jueves, 19 de marzo de 2015

Inherent Vice: Cuando el guion lo es todo



Hace 20 años que el director Paul Thomas Anderson le saca brillo a ese slogan del “niño prodigio”; ese que le fue puesto por 1997 cuando golpeó al mundo con aquello llamado “Boogie Nights”. Lo que ha venido después es puro reconocimiento, pura admiración; es considerado de culto, cada película suya es como una continuidad que amerita ir siguiendo su historia como director para comprender lo que viene después. Si no viste “Boogie Nights”  o “Magnolia” puede que sea difícil comprender el nivel de entrelazamiento de historias, de corporalidad, de visualidad y complejidad de su cine, por eso, su más reciente obra, “Inherent Vice”, es analizada con pinza. Ésta se basa en la novela de Thomas Pynchon, muy compleja e irónica, y cuenta con un guion del propio realizador.


Son muchas las obras valiosas de Pynchon, no siendo un autor de fácil lectura, algo que nunca le ha importado. Es por esto que la versión cinematográfica de “Inherent Vice”, realizada por Paul Thomas Anderson, se acerca mucho a una obra maestra. El director logra que el guion haga visibles ciertos aspectos de la novela que, en lo personal, se me habían escapado. Y eso que Anderson se toma bastantes libertades, incluso al final.
Si bien la gente va a empatizar con el film y seguramente causará bastantes risas, puede resultar frustrante para los que demandan coherencia absoluta con el libro, pero hay que reconocer que le hace justicia. Las actuaciones son de primer nivel, especialmente Josh Brolin, Katherine Waterston, y por supuesto, Joaquin Phoenix. El manejo de las distintas texturas del color es impactante. Hay escenas de gran belleza visual, juegos de planos y contraplanos, acercamientos a los actores que ayudan a dar intensidad a las escenas en su justa medida. La música añade profundidad a la película, tanto la banda sonora original como la recuperación de temas clásicos de los ‘70, como las de Neil Young, mientras que Jonny Greenwood interpreta a la perfección el deseo del director, poniendo atmósfera y ritmo.


Anderson endereza el mundo del autor de la novela sin simplificarlo, lo impenetrable lo hace accesible. Es excelente la forma en que se deshace de lo verbal y lo traslada a imágenes sensuales hipnóticas. Es cierto que le sobra media hora, pero en el global es una experiencia absolutamente fascinante y una de las películas más geniales de 2014 que, lamentablemente, no recibió las suficientes nominaciones ni premios, aunque sí fue reconocida en los Indie Awards, lo que no es menor. Hay que señalar que es una película densa, y seguramente eso es así porque tanto Anderson como Pynchon, llevan a cabo un trabajo cerebral que en todo momento está en contacto con la víscera, con lo elemental del sentimiento y las emociones.



El film tiene todo lo que necesita una película policial básica. Lo que la hace original es el tratamiento de sus componentes, las actitudes de sus personajes, la comicidad en ciertas escenas y el giro increíblemente original de tomar a un narrador omnisciente y hacerlo participar de la acción. “Inherent Vice” confirma lo inclasificable que es la propuesta de PTA, quien nunca ha pensado en renunciar a su estilo de cine, sea accesible o no. Si en “The Master” ya nos presentaba algo cercano a lo perfecto (tres interpretaciones magistrales y un paquete técnico apabullante), con “Inherent Vice” fue menos venerado de lo que correspondía porque dejó más al descubierto lo recargado de su estética, pero valen mil aplausos para la forma en que trabajó un argumento tan complejo, como la mismísima mente del protagonista. Una cinta indomable.

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