La serie ha hecho de la etiqueta “miniserie
antológica” uno de sus sellos de identidad, y su creador ha sabido darle uno de
los mejores usos que se hayan visto en los últimos años.
Esta 3a temporada partió en
Berlín Oriental, cuando un oficial de la Unión Soviética interroga a un
sospechoso de haber matado a su novia. “Lo que usted me está dando son
palabras”, le dice el oficial. “Eso es a lo que llamamos “una historia” y no
estamos aquí para contar historias. Estamos aquí para contar la verdad”.
Esta conversación dibujó el resto
de la temporada, haciéndole al espectador la pregunta ¿qué es verdad?, ¿qué es una historia
verdadera, o true story, como dicen los títulos de cada episodio?.
El creador de “Fargo”, Noah
Hawley, ha demostrado en anteriores ocasiones ser un autor gustoso de experimentar
con formas narrativas, pero esta última temporada es donde
mejor supo jugar con las expectativas de los espectadores; la 3a temporada de “Fargo” no
estuvo hecha para contar historias, sino para contar una verdad.
Así, como una
nueva oportunidad de seguir desarrollando el universo que crearon los hermanos
Coen para la película, y que la serie aprovechó para hacer un salto temporal y volver
a 2010, volvía "Fargo" junto a un elenco sólido, el que debió dar vida a la construcción de un
universo moral gigante, al menos en el plano político. El guion coqueteó con la postverdad pues cada personaje establecía la suya según le convieniera; este rasgo está muy presente sobre
todo en los capítulos finales, y esto fue así porque las elecciones de Estados
Unidos tuvieron lugar cuando Hawley ya tenía escritos los primeros
episodios, pero le faltaba redactar la parte final.
Esa realidad estructural, de un
mundo moralmente complejo, chocó con todos los personajes, mientras que el
sueño americano era puesto a disposición de seres como Varga o de criminales
inconscientes como Ray y otros más memorables, como Nikki, pero cuyos destinos
se terminan volviendo en su contra. Esa unión de
expectativas rotas gracias a la realidad política norteamericana, sirvió de
apoyo para esta increíble temporada, donde Hawley y sus directores
aprovecharon cada fechoría moral para situar emocionalmente a sus personajes, y
en una Minnesota en la que cada expectativa fue acribillada:
-Creías que tenías que
encariñarte con Ray Stussy por ser el hermano olvidado por la fortuna? No.
Murió degollado de una forma estúpida.
- Creías que Gurka recibiría su
merecido y podríamos aplaudir ese momento? No. Murió fuera de plano.
-Creías que Nikki Swango sólo
quería a Ray para obtener su libertad? No. Estaba enamorada y falleció de un
tiro, sin completar su misión.
-Creías que Gloria Burgle podría
encarcelar a Varga? Eso no pasará.
Aparte de un guion
extraordinario, el elenco fue ídem. Era la primera vez de Ewan McGregor en una
serie de televisión, con dos personajes, y como él mismo señaló, fue uno de los
mayores retos de su carrera. McGregor hace una interpretación fantástica de
ambos roles y con un gran desempeño vocal, con matices de tono para cada
hermano.
En cuanto al villano, el
escalofriante V. M. Varga, está encarnado de forma magistral por David
Thewlis. Cuesta creer que este canalla, de mirada loca y sonrisa perturbadora,
sea el mismo actor que se puso en la piel del entrañable Remus Lupin, en las
películas de Harry Potter. He ahí un gran trabajo interpretativo.
Más que bien estuvo Mary Elizabeth Winstead interpretando
a Nikki Swango. Viendo lo resolutiva que fue al acabar con el delincuente que intentaba
chantajearla y cómo después hizo equipo con el sordo Wreth (gran subtrama,
quedamos con ganas de ver más desarrollo), la elevan a una de las mejores
interpretaciones femeninas del año.
Muy interesante el
personaje de la policía Gloria Burgle, a cargo de Carrie Coon (qué
gran año para ella). La serenidad con la que lidió con el asesinato de su
padrastro y con la llegada de un nuevo jefe, más su astucia para ir uniendo las
piezas del puzzle contra viento y marea, también la dejan como candidata a varias
nominaciones.
Por otro lado, los secundarios de
la historia estuvieron fantásticos. El personaje de amigo fiel y asesor, interpretado
por Michael Stuhlbarg, está maravilloso, sobre todo cuando usa esas frases falsamente halagadoras como "el rey del estacionamiento"; un apodo que pretende sonar poderoso y, en realidad, suena ridículo. Los matones de
Varga, muchas veces sin decir palabra alguna, fueron muy convincentes, mientras
que el sordo asesino que hizo equipo con Nikki (en un gran capítulo, cuando se
vuelcan en el bus y logran huir y, luego, cuando decapitan a sus perseguidores
en la nieve), lo dejan como un aporte fundamental a continuar con el relato,
tras la muerte de Ray.
Un punto aparte. Qué gran acierto
esa comisaría de pueblo, montada en un rincón de la biblioteca pública y en la
que no se usan computadores, o ese gran momento, cuando se abre el
ascensor y Varga ha huido dejando su abrigo en el suelo, como simbolizando una
nueva muda de piel…homenaje con mayúscula a la no verdad!.
Así, “Fargo” cierra con la
duda de saber si Varga será detenido o quedará libre una vez más. ¿Puede haber
justicia entre tanta desinformación?, ¿O todo está, realmente, a merced
de los malos? Hawley hizo de esta serie el reino de la incertidumbre y ahora no
sabemos cómo se seguirá construyendo este mundo, donde el caos reinante y la
imposibilidad de decidir qué verdad es la verdadera, hacen obligatorios los espejos en el fondo, tal cual se estila en una sala de interrogatorio.
No existen ganas de hacer una 4a temporada.
La serie no está cancelada pero Noah Hawley, el creador del momento, tiene
demasiados proyectos y quizás quiera que su serie quede en lo más alto. Ya tiene
el Emmys a Mejor Serie, el Globo de Oro, el Peabody, el WGA y cuanto premio
existe para la mejor serie antológica de la última década. Por el bien del
género, que sigan adelante y si no es así, la despedida ha sido totalmente por lo
alto.
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