El último episodio de "The
Leftovers" no solamente probó la cantidad de inspiraciones y personas que
formaron parte del proyecto, sino el objetivo de Lindelof de no tener
que pasar el resto de su vida respondiendo preguntas sobre el final, tal como
le ocurrió con el final de “Lost”.
Has dedicado mucho tiempo a una
serie, estás deseando saber cómo acaba, cómo se resuelve todo, pero al mismo
tiempo no quieres que termine; nerviosismo puro eran las horas previas al final
de una excelente serie, alabada por la crítica pero no tan comprendida por el
público en general.
Pero, bueno, este desenlace fue
explícito dentro del esquema de “The Leftovers”, una serie que podría
enmarcarse dentro del impresionismo emocional, donde las figuras y las tramas
no importaban tanto como las sensaciones que evocaban. Cada episodio era
una cápsula de desolación, desconcierto y abandono.
“The Leftovers” ha
terminado. La serie de HBO creada por Damon Lindelofy Tom Perrotta,
basada en el libro homónimo de éste, completó un viaje de tres temporadas donde
conocimos el drama de personajes rotos, devastados por sus pérdidas, y sus
esfuerzos por hallar paz y seguir adelante. En algunos pasajes, la búsqueda de
sentido a lo ocurrido y a la vida era abrumadora, devastadora, siempre nos puso
a prueba como espectadores.
Después de 28 capítulos, la serie
fue el viaje de Kevin y Nora hasta entenderse y aceptarse. Cómo se
conocieron, cómo se enamoraron, cómo lucharon por superar su dolor, estar
juntos , destruirse y recomponerse como piezas de rompecabezas buscando encajar.
Esta historia de amor siempre fue la obsesión de Lindelof, porque al fin y al
cabo, Nora Durst estaba dispuesta a meterse dentro de una caja transparente y
radiarse hasta la incineración para descubrir si podía viajar donde estaban sus
hijos. Acá destacamos a la impresionante Carrie Coon, dándolo todo, y cargada
de detalles increíbles, dejados ahí por los guionistas para provocar la duda,
para que nos preguntáramos si realmente nos dijo la verdad. Esa mujer, que
estaba preparando el desayuno cuando su marido y sus hijos desaparecieron sin
explicación, necesitaba a una actriz
capaz de hablar con la mirada, de proyectar sólo con palabras esa búsqueda de
significado. Y Justin Theroux, quebrando estereotipos de actor guapo, se metió en la piel de un hombre que fue aceptando su dolor y cubrió de un aura especial a Kevin, el que esta temporada estuvo más dispuesto al humor, mostrándose reconciliado y transmitiendo al espectador una tranquilidad que no sentimos antes.
El poder de las historias
Ésa es la mayor apuesta de
Lindelof y Perrotta, su mayor triunfo. No vemos lo que se cuenta. Sólo tenemos
a un personaje narrando su verdad. La serie no quiere dar respuestas claras, no
quiere tener una sola manera de entenderse. Pero es honesta, tanto si
quieres creer en la fantasía como si piensas que hay una explicación lógica. Todos
los manuales de guiones dicen que la acción debe mostrarse, pero aparece “The
Leftovers” a demostrar que esas reglas están para romperse. Este final fue digno
y coherente pa4ra una serie difícil de definir y recomendar, porque la primera
temporada no fue tan extraordinaria como la segunda, debido a la gran dirección
de Mimi Leder, quien exprimió su simbología hasta el último momento pero
igualmente la hizo más simple sin sacrificar la crudeza de los acontecimientos.
Su mayor virtud? que cada
episodio fue una obra de arte conceptual, un estudio sobre la necesidad del ser
humano de apoyarse en un sistema de creencias, por ridículo que sea. Cada
espectador lo apreciará a su modo. Asi es como “The Leftovers” se despidió
como un lienzo sobre aquellos hechos que no somos capaces de entender.
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