En su debut en la ficción, Darius Marder le da privilegio a jugar con la rica paleta audiovisual que le proporciona el cine. Quitando el piloto automático expresivo, que inunda cierto sector del cine indie norteamericano, su propuesta se enmarca como una crónica notablemente sensorial.
La primera imagen de la película es un
concierto metal. Tonos altos, desenfreno, y tras la eufórica cantante, un vehemente
baterista se ensaña con su instrumento, sacándole un sonido brutal. Esa escena
dura 3 minutos y no tiene diálogos. Eso le basta a Darius Marder para plasmar la intensa forma en
la que estos dos jóvenes sienten la música y le dan un rol esencial en sus
vidas, una comunión intensa con el volumen y el ruido. Pero pronto
empezará el silencio.
A partir de ahí, el protagonista de "Sound of
Metal" deberá escoger entre luchar por recuperar la vida que tenía o hallar un
camino nuevo, porque para recobrar la audición solo existe una costosa
operación de implante coclear que tampoco asegura un resultado totalmente positivo.
Ante esa disyuntiva, la vida de Ruben se viene abajo y, de alguna manera, entra
en un proceso de duelo con su pasión por la música y con la vida como la
conocía.
Contar esta historia de limitaciones y
superación, sin delegar peso dramático, es uno de los puntos altos del film y
de su director, quien deja que sea el sonido (o la ausencia de éste) el que
narre el tsunami interno que vive Ruben
(Riz Ahmed). El privar al espectador de uno
de los sentidos, es el puente que tiende el director para que entendamos el
martirio del protagonista. Allí, la decisión de priorizar el diseño sonoro en
la película y hacerlo funcional a drama, es fundamental.
Ruben, tras un primer arrebato fruto de la desesperación por su situación, deberá abandonar su vida de
músico y poner en vilo su relación con su compañera de banda y novia, representada
de manera muy correcta por Olivia Cooke, a quien descubrimos el 2015 en la buenísima
“Yo, él y Raquel”. El único aspecto que no nos acaba de encajar, es que cuando
entra el juego con lo sonoro, desaparece lo musical y queda casi como una nota
al pie. Finalmente, "Sound of Metal" es la historia de un joven que pierde la
audición y no tanto la de un baterista que debe renunciar a su pasión y estilo de vida. Eso sucede porque el guion priorizó
los conflictos internos del personaje, más que los alcances que se podrían derivar de su pertenencia a una
banda que no puede tener en sus filas a un músico sordo. El drama personal queda
por sobre el rol que la música podría haber jugado enfrentándose a esta
limitación. Esto no es completamente malo, porque la película funciona, sin
embargo, cuando vimos el nombre del film imaginamos que el conflicto con la
música, con su desarrollo y creación podría haber sido el hilo conductor, pero solo
le pasa por el lado y rápidamente el guion sigue otro camino.
"Sound of Metal" se basa en el juego inteligente de sonido y silencios. Por ejemplo, en un plano general escuchamos todo lo que está sucediendo, pero cuando la cámara se centra en el protagonista escuchamos el silencio con él que está conviviendo. Esta combinación sale ganadora y permite entender mejor todo el cúmulo de sensaciones que afectan a Ruben día a día, afrontando la discapacidad sin caer en tremendismos ni buscar el sentimentalismo efímero. Es un drama consistente y emocionante sobre la aceptación de uno mismo según Darius Marder, cuya interpretación de ese difícil parámetro hace de este film un relato completamente recomendable.
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