¿Se ha resentido con los años?, ¿Ya
no tiene la frescura del inicio?. Digan lo que quieran, pero Spacey y Wright siempre
consiguen que el espectador termine seducido por los Underwood, quienes han
logrado afianzar la premisa de que el miedo, a todo nivel, es el arma que mejor
manejan.
“House of Cards” es la primera
serie original de Netflix, el producto que posicionó a la plataforma y, tras 5
años, uno de los más consolidados. Cada temporada, la llegada de “House of Cards”
es un acontecimiento en el mundo seriéfilo, casi como lo fueron en su momento “The
Sopranos”, “Lost”, “House”, “Breaking Bad” o “Game of Thrones”. Pero esta 5a temporada trajo novedades, siendo una de las más relevantes la salida del
creador Beau Willimon, quien dejó la visión narrativa de la serie en manos de
Melissa James Gibson y Frank Pugliese. Otro atractivo, era conocer si este ciclo se serviría de la crisis por la que atraviesa la política norteamericana
y, además, sacarnos la duda que nos dejó la sesión 4, donde nos preguntábamos
si la serie ya estaba cerca de su final, pues el derrumbe de los Underwood
siempre está “a punto” de acontecer (leer aquí, review de la temporada 4).
Todo un año sin el audaz
matrimonio en pantalla es mucho tiempo, porque ya va siendo hora de
empezar a ver los flancos de esta relación. Y si bien ya estaba expuesta la
amenaza sobre la posición política del Presidente a causa de las pesquisas
periodísticas de la temporada anterior, Francis parece un invencible, esquivando acusaciones, impeachments y declaraciones en
contra; hay momentos que dieron para fruncir el ceño y dudar de si, realmente, suceden así las cosas, pero la
exuberante personalidad que Spacey le ha dado al Presidente que encarna, hecha por tierra
cualquier duda hacia el perfil del personaje. Claire (Robin Wright) ya calza
puntos por sí sola no solamente en la serie, sino que también ante los fans, quienes señalan en los foros de que ella es quién debiera dar los giros
argumentales que estamos esperando y que algo se insinuaron, justamente, en los
capítulos que ella dirigió: “Es mi turno” exclamó en el minuto final de la temporada.
Nos queda mucho por ver por parte de la señora Presidenta.
Las direcciones fueron de buen
nivel, aunque hubiera esperado algo más de aquellos dirigidos por la
gran Agniezcka Holland, los que igualmente hubieran sido eclipsados por los dos
finales, a cargo de una hábil Robin Wright. Los dos capítulos citados fueron los que más conmocionaron, no sólo por la gravedad de ciertos hechos,
sino también por los varios cambios de trama que nos devolvieron, cuan
bofetada, esa postura de “esto es House of Cards”: una colosal manipulación,
desde todo punto de vista.
El guion se basó en el
protagonismo de la organización ICO (Islamic Caliphate Organization), la que degolló
a un americano en directo, lo que alzó al pueblo a clamar por más medidas de
seguridad. En este escenario se movieron los Underwood, con una Claire
mucho más popular que su marido, con un Hammerschmidt dando argumentos
poderosos contra el Presidente y con un Frank que aprovechó su determinación
antiterrorista para rebajar la influencia del gobernador Conway, quien salió de
escena prontamente dejándonos una interesante performance de Joel Kinnaman.
Sobre el rendimiento de los
actores, este siempre es de alta factura. Los Underwood fueron los protagonistas
pero hubo dos personajes que estuvieron por sobre la media: Doug Stamper (otra
vez) y Jane Davis.
El primero, es un Michael Kelly que
ha logrado teñir de una personalidad adictiva a su personaje, siguiendo, este
año, con esa obsesión perversa por ciertas mujeres. El que nunca haya quedado
claro de donde proviene esa fidelidad casi enfermiza por los Underwood es un
punto que ha sabido ser cautelado por los guionistas, pero que igual tiene
aburridos a muchos fans. Seguramente, seguirá teniendo un rol preponderante en
el siguiente ciclo.
La segunda, es una tremenda
actuación de Patricia Clarkson. Al principio nos parecía una excéntrica aristócrata,
con muchos lazos políticos, pero su perfil fue creciendo hasta transformarse en
una hábil jugadora de ese poker que tanto aman los Underwood. Inescrupulosa,
implacable, yo gano-tú ganas, jugando a ambos bandos. Mucho tendrá que contar
en la siguiente sesión.
El personaje de LeeAnn fue bien
delineado. Otra mujer que sólo quería poder pero que fue utilizada y manipulada
frente a sus narices. Algo naif su final, pero su presencia ya no es necesaria teniendo la habilidad
de Jane Davis ocupando ese sitial.
Un personaje que destiñó fue el
interpretado por Paul Sparks, cuyo rol de hacer ver a Claire como una mujer
necesitada de arrumacos y cariños, no fue tan creíble, menos aún, que él fuera el destinatario para saber de los crímenes de Frank; y menos aún, eso de
andar de conquistador por la Casa Blanca.
Leve bache.
La producción de la serie se sirvió,
de manera formidable, del formato de sus encuadres, en interiores y exteriores,
y de las decisiones políticas reales de la política norteamericana: terrorismo,
la posibilidad de un impeachment, el caso de Thomas Jefferson contra Aaron
Burr, el uso de gas sarín en la guerra de Siria y de hasta tener al director del FBI asegurando que la
agencia no podía manejar resultados de elecciones. Los guiones, por su parte,
incluyeron excelentes diálogos de Underwood y frases para el bronce, como:
"No me fío de las encuestas" o "Bienvenidos a la muerte de la era
de la razón". Mi favorito fue el de Doug Stamper diciendo: "Si suena
como un hecho, es un hecho". Gran
guiño.
En resumen, la temporada tuvo un
perfil poco enérgico al inicio, pero siempre fue sugestiva e interesante,
aumentando la tensión y ritmo gradualmente. Después del cuarto capítulo comenzó
la incertidumbre, de la cual el guion se hizo cargo a punta de ir estableciendo el
empate entre los miembros del matrimonio. Las 2 tramas centrales que venían del
ciclo anterior, quedaron bajo control de los guionistas y no explotaron en esta sesión.
La última reflexión es que da la
impresión que los productores deben estar muy seguros del lazo que une a los
espectadores con “House of Cards”. Esto, porque he escuchado espectadores molestos y esto, en el actual panorama de las
series, donde todos estamos viendo más series de las necesarias, puede ser peligroso. Muchas veces,
el guion no se molesta en explicar nada por segunda vez y da todo por
sentado, exigiéndole al espectador un cierto grado de información previa de la cual muchos no están dispuestos a hacerse cargo. ¿Acaso la serie nos exigirá
ser espectadores más sofisticados y constantemente interesados en el panorama
internacional y norteamericano?, ¿No cabe el que sólo queremos ver una buena
serie?. Recuerdo una entrevista a Kevin Spacey donde comentaba que cada vez que
volvía al hotel, después del rodaje, pensaba si la serie iba demasiado lejos, pero
después ponía las noticias y se le pasaba. Esta temporada termina empatada con
la realidad y con el imperio en manos de la mujer, cada vez más distanciada del
hombre, disputándole un rol y con elementos del guion desarrollándose fuera de la pantalla, cada
día, gracias a los políticos norteamericanos, los mejores extras de “House of
Cards”,
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