jueves, 9 de marzo de 2017

Kong, Skull Island: Aún no está listo para ser el rey

El Kong que se medirá a Godzilla, en tres años más, pareciera estar en buena para los adictos a los films de acción. Para el resto, la conclusión es que le falta mucho para acercarse a lo que Kong ha significado para varias generaciones de fans. 


Todos conocemos la historia de King Kong, algo así como “La Bella y la Bestia” pero en versión monstruo. Esta vez, “Kong: Skull Island” se moderniza un poco y la historia nos lleva a 1975, cuando Estados Unidos abandona Vietnam. No obstante, esta ambientación histórica solo sirve para contextualizar al personaje de Samuel L. Jackson, un militar a la antigua que ve cómo se termina la guerra y, con ella, su estilo de vida. Primera patinada del guion.
Lo peor de la película no es este cambio; lo peor es que avanza en cámara rápida porque precipita todo y, por tanto, deja múltiples escenas sin cierre y un par de personajes sin mayor lucimiento. Con un reparto estelar, el único que convence es Samuel L. Jackson (no es sorpresa, a la larga es un film familiar), porque funciona como motor de la trama. Otro punto favorable al actor, es que es muy carismático, pero aquí ese cariño va decayendo porque se enfrenta a Kong, y en esa pugna obviamente saldrá perdiendo. Su contrapunto es otro militar, interpretado por Tom Hiddleston, quien tiene muchos conocimientos tácticos y militares y que piensa más en frío. Su personaje está bien escrito, tiene frases y actitudes que hacen que uno se forme un buen retrato; en definitiva, un personaje fácil de interpretar para un actor con tantos recursos y que tiene ganado al público hace años, tras ser identificado siempre con Loki. Brie Larson sigue la estela de personajes femeninos aparentemente fuertes, decididos y valientes. Sin embargo, ambos personajes quedan estrechos por las tramas del guion. Otro que se diluye injustamente es el de John C. Reilly. De hecho, el personaje matiza tanto la narrativa que pareciera que la intención del director hubiera sido degradar a los personajes humanos del film. Y Kong, por supuesto, es el que se roba todas las escenas. Es King Kong. En su primera aparición se muestra como un gorila poderoso y violento, del cual sabemos que sacará su corazoncito en algún momento y que su final será trágico. El guion intenta conferirle humanidad pero no lo hace correctamente y cae en la contradicción de mostrarlo como una fuerza de la naturaleza y, a la vez, como un ser con sentimientos.


Todas las nuevas criaturas están bien dibujadas e insertas en la trama para aportar a esa atmósfera fantasmal de la isla, sin embargo, se quedan cortos frente a una dirección conformista. Lo más probable es que Vogt-Roberts planeaba un homenaje más que una película que apoyara a la franquicia, pues en 2020 este mismo Kong se verá las caras con el Godzilla de Gareth Edwards (2014) y Michael Dougherty (2019). Cualquier intención de relacionar las tramas queda estancada en esta entrega; hay un par de líneas, algo obvias, pero que se terminan diluyendo.

Hay un par de cosas buenas:

Es entretenida. Cumple su función original y, visualmente, es un portento. La fotografía se luce a nivel técnico, pero no apoya el desarrollo de la historia que pretende contar. La música es entusiasta y ayuda a “trotar” estas dos horas (hace 10 años, a Peter Jackson le tomó más de tres horas la narración de los hechos).


Una mezcla de “Jurassic Park” y “Apocalypse Now” pero con tecnología moderna. Como film de acción el resultado es satisfactorio, pero no se puede decir lo mismo de su tono. La narrativa es vaga, la apuesta no es arriesgada aunque, haciendo una muy profunda reflexión, podríamos decir que pareciera ser la precuela para los primeros Kong, pues éste aún no está preparado para ser el rey e ir a la ciudad. Esperábamos más de Tom Hiddleston y, particularmente, de Brie Larson. Finalmente, esto es puro entretenimiento sin complicaciones, la acción por la acción.

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