domingo, 21 de marzo de 2021

Sound of Metal: trabajar la aceptación

En su debut en la ficción, Darius Marder le da privilegio a jugar con  la rica paleta audiovisual que le proporciona el cine. Quitando el piloto automático expresivo, que inunda cierto sector del cine indie norteamericano, su propuesta se enmarca como una crónica notablemente sensorial.

 

La primera imagen de la película es un concierto metal. Tonos altos, desenfreno, y tras la eufórica cantante, un vehemente baterista se ensaña con su instrumento, sacándole un sonido brutal. Esa escena dura 3 minutos y no tiene diálogos. Eso le basta a  Darius Marder para plasmar la intensa forma en la que estos dos jóvenes sienten la música y le dan un rol esencial en sus vidas,  una comunión  intensa con el volumen y el ruido. Pero pronto empezará el silencio.

A partir de ahí, el protagonista de "Sound of Metal" deberá escoger entre luchar por recuperar la vida que tenía o hallar un camino nuevo, porque para recobrar la audición solo existe una costosa operación de implante coclear que tampoco asegura un resultado totalmente positivo. Ante esa disyuntiva, la vida de Ruben se viene abajo y, de alguna manera, entra en un proceso de duelo con su pasión por la música y con la vida como la conocía.

Contar esta historia de limitaciones y superación, sin delegar peso dramático, es uno de los puntos altos del film y de su director, quien deja que sea el sonido (o la ausencia de éste) el que narre el tsunami interno que vive  Ruben (Riz Ahmed). El  privar al espectador de uno de los sentidos, es el puente que tiende el director para que entendamos el martirio del protagonista. Allí, la decisión de priorizar el diseño sonoro en la película y hacerlo funcional a drama, es fundamental.


"Sound of Metal" desarrolla su argumento principal mostrando el aprendizaje de nuevos hábitos y descubriendo una nueva capacidad de  comunicación, lo que evidencia que Ruben está tejiendo un nuevo futuro y somos testigos de sus  dudas,  su desesperación y temor. Y para lograr  transmitir esa sensación  de genuina pérdida,  resulta esencial la elección del actor. Darius Marder se apoya totalmente en Riz Ahmed, quien encaja perfecto en el personaje recuperando el registro dramático que le habíamos visto  en la fantástica "The Night Of"  y en "Los hermanos Sisters". El actor británico ofrece  una sensible interpretación, siempre mesurada a la hora de plasmar situaciones  extremas, lo cual es difícil cuando se cuentan situaciones límites, porque es complejo saber dónde apretar el freno para no caer en una sobre actuación. "Sound of Metal" se mueve bien dentro de ese marco y se agradece, porque la apuesta de hablar a través de los códigos del drama no se le escaparon nunca al director.

Ruben, tras un primer arrebato  fruto de la desesperación por  su situación, deberá abandonar su vida de músico y poner en vilo su relación con su compañera de banda y novia, representada de manera muy correcta por Olivia Cooke, a quien descubrimos el 2015 en la buenísima “Yo, él y Raquel”. El único aspecto que no nos acaba de encajar, es que cuando entra el juego con lo sonoro, desaparece lo musical y queda casi como una nota al pie. Finalmente, "Sound of Metal" es la historia de un joven que pierde la audición y no tanto la de un baterista que debe renunciar a su pasión y  estilo de vida. Eso sucede porque el guion priorizó los conflictos internos del personaje, más que los alcances  que se podrían derivar de su pertenencia a una banda que no puede tener en sus filas a un músico sordo. El drama personal queda por sobre el rol que la música podría haber jugado enfrentándose a esta limitación. Esto no es completamente malo, porque la película funciona, sin embargo, cuando vimos el nombre del film imaginamos que el conflicto con la música, con su desarrollo y creación podría haber sido el hilo conductor, pero solo le pasa por el lado y rápidamente el guion sigue otro camino.

"Sound of Metal" se basa en el juego inteligente de sonido y  silencios. Por ejemplo, en un plano general escuchamos todo lo que está sucediendo, pero cuando la cámara se centra en el protagonista escuchamos el silencio con él que está conviviendo. Esta combinación sale ganadora y  permite entender mejor todo el cúmulo de sensaciones que afectan a Ruben  día a día,  afrontando la discapacidad sin caer en tremendismos ni buscar el sentimentalismo efímero. Es un drama consistente y emocionante sobre la aceptación de uno mismo según  Darius Marder, cuya interpretación de ese difícil parámetro hace de este film un relato completamente recomendable.

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