lunes, 12 de junio de 2017

House of Cards, temp 5: la hora del Quién es Quién

¿Se ha resentido con los años?, ¿Ya no tiene la frescura del inicio?. Digan lo que quieran, pero Spacey y Wright siempre consiguen que el espectador termine seducido por los Underwood, quienes han logrado afianzar la premisa de que el miedo, a todo nivel, es el arma que mejor manejan.

“House of Cards” es la primera serie original de Netflix, el producto que posicionó a la plataforma y, tras 5 años, uno de los más consolidados. Cada temporada, la llegada de “House of Cards” es un acontecimiento en el mundo seriéfilo, casi como lo fueron en su momento “The Sopranos”, “Lost”, “House”, “Breaking Bad” o “Game of Thrones”. Pero esta 5a temporada trajo novedades, siendo una de las más relevantes la salida del creador Beau Willimon, quien dejó la visión narrativa de la serie en manos de Melissa James Gibson y Frank Pugliese. Otro atractivo, era conocer si este ciclo se serviría de la crisis por la que atraviesa la política norteamericana y, además, sacarnos la duda que nos dejó la sesión 4, donde nos preguntábamos si la serie ya estaba cerca de su final, pues el derrumbe de los Underwood siempre está “a punto” de acontecer (leer aquí, review de la temporada 4).

Todo un año sin el audaz matrimonio en pantalla es mucho tiempo, porque ya va siendo hora de empezar a ver los flancos de esta relación. Y si bien ya estaba expuesta la amenaza sobre la posición política del Presidente a causa de las pesquisas periodísticas de la temporada anterior,  Francis parece un invencible, esquivando acusaciones, impeachments y declaraciones en contra; hay momentos que dieron para fruncir el ceño y dudar de  si, realmente, suceden así las cosas, pero la exuberante personalidad que Spacey le ha dado al Presidente que encarna, hecha por tierra cualquier duda hacia el perfil del personaje. Claire (Robin Wright) ya calza puntos por sí sola no solamente en la serie, sino que también ante los fans, quienes señalan en los foros de que ella es quién debiera dar los giros argumentales que estamos esperando y que algo se insinuaron, justamente, en los capítulos que ella dirigió: “Es mi turno” exclamó en el minuto final de la temporada. Nos queda mucho por ver por parte de la señora Presidenta.

Las direcciones fueron de buen nivel, aunque hubiera esperado algo más de aquellos dirigidos por la gran Agniezcka Holland, los que igualmente hubieran sido eclipsados por los dos finales, a cargo de una hábil Robin Wright. Los dos capítulos citados fueron los que más conmocionaron, no sólo por la gravedad de ciertos hechos, sino también por los varios cambios de trama que nos devolvieron, cuan bofetada, esa postura de “esto es House of Cards”: una colosal manipulación, desde todo punto de vista.


El guion se basó en el protagonismo de la organización ICO (Islamic Caliphate Organization), la que degolló a un americano en directo, lo que alzó al pueblo a clamar por más medidas de seguridad. En este escenario se movieron los Underwood, con una Claire mucho más popular que su marido, con un Hammerschmidt dando argumentos poderosos contra el Presidente y con un Frank que aprovechó su determinación antiterrorista para rebajar la influencia del gobernador Conway, quien salió de escena prontamente dejándonos una interesante performance de Joel Kinnaman.

Sobre el rendimiento de los actores, este siempre es de alta factura. Los Underwood fueron los protagonistas pero hubo dos personajes que estuvieron por sobre la media: Doug Stamper (otra vez) y Jane Davis.
El primero, es un Michael Kelly que ha logrado teñir de una personalidad adictiva a su personaje, siguiendo, este año, con esa obsesión perversa por ciertas mujeres. El que nunca haya quedado claro de donde proviene esa fidelidad casi enfermiza por los Underwood es un punto que ha sabido ser cautelado por los guionistas, pero que igual tiene aburridos a muchos fans. Seguramente, seguirá teniendo un rol preponderante en el siguiente ciclo.
La segunda, es una tremenda actuación de Patricia Clarkson. Al principio nos parecía una excéntrica aristócrata, con muchos lazos políticos, pero su perfil fue creciendo hasta transformarse en una hábil jugadora de ese poker que tanto aman los Underwood. Inescrupulosa, implacable, yo gano-tú ganas, jugando a ambos bandos. Mucho tendrá que contar en la siguiente sesión.
El personaje de LeeAnn fue bien delineado. Otra mujer que sólo quería poder pero que fue utilizada y manipulada frente a sus narices. Algo naif su final, pero su presencia ya no es necesaria teniendo la habilidad de Jane Davis ocupando ese sitial.
Un personaje que destiñó fue el interpretado por Paul Sparks, cuyo rol de hacer ver a Claire como una mujer necesitada de arrumacos y cariños, no fue tan creíble, menos aún, que él fuera el destinatario para saber de los crímenes de Frank; y menos aún, eso de andar de  conquistador por la Casa Blanca. Leve bache.


La producción de la serie se sirvió, de manera formidable, del formato de sus encuadres, en interiores y exteriores, y de las decisiones políticas reales de la política norteamericana: terrorismo, la posibilidad de un impeachment, el caso de Thomas Jefferson contra Aaron Burr, el uso de gas sarín en la guerra de Siria y de hasta  tener al director del FBI asegurando que la agencia no podía manejar resultados de elecciones. Los guiones, por su parte, incluyeron excelentes diálogos de Underwood y frases para el bronce, como: "No me fío de las encuestas" o "Bienvenidos a la muerte de la era de la razón". Mi favorito fue el de Doug Stamper diciendo: "Si suena como un hecho, es un hecho".  Gran guiño.

En resumen, la temporada tuvo un perfil poco enérgico al inicio, pero siempre fue sugestiva e interesante, aumentando la tensión y ritmo gradualmente. Después del cuarto capítulo comenzó la incertidumbre, de la cual el guion se hizo cargo a punta de ir estableciendo el empate entre los miembros del matrimonio. Las 2 tramas centrales que venían del ciclo anterior, quedaron bajo control de los guionistas y no explotaron en esta sesión.


La última reflexión es que da la impresión que los productores deben estar muy seguros del lazo que une a los espectadores con “House of Cards”. Esto, porque he escuchado espectadores molestos y esto, en el actual panorama de las series, donde todos estamos viendo más series de las necesarias, puede ser peligroso. Muchas veces, el guion no se molesta en explicar nada por segunda vez y da todo por sentado, exigiéndole al espectador un cierto grado de información previa de la cual muchos no están dispuestos a hacerse cargo. ¿Acaso la serie nos exigirá ser espectadores más sofisticados y constantemente interesados en el panorama internacional y norteamericano?, ¿No cabe el que sólo queremos ver una buena serie?. Recuerdo una entrevista a Kevin Spacey donde comentaba que cada vez que volvía al hotel, después del rodaje, pensaba si la serie iba demasiado lejos, pero después ponía las noticias y se le pasaba. Esta temporada termina empatada con la realidad y con el imperio en manos de la mujer, cada vez más distanciada del hombre, disputándole un rol y con elementos del guion desarrollándose fuera de la pantalla, cada día, gracias a los políticos norteamericanos, los mejores extras de “House of Cards”, 

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