martes, 31 de marzo de 2015

LA HERENCIA DE MAD MEN

A partir del 6 de abril se empiezan a emitir los 7 capítulos finales de la serie Mad Men y, como suele ocurrir, ya hay varios que están apenados pues quedarán huérfanos. Pero, ¿huérfanos de qué o de quién?....de Don Draper?, de los años sesenta?, de la sociedad masculinamente asfixiante?. Qué es lo que nos deja esta serie?


Durante años las series se focalizaron en un “héroe” destinado a salvar la situación, a resolver el crimen, a sacrificarse por otros. Hasta que su contraparte empezó a ganar mucho terreno: el “antihéroe”. Un tipo con el que empatizamos aunque fuera el más malo del mundo: psicópatas, asesinos…el espécimen que fuera. Y es en este apartado donde entra el protagonista de esta serie que está culminando luego de 7 temporadas. Don Draper pensaba creativamente pero con un enfoque numérico y estructurado, como profesional, todo un innovador para la época. Como hombre, enfundado en un traje de última moda, fiestero y gustoso del whisky, fue un deleite al ojo femenino y nos hizo amarlo aunque, de verdad, queríamos odiarlo porque no era un buen padre y porque engañó mil veces a su esposa.


Pero ¿quién es el que nos abandona? El buenmozo Don, pero al mismo tiempo, el maldito Don, el romántico, el alcohólico….un personaje completo, que sacrifica su vida, y la de su familia, por ser el mejor en lo que hace pero también por autovalidarse como hombre en una sociedad sexista.
Mad Men, además, nos deja el análisis de una subcultura en la que los hombres, muchos de los cuales están comprometidos o casados, con frecuencia engañan a sus parejas, algo que es difícil  de ver por la pantalla pues en esa época la mujer luchaba a diario con el poder masculino en todo ámbito y muchas cosas se callaban por miedo a la vergüenza o por simple sometimiento.
Nos deja la confirmación de que, lamentablemente, el ser bonita era (¿y sigue siendo?) una cualidad que puede hacerte subir escalones.

Nos deja capítulos gigantes en el tratamiento del sexismo. Si bien los hombres aparecen en el flanco del poder, la fuerza con la que luchan los personajes femeninos es irresistible, y esa constante oposición definió la serie, hasta ver la liberación de varias de ellas, verlas empoderadas y dispuestas a enfrentar la década siguiente sin sumisiones.
Nos deja personajes poderosos, comprometidos, con un sello. El personaje de Elizabeth Moss (Peggy) fue el que más creció, y lo más probable es que consiga el éxito en la dura industria de la publicidad. A Sally Draper la vimos crecer y enfrentarse a las debilidades de sus padres y puede ser, en el futuro, una aliada de Don en el proceso de reconstrucción de su propia identidad. Betty fue otro personaje que decidió salir de la oscuridad, pero ahora no es feliz con su actual marido; por su valentía y decisión podría tomar la decisión de separarse y volar sola.



Nos deja, también, una posibilidad de observar los años ‘60 tal como fueron, pues su fidelidad histórica es rigurosa. El proceso de documentación sobre la ciudad en aquella década, cada restaurante, cada edificio que podían haber pisado esos publicistas, cómo se vestían, lo que fumaban, lo que bebían. Esa minuciosa indagación les permitió rodar, con un presupuesto menor, en escenarios recreados en Los Ángeles (en vez de en Nueva York).
Nos deja un estilo visual, un diseño de vestuario perfecto, adecuado y auténtico. Nada se ve ficticio ni sobre adornado; cada detalle de la serie, de la arquitectura, los muebles, las vistas de la oficina de Don Draper en el piso 37… todo en la serie reflejaba fielmente el Nueva York de los ‘60.

Todo esto fue Mad Men.


Para estos episodios finales mis expectativas no son muy altas, más bien buscan responder la pregunta de si Don logrará saber quién es en verdad, porque ha estado viviendo una mentira demasiado tiempo. A lo largo de cada temporada lo hemos visto llevar una angustiada existencia, a través de esta vida de cuento que él mismo ha creado. Para mantener esa identidad, Draper ha sacrificado tanto, y en esta última temporada la vida podría pasarle la factura.
Y enfocándonos en la empresa, yo diría que nos van a sorprender de lleno con la entrada triunfal a la era moderna de la publicidad. Sterling Cooper Draper Pryce ha sido una metáfora de la cultura de un país, que se ha ido adaptando a los tiempos como ha podido, pero siempre con un ritmo anticuado, impuesto por sus propios directivos. Empezando por Don, y especialmente por su compañero Roger Sterling, estos hombres enfrentarán una era convulsionada, más libertina en algunos aspectos, con mucho más protagonismo de una mujer más empoderada y consciente de sus derechos; la lucha contra el yugo al que ellos estaban acostumbrados, y cuyo cambio puede perturbar sus masculinas y viriles vidas completamente, podría ser otro punto de vista que la serie busque cerrar.


Tres Globos de Oro y cuatro premios Emmy consecutivos, como mejor drama, marcaron la época de oro de esta serie que ha servido de ejemplo para otras llamadas “de época”, donde en muchos aspectos visuales y de guion marcó una pauta y nos regaló un ganador, porque Don Draper ya está estigmatizado, y se quedará, para siempre, en Mad Men Avenue con Don Draper Way.




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