Hace
20 años que el director Paul Thomas Anderson le saca brillo a ese slogan del
“niño prodigio”; ese que le fue puesto por 1997 cuando golpeó al mundo con
aquello llamado “Boogie Nights”. Lo que ha venido después es puro
reconocimiento, pura admiración; es considerado de culto, cada película suya es
como una continuidad que amerita ir siguiendo su historia como director para
comprender lo que viene después. Si no viste “Boogie Nights” o “Magnolia”
puede que sea difícil comprender el nivel de entrelazamiento de historias, de
corporalidad, de visualidad y complejidad de su cine, por eso, su más reciente
obra, “Inherent Vice”, es analizada con pinza. Ésta se
basa en la novela de Thomas Pynchon, muy compleja e irónica, y cuenta con un
guion del propio realizador.
Son
muchas las obras valiosas de Pynchon, no siendo un autor de fácil lectura, algo
que nunca le ha importado. Es por esto que la versión cinematográfica de “Inherent
Vice”, realizada
por Paul Thomas Anderson, se acerca mucho a una obra maestra. El director logra
que el guion haga visibles ciertos aspectos de la novela que, en lo personal,
se me habían escapado. Y eso que Anderson se toma bastantes libertades, incluso
al final.
Si
bien la gente va a empatizar con el film y seguramente causará bastantes risas,
puede resultar frustrante para los que demandan coherencia absoluta con el
libro, pero hay que reconocer que le hace justicia. Las actuaciones son de
primer nivel, especialmente Josh Brolin, Katherine Waterston, y por supuesto, Joaquin
Phoenix. El manejo de las distintas texturas del color es impactante. Hay
escenas de gran belleza visual, juegos de planos y contraplanos, acercamientos
a los actores que ayudan a dar intensidad a las escenas en su justa medida. La
música añade profundidad a la película, tanto la banda sonora original como la
recuperación de temas clásicos de los ‘70, como las de Neil Young, mientras que
Jonny Greenwood interpreta a la perfección el deseo del director, poniendo
atmósfera y ritmo.
Anderson
endereza el mundo del autor de la novela sin simplificarlo, lo impenetrable lo
hace accesible. Es excelente la forma en que se deshace de lo verbal y lo
traslada a imágenes sensuales hipnóticas. Es cierto que le sobra media hora,
pero en el global es una experiencia absolutamente fascinante y una de las
películas más geniales de 2014 que, lamentablemente, no recibió las suficientes
nominaciones ni premios, aunque sí fue reconocida en los Indie Awards, lo que
no es menor. Hay que señalar que es una película densa, y seguramente eso es así
porque tanto Anderson como Pynchon, llevan a cabo un trabajo cerebral que en
todo momento está en contacto con la víscera, con lo elemental del sentimiento
y las emociones.
El film tiene todo lo que necesita una película policial
básica. Lo que la hace original es el tratamiento de sus componentes, las
actitudes de sus personajes, la comicidad en ciertas escenas y el giro
increíblemente original de tomar a un narrador omnisciente y hacerlo participar
de la acción. “Inherent Vice” confirma lo inclasificable que es la propuesta
de PTA, quien nunca ha pensado en renunciar a su estilo de cine, sea accesible
o no. Si en “The Master” ya nos presentaba algo cercano a lo perfecto (tres
interpretaciones magistrales y un paquete técnico apabullante), con “Inherent
Vice” fue menos venerado de lo que correspondía porque dejó más al descubierto lo
recargado de su estética, pero valen mil aplausos para la forma en que trabajó un
argumento tan complejo, como la mismísima mente del protagonista. Una cinta
indomable.
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