrar presupuesto en retratar la
estética de la vida de Pablo Escobar fue un riesgo calculado y magistralmente
realizado, mientras que esta segunda sesión proponía otro concepto, otro discurso:
narrar la caída del rey.
La visión que nos presentó Netflix de Escobar fue la de un
hombre interesado en el dinero pero cómodo con la posición social que tenía. Allí
se percibía la circularidad de su personalidad, en la que hay una disonancia
clave en la jerarquía de sus valores: ¿le interesa el reconocimiento de su
pueblo o amasar miles de millones a través de la droga? Y ante esa máxima, los
espectadores tuvimos que elegir si empatizábamos con este análisis del
personaje, aquel que se acercaba a las clases humildes de
Medellín por mera estrategia o por, simplemente, un lavado de imagen.
La serie, en cuanto a su narrativa, dotó a los personajes de
un estilo Godfellas, aunque en esta ocasión, Pablo me pareció más un bien un
Walter White. Esto se debió a que la serie pasó de ser un relato criminal, que
abarcaba una extensa linea de tiempo, a ser otro más dramático, centrándose en
los últimos días de Escobar.
Claramente, el trabajar un periodo de tiempo acotado
permitió a los guionistas desarrollar una profundidad justa y necesaria,
tanto para los personajes principales como para las lineas argumentales
secundarias.
Este proyecto, creado por Chris Brancato, Doug Miro y Carlo
Bernard (producido por el cineasta brasileño josé Padilha), logró ser
original y fresco dentro de un género super explotado, que contaba una historia
muy conocida, además; pero el ir a lugares reales, filmar con cierta crudeza,
pero de manera entretenida, nos permitió comprender con más facilidad la
realidad terrible que vivió Colombia por esos años y que, la mayoría de
nosotros, sólo conocía por fotos. El guion, en esta temporada 2, nos mostró la
otra cara de la moneda: al intocable perdiendo, poco a poco, su poder; al
gobierno, viéndose obligado a tomar decisiones extremas; al costo que pagaron
los ciudadanos de a pie etc. Y todo esto, contado en capítulos que tuvieron
peso uno a uno, no hubo casi ninguno de relleno. Todos fueron importantes para
la trama, entretenidos, atrapantes, mérito total de la dirección.
En este punto, me impresionó sobremanera el episodio “Alemania
93”, con el cual recordé al tremendo episodio “Dead Freight” de Breaking
Bad.
Actuaciones
Podrá no hablar el mejor español ni lograr el mejor acento,
pero Wagner Moura se metió en su personaje hasta comprenderlo completamente. El
brasileño se lució, fue contradictorio y cautivador, mostrando cabalmente
potencia, profundidad, humanidad, peligrosidad… el mayor descubrimiento de la
ficción. También quiero reconocer a los sicarios de Pablo: Diego Cataño (La
Quica) y Leynar Gómez (Limón), pues ambos lograron ser perfectamente
reconocibles y mostrar un perfil bien desarrollado.
El resto del elenco estuvo más que bien. El dúo de agentes
interpretado por Boyd Holbrook y Pedro Pascal fue sensacional, luciéndose
aún más que en la primera temporada. Tata, la mujer de Escobar, tuvo más
protagonismo y le permitió a Paulina Gaitán brindar una muy buena
actuación. Los chilenos Paulina García y Alfredo Castro, en roles menores,
tuvieron su momento de brillantez, sin embargo, es claro que la madre de Escobar
fue una mujer importantísima en su vida y podría haber tenido más líneas o más
peso argumental.
Los “villanos” de esta historia (y futuros protagonistas de
la temporada 3) interpretados por Damián Alcazar y Alberto Amman no se vieron
mucho, pero cuando lo hacen están más que bien. Hay que ver cómo los
productores se las arreglan para explotar el talento de estos actores y, a la
vez, ofrecer una tercera temporada sólida, ya sin el carismático Wagner Moura.
La multiculturalidad de la serie también hay que destacarla
y valorizarla luego del buen resultado. “Narcos” sería imposible en un canal
norteamericano común, por eso, Netflix no hace lo mismo que otro hubiera hecho
y aprovecha el impacto global de la plataforma grabando una serie con equipo
colombiano y norteamericano, en dos idiomas, y en las calles colombianas. La mezcla,
contra lo que todos pudiéramos haber pensado, resultó explosiva y creíble.
Muy muy buena la segunda temporada de “Narcos”, rayando en
lo excelente, porque se da una clase de cómo aprovechar el formato serie para
contar una historia real, de forma efectiva y original. Este proyecto es una de
las insignias de Netflix por mérito propio.
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